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Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7126-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 69 Sección 2 de 4

EL ESPÍRITU DE VIDA ES EL ESPÍRITU DE DIOS
(JUNTO CON LA VIDA DE DIOS)
QUE ESTÁ MEZCLADO CON EL ESPÍRITU HUMANO

Todos sabemos que el Espíritu es el Espíritu de vida debido a que la vida está en el Espíritu. El Espíritu no es simplemente el Espíritu de Dios, sino el Espíritu de Dios que ha entrado en nuestro espíritu, y estos dos espíritus se han mezclado como un solo espíritu, es decir, el Espíritu de Dios se ha mezclado con el espíritu del hombre. Romanos 8:16 dice que el Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu; esto significa que los dos espíritus se han mezclado. La vida está en este espíritu, y este espíritu es la mezcla de los dos espíritus.

¿Qué es entonces el Espíritu de vida? Hay tres elementos en el Espíritu de vida: el Espíritu de Dios, el espíritu del hombre y la vida de Dios, y los tres son uno. Usemos como ejemplo el jugo hecho a partir de un concentrado de frutas. Podemos comparar el agua al espíritu humano; el concentrado, que se asemeja al agua, puede ser comparado al Espíritu de Dios; y el azúcar, que está en el concentrado, a la vida de Dios. Cuando mezclamos el concentrado con el agua, el elemento del azúcar que está en el concentrado también se mezcla con el agua; así, el concentrado llega a ser jugo de frutas endulzado. De la misma manera, cuando el Espíritu de Dios entra en nuestro espíritu, la vida de Dios que está en el Espíritu de Dios también entra en nuestro espíritu; de ese modo, se forma un espíritu que es tres en uno.

Este espíritu “tres-en-uno” es la mezcla del Espíritu de Dios con el espíritu del hombre y la vida de Dios. Cuando esta vida nos da ciertos sentimientos, sentimos la presencia de Dios; en otras palabras, sentimos frescura, vivacidad, fuerza, poder, resplandor, santidad y realidad. Cuando la vida que está en este espíritu “tres-en-uno” nos permite sentir la presencia de Dios, ella nos da un sentir del Espíritu. Cuando esta vida nos da un sentir de frescura, vivacidad, fuerza, poder, resplandor, santidad y realidad en vez de vanidad, ella nos da un sentir del Espíritu. Por lo tanto, cuando percibimos estos sentimientos y condiciones positivos, tocamos al Espíritu.

LA COMUNIÓN DE VIDA SE HALLA
ÚNICAMENTE EN EL ESPÍRITU

Anteriormente, dijimos que el alma es una distracción para el espíritu. Cada una de las tres partes del alma —la mente, la parte emotiva y la voluntad— puede ser una distracción para el espíritu. Puesto que la comunión es una comunión de vida y la vida está en el espíritu, debemos estar en el espíritu si queremos aprender la lección de la comunión, porque la comunión únicamente está en el espíritu. Si deseamos participar de la comunión de vida, debemos estar en el espíritu.

Después de la caída, el hombre ha estado viviendo o en la mente, o en la parte emotiva o en la voluntad, mas no en el espíritu. Nosotros no vivimos en el espíritu. La mayoría de los que han sido salvos —sin necesidad de hablar de los incrédulos— todavía viven en la mente la mayor parte del tiempo. Somos dominados por nuestra mente; decimos y hacemos todo lo que nuestra mente piensa. Nuestro andar está bajo el control de nuestra mente, y toda nuestra persona vive en la mente. Por consiguiente, no estamos en el espíritu. Es por ello que nuestra mente es una distracción para el espíritu. Cuando vivimos en nuestra mente y no en nuestro espíritu, perdemos la comunión, porque la comunión únicamente se experimenta en el espíritu.

Algunos santos viven en su mente la mayoría del tiempo, y a veces viven en su parte emotiva, es decir, en su gozo, enojo, tristeza y deleites, mas no en su espíritu. Ellos viven conforme a su parte emotiva, no conforme a su espíritu. Por lo tanto, nuestras emociones también pueden ser una distracción para el espíritu. Cuando vivimos en nuestra parte motiva, no estamos en el espíritu y, por tanto, perdemos la comunión.

También son muchos los que viven en su voluntad, decidiendo y determinando hacer cosas conforme a su voluntad. Tales personas no pueden vivir en su espíritu. Por lo tanto, la voluntad también puede ser una distracción para el espíritu. Los que viven en su voluntad ciertamente pierden la comunión. No debemos vivir en ninguno de estos lugares: la mente, la parte emotiva o la voluntad. En cuanto estamos en nuestra mente, perdemos la comunión; en cuanto estamos en nuestra parte emotiva, perdemos la comunión; y en cuanto estamos en nuestra voluntad, perdemos también la comunión. Sólo al vivir en nuestro espíritu podremos participar de la comunión, porque la comunión es de vida, y la vida está en el espíritu.

Debemos aprender la lección fundamental de volvernos de nuestra mente al espíritu, de la parte emotiva al espíritu y de la voluntad al espíritu. Debemos aprender a dar estos tres “giros”, a saber: volvernos de la mente, volvernos de la parte emotiva y volvernos de la voluntad, para estar en el espíritu. Eso significa que cuando nuestra mente esté tomando la delantera, debemos volvernos a nuestro espíritu, a fin de dejar que nuestro espíritu —no nuestra mente— sea el que tome la delantera y ocupe el primer lugar. Cuando nuestra parte emotiva esté activa y quiera controlar nuestro ser, debemos volvernos a nuestro espíritu a fin de que nuestra parte emotiva pierda terreno. No debemos permitir que la parte emotiva ocupe el primer lugar; en vez de ello, debemos volvernos a nuestro espíritu para no ser subordinados ni controlados por nuestra parte emotiva. De la misma manera, cuando nuestra voluntad tome la delantera y logre controlar nuestro ser, de inmediato debemos volvernos a nuestro espíritu y permitir que el espíritu sea el que ocupe el primer lugar.

Esta lección básica requiere nuestro continuo aprendizaje y ejercicio; debemos hacer que nuestro ser se vuelva de la mente, la parte emotiva y la voluntad y se fije en el espíritu. Cada vez que nuestra mente sea activada, debemos volvernos a nuestro espíritu; cada vez que nuestra parte emotiva empiece a operar, debemos volvernos a nuestro espíritu; y cada vez que nuestra voluntad tome una decisión, debemos volvernos a nuestro espíritu. Debemos tener presente que si estamos en nuestra mente, parte emotiva y voluntad, definitivamente no estaremos en nuestro espíritu. Una vez que dejamos de estar en nuestro espíritu, perdemos la comunión. Por lo tanto, si queremos vivir constantemente en la comunión, debemos volvernos continuamente a nuestro espíritu. Es de esta manera que continuamente vivimos en la comunión.


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