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Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7126-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 21 Sección 2 de 2

En el Nuevo Testamento tanto la ley
como los profetas están dentro del hombre

Hoy la ley de vida en nosotros ha reemplazado la ley del Antiguo Testamento, y la unción del Espíritu Santo ha reemplazado a los profetas del Antiguo Testamento. Aunque todavía guardamos la ley, guardamos una ley interna, no una ley externa. La vida de Dios es la ley en nosotros, y el Espíritu Santo, como ungüento de la unción, es el Profeta en nosotros. Hoy en día no sólo tenemos la ley dentro de nosotros, sino también al Profeta.

¿Podemos ser un profeta para otros? Por ejemplo, si un santo quiere ir a cierto lugar, él puede venir a tener comunión con nosotros y preguntarnos: “¿Debo ir a cierto lugar? ¿Puede usted buscar una respuesta de Dios para mí?”. En cuanto a esto, ¿no debería él preguntarse esto a sí mismo? ¿No debería él primero buscar una respuesta para sí mismo? No está bien que él venga a consultarnos, porque nosotros no somos su profeta; pero tampoco está bien que él únicamente se pregunte a sí mismo, porque él en sí mismo no es un profeta. En lugar de ello, él debe buscar la dirección del Espíritu, quien como ungüento para la unción está en su interior; el Espíritu que lo unge interiormente es el Profeta. Los hermanos que llevan la responsabilidad en la iglesia no son nuestros profetas, ni tampoco lo son los colaboradores, y mucho menos nosotros mismos.

En el Nuevo Testamento no hay “individuos” que sean profetas. El Espíritu que inspiró a las personas a ser profetas en el Antiguo Testamento es ahora el Espíritu que está en todos nosotros en calidad de ungüento para la unción. Puesto que el Espíritu nos unge interiormente, ya no necesitamos de un representante externo que sea nuestro profeta. El Espíritu que unge ha entrado en nosotros para ser nuestro Profeta viviente. En el Antiguo Testamento el Espíritu de Dios venía sobre ciertas personas y solamente las movía a ellas. Pero ahora el Espíritu ha entrado en todos nosotros para ser nuestro Profeta. El Espíritu que inspiró a las personas a ser profetas ha entrado en nosotros hoy como la unción para ser nuestro Profeta de forma directa y personal. Por consiguiente, ya no necesitamos representantes que sean un profeta para nosotros externamente.

EL ANTIGUO TESTAMENTO MUESTRA LOS TIPOS,
MIENTRAS QUE EL NUEVO TESTAMENTO
NOS MUESTRA LA REALIDAD

Todos los profetas del Antiguo Testamento tipifican al Espíritu Santo como el ungüento para la unción en el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento el Espíritu Santo, el ungüento para la unción, ha entrado en nosotros de forma directa y personal para ser nuestro Profeta. La ley del Antiguo Testamento representa y declara la naturaleza de la vida de Dios, la cual es amor, luz, santidad y justicia. Hoy en día la naturaleza de la vida de Dios ha entrado en nosotros directamente y, por tanto, ya no se necesita ninguna ley externa que nos la declare. En el Antiguo Testamento todo era una sombra, un tipo, una representación, pero en el Nuevo Testamento la realidad ha venido. El cordero del sacrificio en el Antiguo Testamento tipificaba al Señor Jesús; en el Nuevo Testamento el Señor Jesús ha venido y, por tanto, ya no necesitamos el tipo. De la misma manera, la ley del Antiguo Testamento declaraba la naturaleza de la vida de Dios; en el Nuevo Testamento la naturaleza de la vida de Dios ha entrado en nosotros directamente y, por tanto, la ley externa ya no es necesaria. En el Antiguo Testamento los representantes por medio de quienes el Espíritu Santo daba revelaciones eran los profetas. Hoy en día el Espíritu de revelación, tipificado por los profetas, está en nosotros, y el Espíritu nos da las revelaciones directamente. Así que no necesitamos de ningún representante.

Todo lo que se halla en el Antiguo Testamento, en principio, también se encuentra en el Nuevo Testamento, sólo que hay una diferencia. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se requería el derramamiento de sangre para la expiación de los pecados; y en el Nuevo Testamento también se requiere el derramamiento de sangre para la redención de los pecados. Esto es un principio. Sin embargo, en el Antiguo Testamento la sangre que era derramada para la expiación de los pecados provenía de un tipo, ya fuera un cordero o un toro. Pero en el Nuevo Testamento la realidad del tipo, Cristo, ha venido. En el Antiguo Testamento la ley, que daba a conocer la naturaleza de la vida de Dios, regulaba al hombre. En el Nuevo Testamento el principio sigue siendo el mismo, sólo que somos regulados por la ley de la vida de Dios en nosotros. En el Antiguo Testamento la ley era un símbolo; pero en el Nuevo Testamento la vida de Dios que está en nosotros es la realidad de lo simbolizado por la ley.

El principio de que Dios dé revelación al pueblo es el mismo en el Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento los profetas, quienes eran los representantes del Espíritu Santo, daban revelaciones al pueblo; sin embargo, en el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo ha entrado en los creyentes directamente para darnos revelaciones, por lo que no necesitamos a los profetas. El principio hallado en el Antiguo Testamento es el mismo que en el Nuevo Testamento. Sin embargo, los que llevaron a cabo el principio en el Antiguo Testamento no eran la realidad, sino simplemente tipificaban la realidad. En el Nuevo Testamento la realidad, Cristo, ha venido y, por tanto, no necesitamos tipos tales como los toros o los corderos. Cuando la vida viene, no tenemos necesidad de la ley de la letra; y cuando el Espíritu Santo viene, no tenemos necesidad de los profetas.

EL CONOCIMIENTO ES IMPARTIDO AL HOMBRE
POR MEDIO DE LA LEY DE VIDA Y DE LA UNCIÓN

Esta clase de conocimiento no es algo insignificante. Es difícil hallar un libro en las librerías cristianas que diga que el propósito de la ley es que nosotros conozcamos la naturaleza de la vida de Dios y que los profetas se nos dan para que conozcamos al Dios infinito. Difícilmente encontramos un libro que diga que el Espíritu Santo en nosotros reemplaza a los profetas del Antiguo Testamento. La luz en cuanto a que la ley de vida reemplaza la ley del Antiguo Testamento fue vista por los hijos de Dios hace cien o doscientos años, pero la luz en cuanto a que el Espíritu Santo reemplaza a los profetas del Antiguo Testamento no fue vista sino hasta hoy. Esta clase de luz espiritual no es tan fácil de ver.

El conocimiento que la ley de vida nos da es diferente del conocimiento que recibimos de la unción. Todo lo que está relacionado con la naturaleza de la vida de Dios nos es dado a conocer por medio de la ley de vida; y todo lo relacionado con el ser infinito de Dios nos es dado a conocer por medio del Espíritu Santo, quien es el ungüento para la unción. Por ejemplo, cuando compramos un corte de tela, los colores y patrones que escogemos están relacionados con nuestra conducta cristiana, la cual es un reflejo de la naturaleza de Dios; por lo tanto, esto es un asunto de la ley de vida. Sin embargo, también interiormente podemos tener el sentir de si debemos comprar uno o dos cortes de tela o si debemos comprar cinco o veinte yardas de tela. Esto nos es dado a conocer por medio de la unción del Espíritu Santo, y no por la ley de vida.

El Espíritu Santo como unción guarda una estrecha relación con el Espíritu Santo como ley de vida. Por ejemplo, tal vez un hermano quiera ver una película, pero no sepa qué película ver. Él entonces puede buscar la unción para recibir un sentir del Espíritu Santo. Puesto que quiere ver una película, él ora diciendo: “Oh Señor, no sé qué película es buena. Te pido que me des un sentir. Señor, la unción me enseña todas las cosas, y no tengo necesidad de que nadie me enseñe, así que por favor guíame para saber qué película debo ver”. El Espíritu Santo nunca le dará un sentir en respuesta a esa petición porque la unción se basa en la ley de vida. El Espíritu Santo no actuará como la unción si nosotros deseamos hacer algo que es contrario a la ley de vida. El conocimiento que recibimos de la ley de vida siempre es fortalecido por la unción. Estos dos interactúan como causa y efecto.


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