Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7228-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Es lamentable que aunque muchos de los hijos de Dios saben que la vida de Dios está en ellos, no han visto los requisitos del reino de Dios. Es posible que algunos no entiendan completamente las palabras del Señor con respecto a este asunto. ¿Cómo pueden los hijos de Dios saber que la vida de Dios está en ellos, y al mismo tiempo pasar por alto los requisitos del reino? Una vez una hermana me preguntó: “¿Está el Señor Jesús en mí como vida?”. Le dije: “Sí”. Entonces preguntó: “¿No es la vida del Señor Jesús poderosa?”. Le dije: “Sí, es poderosa. No hay ninguna duda al respecto”. Después de esto añadió: “Tengo un problema. Usted sabe que sin lugar a dudas soy salva, que realmente tengo la vida del Señor en mí y que la vida del Señor es poderosa. Sin embargo, no he podido vencer jamás el enojo que está en mí”.
Entonces le pregunté: “¿De qué enojo habla?”. Ella respondió: “Llevo varios años de casada, y todas las cosas han marchado bien, con excepción de mi enojo. Antes de ser salva, me daba cuenta de que era un problema. Así que creí en Jesús principalmente con la esperanza de que dejara de enojarme. Sabía que en mí misma no podía controlar mi enojo. En una reunión del evangelio, escuché a alguien decir que la vida del Señor Jesús es poderosa y que si dependemos de Él y recibimos Su vida, podremos vencer nuestro mal genio. Fue debido a este evangelio que yo creí en Jesús. Yo verdaderamente soy salva y tengo la vida del Señor. En las primeras dos semanas después que fui salva, esta vida fue verdaderamente poderosa, pero no ha funcionado desde entonces. Siempre oro y le pido al Señor que me fortalezca para que no me enoje. Sin embargo, cuanto más oro, más pierdo la calma. Ahora hasta tengo dudas de que realmente tenga la vida del Señor Jesús y que Su vida en verdad sea poderosa. Encima de eso, mi esposo se ríe de mí, diciendo que después que creí en Jesús yo estaba bien y que dejé de enojarme sólo por dos semanas; pero que ahora mi mal genio está peor que antes”.
Me dijo que se entristecía mucho cuando su esposo se burlaba de ella, pero le parecía imposible dejar de creer en Jesús. Algo en su interior se había asido de ella, por lo que le era imposible no creer más en el Señor Jesús. Si usted le pidiera que no orara, ella no podría cumplir su petición; si le pidiera que no leyera la Biblia, no podría hacer eso; si le pidiera que dejara de asistir a las reuniones, no podría estar sin reunirse. Sin embargo, no podía vencer su enojo. ¿Qué podía hacer? Creo que muchos tienen esta clase de experiencia.
El problema de otros es el hábito de fumar; no pueden dejar de fumar. Dicen que no pueden vencer ni siquiera un pequeño cigarrillo. Un hermano una vez me dijo: “En el pasado escuché a alguien decir que después que fue salvo, la vida del Señor Jesús fue tan poderosa que se deshizo de todos sus cigarrillos. Yo también creí en Jesús, y desde que fui bautizado, he asistido a la reunión de la mesa del Señor cada día del Señor. ¿Por qué entonces sigo fumando? Muchas veces antes de ir a la reunión de la mesa del Señor, fumo mucho en casa. Después de fumar por media hora, me siento satisfecho y luego me voy a la reunión. ¿Será que ni aun la vida del Señor Jesús tiene el poder para resolver mi problema?”. Muchos de nosotros tenemos problemas similares.
Le pregunté a la hermana que quería que el Señor la ayudara a no enojarse: “Desde el día en que usted fue salva, ¿alguna vez se ha consagrado al Señor y le ha permitido que gobierne en usted? Para ello, usted debe decirle al Señor: ‘Señor, de ahora en adelante, no me pertenezco a mí misma; soy Tuya. Señor, sé Tú el Señor y el Rey. Me entrego a Ti. Te doy el permiso para que seas entronizado en mí y para que seas el Rey de reyes en mí’. ¿Alguna vez le ha dicho esto al Señor?”. Ella contestó: “Francamente, no tengo el denuedo de orar así. Después de ser salva, escuché mensajes acerca de la consagración; pero he tenido temor de consagrarme a mí misma, porque una vez que me consagre y el Señor Jesús realmente venga a reinar en mí, ¿qué debo hacer? Eso no es una broma. Esto puede compararse al hecho de que antes que me comprometiera con mi esposo, yo podía tomar todas las decisiones por mí misma; pero después de nuestro compromiso, tenía que rendirle cuentas a él de todo y tenía que entregarle todo a él. Ahora todo lo que él dice es la última palabra. Por consiguiente, si me entrego al Señor Jesús, sé que no me permitirá bromear. Si el Señor viene a reinar en mí, me dirá: ‘No debes hacer eso, ni tampoco debes hacer aquello’. ¿Qué debo hacer entonces? Esto es muy serio; por esa razón, no me he atrevido a consagrarme a Él”.
Así que continué preguntándole: “¿Cómo vive usted como cristiana?”. Ella dijo: “Yo sé que el Señor me salvó y que vive en mí como mi vida. Sé también que debo consagrarme a Él y permitirle ser el Señor, pero no me atrevo a hacerlo. Por ese motivo, me valgo de mi propio esfuerzo en todas las cosas, y cuando fracaso, le pido Su ayuda. Por ejemplo, debido a que no puedo vencer mi mal genio, le pido que me ayude a vencerlo”. Después de escuchar esto, me reí. Le dije: “El Señor Jesús no es barato. Usted no puede comprarlo con el pequeño precio que paga. El Señor Jesús no será su Salvador según lo que usted desea. Aunque usted le pide que la ayude, Él no la ayudará. Usted tiene que pedirle a Él que sea el Señor. Tiene que entregarse a Él, permitirle ser el Rey de reyes, permitirle establecer Su trono en usted y permitirle reinar en usted. De este modo todos los problemas se resolverán fácilmente. Si en vez de cederle el terreno al Señor Jesús, usted reina sobre todo, y ora y le pide Su ayuda sólo cuando tiene un problema y no puede vencerlo, le será imposible a Él ayudarla. Él no hará tal cosa; Él nunca da ayuda a las personas. En vez de ello, Él desea ser su vida interior a fin de cumplir Él mismo los requisitos del reino”.
Yo le dije a esta hermana que los requisitos del reino tenían que ver con que el Señor reinara en ella y que ella necesitaba darle el trono y la autoridad al Señor y permitirle a Él establecer Su reino en ella. Le dije: “Hablando con propiedad, hoy al Señor no le interesa ser el Salvador en nosotros; lo que Él quiere es ser el Rey en nosotros, y desea establecer Su trono en nosotros y hacernos Su dominio. Él desea hacernos Su reino a fin de reinar en nosotros. Por lo tanto, Él nos exige cumplir los requisitos más elevados y no permite que nos enojemos ni tengamos el menor pensamiento impuro. Él desea reinar en nosotros y gobernar nuestro ser. Él jamás se comporta descuidadamente; Él nos exige ser perfectos como Dios el Padre es perfecto. Si usted únicamente desea dejar de enojarse, Él no la ayudará. Él no le exige simplemente controlar su enojo, pues eso es demasiado bajo; en vez de ello, Él le exige que lo deje gobernar en usted, reinar en usted y establecer Su dominio en usted”.
Además de esto, le dije: “Hermana, ¿desea usted que Él la salve? ¿Desea conocer Su poder de resurrección? ¿Desea conocer el poder de Su vida? Si es así, entonces tiene que someterse delante de Su trono y apartar un tiempo para entregarse a Él, en el que le diga: ‘Tú eres mi Señor. Tú eres el Rey de reyes. Me entrego a Ti para que seas el Rey y el Señor en mí. Todo lo que soy es Tuyo; tienes todo el terreno y toda la autoridad en mí’. Si usted se entrega al Señor de esta manera, permitiendo que Él gane el terreno en usted y reine en usted, no necesitará preocuparse respecto a si va a enojarse o no, puesto que Él se hará cargo del enojo de usted. En tanto que usted se someta a Su autoridad, gobierno y trono, y le permita establecer Su reino en usted y hacer de usted Su domino, todo lo relacionado con usted espontáneamente estará bajo Su responsabilidad”.
Esta hermana absolutamente creyó estas palabras, pero todavía tenía ciertas reservas. Me dijo: “Creo lo que usted me dice. No hay duda al respecto. Sin embargo, si yo permito que el Señor reine en mí, y Él realmente reina en mí, ¿qué me sucederá a mí?”. Ésta es nuestra situación. Le pedimos al Señor que reine en nosotros, lo cual significa que sí queremos que Él reine en nosotros, pero luego nos preguntamos qué nos sucederá cuando Él en efecto reine en nosotros. ¿Le pedimos a Él que sea nuestro Rey simplemente por cortesía? Si es así, nos engañamos a nosotros mismos y a otros, pues en realidad no queremos que Él reine en nosotros.
Cada uno de nosotros más o menos tiene la misma experiencia. De hecho, muchas personas hoy en día todavía no tienen el denuedo de consagrarse al Señor. Otros tal vez hayan tenido una consagración parcial. Tales personas no han tenido una consagración completa ni se atreven a consagrarse completamente. Esto se debe a que piensan que después que se consagren completamente y Jesús sea entronizado, ellas llegarán a su fin. Después de ser salvos, muchos cristianos tienen esta clase de experiencia en un grado menor o mayor.
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