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Misterio de Dios y el misterio de Cristo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2690-2
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CAPÍTULO SEIS

EXPERIMENTAR A CRISTO DE MANERA PROGRESIVA, TENER CONTACTO
CON ÉL COMO EL ESPÍRITU Y
APLICARLO COMO EL SENTIR DE VIDA

Lectura bíblica: Gá. 1:16; 2:20; 4:19; Ef. 3:17-19; 4:13; Jn. 6:63; Ro. 8:2, 9-11; 2 Co. 3:17-18; 1 Co. 12:3

CRISTO: EL MISTERIO DE DIOS
EN EL PLAN ETERNO DE DIOS

Cristo es nuestra vida y nuestro todo

Cristo es el misterio de Dios, y como tal, Él lo es todo en el plan eterno de Dios. Cristo es Dios el Creador, el Primogénito de toda creación, el medio por el cual se efectuó la creación, y el centro y Cabeza de todo lo creado. Él también es el Primogénito de entre los muertos, la Cabeza de la iglesia y Aquel que Dios designó para que ocupara el primer lugar en todas las cosas. Éste es el Cristo que Dios designó para que fuera nuestra vida y nuestro todo, y éste es el Cristo que hemos recibido. Ahora este Cristo está en nuestro espíritu. Debemos dedicar tiempo para orar y meditar delante del Señor respecto a todos los aspectos de Cristo.

Cristo es la realidad

Cristo, como el misterio de Dios, no sólo es nuestra vida y nuestro todo, sino que también es la realidad de todas las cosas positivas en el universo. Todas las cosas físicas que vemos, probamos y tocamos, no son reales. Todas ellas son simplemente figuras y sombras, cuya realidad es Cristo mismo. El alimento que comemos todos los días no es real; si no tenemos a Cristo, seguramente hemos de estar hambrientos y sin comida, porque Cristo es el verdadero alimento que suple todo nuestro ser. Cristo es el verdadero alimento para nuestro espíritu, alma y cuerpo. La Escritura dice que no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios y, además, proclama que Cristo mismo es la Palabra de Dios, el Verbo (Mt. 4:4; Jn. 1:1). A partir de esto podemos ver que Cristo es el verdadero alimento. Según el mismo principio, sabemos que Cristo es nuestra verdadera vida. La vida física que recibimos de nuestros padres no es la verdadera vida. Así que, si no tenemos a Cristo, no tenemos vida, y somos personas muertas. Esto se ve claramente en 1 Juan 5:12, que dice: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”. En Su plan eterno, Dios determinó que Cristo fuera nuestro verdadero alimento, nuestra verdadera vida y la realidad de todas las cosas positivas del universo.

Esta revelación debe llegar a ser tan clara para nosotros, hasta el punto en que le digamos al Señor: “Señor, si no te tengo a Ti, no tengo nada y no soy nada”. Necesitamos ver que incluso nosotros mismos no somos verdaderos. Yo no soy una persona verdadera, ni usted es una persona verdadera. Si no tenemos a Cristo, no somos nada; sin Él, estamos acabados. Cristo es el único hombre verdadero. De hecho, Cristo no sólo es el único hombre verdadero, sino que aparte de Él, no existe un Dios verdadero. El Dios verdadero está en Cristo, y Cristo es la realidad de Dios. Si no hubiera Cristo, Dios sería simplemente un término o un nombre para nosotros. No habría la manera de que Él fuera hecho real para nosotros. Cristo es la verdadera esencia y elemento de la Deidad. Sin Cristo, todas las cosas son simples nombres carentes de realidad. Nada es verdadero; todo es un fracaso sin Cristo. Cristo es el verdadero hombre, el Dios verdadero y la realidad de todas las cosas positivas en el universo.

El hecho de que Cristo es todo no debe ser una simple doctrina para nosotros; debe ser nuestra experiencia. ¿Tenemos una mente? Ciertamente tenemos una mente, pero debemos darnos cuenta de que Cristo es nuestra verdadera mente (1 Co. 2:16). ¿Tenemos sabiduría? Quizá creamos que tenemos sabiduría, pero debemos darnos cuenta de que nuestra sabiduría no es nada. Cristo es la verdadera sabiduría (1:30). ¿Tenemos conocimiento? Quizá poseamos algún conocimiento, pero Cristo es el único conocimiento verdadero (Col. 2:3). ¿Tenemos amor? Es posible que tengamos amor, pero debemos darnos cuenta de que sólo Cristo es el verdadero amor (Ro. 8:39; 2 Co. 5:14; Ef. 3:19; 1 Ti. 1:14). ¿Tenemos paciencia? Tal vez pensemos que tenemos paciencia, pero la verdadera paciencia es Cristo mismo (cfr. Gá. 5:22). Debemos comprender que Cristo lo es todo y que Él lo llena todo: Él es “Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:23). ¿Existe Dios? Dios ciertamente existe, pero Él está en Cristo. ¿Existe el hombre? Sí existe el hombre, pero él está en Cristo (Jn. 1:14; 1 Co. 15:47). ¿Existe el Hijo? El Hijo ciertamente existe, y este Hijo es Cristo. ¿Existe la vida? Sí existe la vida, pero sólo Cristo es la verdadera vida (Jn. 14:6). ¿Existe la luz? Sí existe la luz, pero Cristo mismo es la verdadera luz (8:12). Cada mañana cuando nos vestimos, ¿nos percatamos de que Cristo es nuestra verdadera protección y nuestro verdadero vestido? (Ro. 13:14; Gá. 3:27). Cuándo nos preparamos para dormir, ¿comprendemos que Cristo es nuestro verdadero reposo, nuestra verdadera cama (Mt. 11:28)? Cuando vamos camino a casa, ¿tenemos la sensación de que el Señor es nuestro hogar, nuestra morada (cfr. Sal. 90:1; Jn. 15:4)? Al subir las escaleras, ¿nos damos cuenta de que Cristo es nuestra verdadera escalera, y que separados de Él no podemos subir ni bajar (cfr. 1:51)? Al salir por una puerta, ¿le decimos al Señor: “Señor, Tu eres mi puerta, mi entrada y mi salida” (10:9)? ¿Experimentamos a Cristo como la realidad de todas estas cosas? ¿Podemos decirle al Señor: “Tú eres mi sol, mi luna y mi camino” (Mal. 4:2; Col. 2:16-17; Jn. 14:6)? Nuestra meta no es meramente entender la Biblia según las letras impresas en blanco y negro; más bien, acudimos a la Palabra viva de Dios para obtener el sentir profundo que Cristo lo es todo y para ser introducidos en esta experiencia. Esto es lo que Dios planeó en la eternidad pasada, y esto es lo que Él está haciendo hoy. Aunque muy pocos de entre los hijos del Señor lo comprendan, Dios se ha propuesto que Cristo sea nuestro todo. Ya que ésta es la intención de Dios, debemos aprender la manera concreta de experimentar a Cristo, tener contacto con Él y aplicarlo prácticamente. ¿Cómo podemos hacer esto? ¿Cómo podemos experimentar a Cristo, tener contacto con Él y aplicarlo en todo? La respuesta a estas preguntas se encuentra en las Escrituras.


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