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Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6314-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 17 Sección 5 de 5

Ofrendar nuestras riquezas materiales

Ofrendar las riquezas materiales no es un asunto sencillo, y tampoco podemos establecer una regla al respecto. Probablemente haya dos o tres o muchas maneras de hacerlo. La manera principal consiste en ir al salón de reuniones para ofrendar cada día del Señor. Esperamos que los hermanos y hermanas que se reúnen regularmente lo hagan. Sin embargo, es posible que un hermano haya estado reuniéndose en el mismo salón de reuniones por treinta años, trayendo siempre una ofrenda al Señor cuando viene a partir el pan, ya sea en la mañana o en la noche del día del Señor. Pero ahora que la iglesia está optando por una nueva manera de reunirnos, quizás él sienta la carga de reunirse en las reuniones de hogar y, por tanto, no podrá venir a la reunión que tiene lugar en el salón de reuniones. Sin embargo, es posible —si el tiempo lo permite— que antes de ir a la reunión de hogar, vaya al salón de reuniones para ver a los hermanos y hermanas, y ver también lo que está sucediendo allí. En ese momento podría depositar su ofrenda en la caja de las ofrendas, y luego podría irse a la reunión de hogar. Sería muy bueno hacerlo de esa manera. Por un lado, podemos reunirnos en las pequeñas reuniones de hogar y, por otro, aún estar pendientes de las reuniones grandes en el salón de reuniones. Es muy bueno si podemos prestar atención a ambas reuniones. Ésta es la primera manera de hacer una ofrenda.

La segunda manera consiste en poner de un modo cuidadoso y apropiado una caja de ofrendas en la casa donde nos reunimos. A fin de hacer esto, debemos designar a dos personas —o mejor aun tres personas— para que sirvan juntas. No es tan importante que sean hermanos o hermanas. Lo único que se necesita es que sean personas honestas y fieles, que lleven bien las cuentas y pongan por escrito cada vez que abran la caja de ofrendas y cuenten las ofrendas que están dentro. Además, en cada reunión de la mesa del Señor debe haber una caja de ofrendas. En cuanto termina la reunión, los que sirven deben abrir la caja de las ofrendas y no esperar al siguiente día. Luego, después que estos dos o tres hermanos o hermanas abran la caja y cuenten las ofrendas y anoten la cantidad en un libro, deben firmar con sus nombres en un formato apropiado.

Dependiendo de la situación, los servidores pueden decidir cómo entregar las ofrendas cada semana al salón de reuniones donde ellos se reúnen. Cuando las ofrendas se entregan, es necesario nuevamente seguir ciertos procedimientos, incluyendo un registro de firmas que confirman la cantidad de las ofrendas y de cuál reunión de hogar fue recibida.

Las reuniones de los niños

Los hermanos y hermanas que se reúnen regularmente en los hogares pueden haber estado acostumbrados a reunirse corporativamente en el salón de reuniones. Cuando iban allí, traían a sus hijos, para que mientras los adultos estaban en su reunión, los niños también pudieran tener su reunión. Ahora que algunos de estos hermanos y hermanas asisten a las reuniones de hogar, van a encontrar dificultades con respecto a cómo cuidar de sus hijos. Nuevamente, no existe una sola manera de atender esta necesidad. Usted debe decidir qué hacer según cuáles sean las circunstancias en ese momento. Si ciertas reuniones de hogar están cerca unas de otras, se podría reunir a todos los niños en una sola casa. Otra posibilidad que no es nada mala sería llevarlos a la reunión de hogar para que se compenetren con los niños de esa casa. Para ello se requiere que observemos la situación mientras la llevamos a cabo.

Llevar a otros a conocer la iglesia

Lo último, que también es lo más importante, es que no debemos mantener a las personas únicamente en las reuniones de hogar e impedir que asistan a las reuniones grandes. Esto no funciona. Tal vez al principio no sea necesario hacer algo en particular, pero gradualmente debemos llevarlos a conocer la iglesia. Hay varias maneras de hacer esto, así que debemos ser flexibles.

Si en una reunión de hogar hay de diez a veinte santos, es bueno que algunas veces los llevemos para que asistan a la reunión de la mesa del Señor en el salón de reuniones en la mañana del día del Señor. Creo que esto será de mucho ánimo para ellos. Tanto los recién salvos como aquellos que tienen mucho tiempo de ser salvos se compenetrarán juntos en la reunión y mutuamente serán alentados. Sin embargo, debemos tener presente que esto no es una norma establecida, sino algo completamente orgánico y flexible. Para ello se requiere que observemos la situación y tengamos contacto y comunión con los hermanos y oremos con ellos en los distritos o en los salones de reunión.

Tanto la pasada manera de reunirnos como la manera nueva que estamos implementando requieren que nos ejercitemos para ser flexibles. No hay ninguna norma muerta que debamos seguir; al contrario, debemos tomar ciertas decisiones según la situación real. Si algunos hermanos y hermanas recientemente han sido bautizados y se están reuniendo en algunos hogares, deben permanecer en sus reuniones de hogar por uno o dos meses. Una vez que en su distrito hayan aumentado en número, y quizás sean treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta, podemos guiarlos a establecer una reunión corporativa de distrito. No necesariamente tienen que ir al salón de reuniones. Podemos escoger la casa de alguno de ellos que tenga una sala más grande para que los santos de la vecindad se reúnan corporativamente. Estos asuntos no tienen que ser organizados por los ancianos. En tanto que los santos del distrito tengan comunión entre sí y oren conforme a la situación y necesidad reales, dicho grupo de treinta a sesenta personas puede reunirse. Después de tres o cuatro semanas podemos traer a todos estos hermanos y hermanas al salón de reuniones para que asistan a la reunión de la mesa del Señor en el día del Señor.

LAS POSIBILIDADES DE PROGRESO
DE LA NUEVA MANERA

El resultado de esta práctica será alentador. En el futuro habrá personas aquí en Taipéi asistiendo a diferentes clases de reuniones el mismo día del Señor. Algunos se reunirán en casas, otros en distritos, otros en los salones de reunión, e incluso otros en el estadio. Ésta es mi visión al largo plazo. Si el Señor tiene misericordia de nosotros, espero que nos conceda tener un salón de reuniones lo suficientemente grande como para dar asiento a diez mil personas a fin de que los santos puedan compenetrarse.

Nuestra visión tiene que ser ensanchada. Si queremos aumentar en número y propagar el recobro del Señor, debemos tomar este nuevo camino. Como todos sabemos, si continuamos practicando la vieja manera, seremos atados con cadenas y quedaremos confinados, sin ninguna posibilidad de salir. Que el Señor nos bendiga.

(Mensaje dado el 31 de marzo de 1987 en Taipéi, Taiwán)


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