Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 021-033)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6780-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En los mensajes anteriores hemos considerado el Nuevo Testamento y la economía neotestamentaria de Dios así como también a Dios mismo en Su persona, Su naturaleza, Sus atributos, Su beneplácito, Su manifestación y Su obra. Con este mensaje comenzaremos a abarcar la persona de Cristo y, más adelante, abarcaremos los atributos de Cristo, Sus virtudes y Su obra. Como veremos, con respecto a la persona de Cristo hay una gran cantidad de aspectos.
Todos nosotros debemos tener la visión de que el Dios que se imparte en nuestro ser es Cristo. Todo lo que Dios es, está en Cristo. Esto significa que no podemos separar lo que Dios es de lo que Cristo es, pues Dios está corporificado en Cristo. Cuando decimos que Dios se imparte en nosotros, debemos comprender que este Dios que se imparte en Su economía es Cristo. Si no fuese Cristo, Dios no podría impartirse en nosotros. Dios es Cristo con el propósito de realizar Su impartición. Por esta razón, en la Biblia tenemos a Dios y también a Cristo.
Algunos estudiantes de la Biblia tienen un entendimiento superficial de por qué necesitamos a Cristo y también a Dios. Algunos quizás piensen que además de Dios tenemos a Cristo como nuestro Salvador y Redentor. Ellos podrían dar la impresión de que Dios no es nuestro Redentor y Salvador y que Cristo es alguien distinto a Dios mismo y, como tal, Él es nuestro Salvador y Redentor; dicho entendimiento no es exacto. Sería más exacto decir que si Dios mismo no fuese Cristo, no podría ser nuestro Salvador, y que si Él no fuese Cristo, no podría ser nuestro Redentor. A fin de ser nuestro Salvador y Redentor, Dios tiene que ser Cristo. Ésta es la razón por la cual el Nuevo Testamento revela que tanto Dios como Cristo son el Salvador y el Redentor. Esto no significa que tengamos dos Salvadores ni dos Redentores; por el contrario, tenemos un solo Salvador y un solo Redentor. El hecho de que tengamos un solo Salvador y un solo Redentor y que tanto Dios como Cristo son el Salvador y el Redentor, indica que Dios y Cristo son uno. Si Dios no fuese Cristo, Él no podría redimirnos. Si Dios no fuese Cristo, Él no podría salvar a los pecadores caídos.
Según el mismo principio Dios, a fin de impartirse en nuestro ser, tiene que ser Cristo. Si Dios no fuese Cristo, Él no podría impartirse en nosotros. Cristo, por tanto, es para la impartición de Dios. Éste es un asunto que ha sido descuidado por muchos cristianos.
A fin de disfrutar la impartición de Dios, debemos considerar todos los aspectos referentes a quién es Cristo y qué es Cristo. Sin duda alguna, todos deseamos disfrutar la impartición de Dios. Si hemos de obtener este disfrute, debemos ver quién es Cristo y qué es Cristo en Su persona. En este mensaje comenzaremos a considerar quién es Cristo en la Deidad.
¿Quién es Cristo en la Deidad y qué es Él en la Deidad? En primer lugar, en la Deidad, nuestro Cristo es el Dios completo. Que Cristo sea el Dios completo significa que Él es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Quienes argumenten en contra de esta afirmación y digan que Cristo es únicamente el Hijo, están equivocados. Por un lado, el Nuevo Testamento revela que Cristo es el Hijo; por otro, el Nuevo Testamento también revela que Cristo es Dios, incluso el Dios completo. No debiéramos decir que Cristo es sólo una parte de Dios. Por el contrario, Él es el Dios completo, el Dios total, el Dios Triuno.
Con respecto a que Cristo es el Dios completo, Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. En el principio, esto es, desde la eternidad pasada, la Palabra era Dios. No es, como algunos suponen, que Cristo no era Dios desde la eternidad pasada y que, en cierto momento, Cristo llegó a ser Dios. La deidad de Cristo es eterna y absoluta. Desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, Él es Dios. Ésta es la razón por la cual el Evangelio de Juan no presenta una genealogía con relación a Cristo, tal como se hizo en Mateo 1 y en Lucas 3. En este Evangelio, Cristo es “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida” (He. 7:3). Todos nosotros debemos tener bien en claro que nuestro Cristo era Dios desde el principio, desde la eternidad.
Juan 1:1 declara que la Palabra, Cristo, es Dios. Este Dios, quien es la Palabra, no es sólo una parte de Dios, no es solamente Dios el Hijo, sino el Dios completo: Dios el Hijo, Dios el Padre y Dios el Espíritu. El Nuevo Testamento no dice que la Palabra era Dios el Hijo; más bien, el Nuevo Testamento afirma que en el principio era la Palabra, y la Palabra era el Dios completo. Por ser la Palabra, quien es el Dios completo, Cristo es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
En Romanos 9:5 Pablo habla de “el Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos”. Al redactar esta epístola, cuando llegó a este punto, Pablo estaba tan lleno de la gloriosa persona de Cristo que derramó lo que estaba en su corazón y declaró que Cristo es sobre todas las cosas, el Dios bendito por los siglos. Debemos ser profundamente impresionados con el hecho de que nuestro Señor Jesucristo es Dios mismo, quien está sobre todas las cosas y es bendito por los siglos. Él es el Dios infinito. Con respecto a Él, Isaías 9:6 dice: “Porque un niño nos es nacido / [...] y se llamará Su nombre / [...] Dios Fuerte”. Alabamos a Cristo por Su deidad y le adoramos como Dios, el Dios completo, bendito por los siglos.
Hebreos 1:8 también indica que Cristo es Dios: “Mas del Hijo dice: ‘Tu trono, oh Dios; por el siglo del siglo; cetro de rectitud es el cetro de Tu reino’”. Debido a que Cristo el Hijo es Dios mismo, este versículo se refiere a Él como el único Dios. Hebreos 1:8 claramente revela que el Hijo es Dios mismo.
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