Los de corazón puropor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-2060-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 2 Corintios 3:12-18 tenemos una porción maravillosa del Nuevo Testamento. Por una parte, dice que los hijos de Israel tienen un velo, y por otra, que cuando el corazón de ellos se vuelve al Señor, el velo es quitado. Que el velo sea quitado depende exclusivamente de que volvamos nuestro corazón al Señor. Cuando no se quita el velo, no hay luz, pero una vez que el corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. El velo se refiere a todo aquello que nosotros procuramos aparte del Señor mismo. Siempre que nuestro corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. Todos los velos que tenemos se deben al hecho de que nuestro corazón no está puesto en el Señor. Por consiguiente, el versículo 16 dice que cuando nuestro corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. Una vez que volvamos nuestro corazón al Señor y lo deseemos a El de una manera simple y pura, llegaremos a ser personas con un corazón puro. El que es de corazón puro no sabe nada; a él sólo le interesa el Señor. El no desea nada sino sólo al Señor. El que es puro de corazón no codicia nada del mundo, ni tampoco codicia nada de la esfera espiritual. El sí puede decir: “Oh Señor, ¿a quién tengo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra”. Su corazón es puro y no hay velo que lo cubra. Además, al haber sido quitados los velos que lo cubrían, la luz llega a iluminarle e inmediatamente él puede ver. Es menester que todos nos demos cuenta cuál es nuestro problema. Nuestro problema es que nuestro ser interior no es puro y que todavía está mezclado con muchas otras cosas. Por lo tanto, nuestro corazón necesita volverse al Señor.
Algunas personas posiblemente se pregunten: “¿Cómo sabemos que estamos centrándonos en otra cosa aparte del Señor mismo? ¿Cómo podemos reconocer estas cosas que nos distraen? Y, ¿cómo sabemos que además de centrarnos en el Señor, estamos interesados en algo más?”. En realidad, cada uno de nosotros ya lo sabe. Todos los problemas estriban en si estamos dispuestos o no a ser quebrantados y a recibir la disciplina de la cruz. En el ejemplo que mencioné anteriormente, el hermano discutió conmigo y trató de justificarse. Estoy seguro que, mientras argumentaba conmigo, este hermano percibía algún sentimiento contrario en su interior; del mismo modo, en el caso de las personas a quienes les gusta jactarse, ellas sienten algo parecido. Todas estas personas tienen tal sentimiento en su interior, pero la cuestión es si están dispuestas o no a obedecerlo.
En 2 Corintios 3:16 dice: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. El versículo 17 dice: “Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Cuando unimos estos versículos, dicen: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor ... y el Señor es el Espíritu”. ¿Qué significa esto? El apóstol escribió estos versículos uno después del otro porque sabía que podían preguntarle: “Usted quiere que me vuelva al Señor, pero ¿dónde está el Señor?”. El apóstol respondió a esta pregunta indirectamente al decir que el Señor es el Espíritu. Cuando las personas nos preguntan cómo podemos saber si nuestro corazón está vuelto al Señor, podemos responderles preguntando si su ser se siente en libertad. ¿Cree usted que aquel hermano que argumentaba conmigo sentía libertad? Estoy convencido de que cuanto más discutía conmigo, menos libertad tenía. Cuanto más él hacía caso omiso de su sentir interno y refutaba mis palabras, en mayor medida su espíritu era atado. Con el tiempo, llega el momento en que esta persona carece totalmente de luz. Una vez que alguien a quien le gusta jactarse empieza a hacerlo, pierde toda libertad en su ser debido a que el Señor Espíritu, que está en él, ha sido atado. Debemos preguntarnos: ¿Qué preferimos: jactarnos o volvernos al Señor, que ha estado atado en nosotros?
Ciertamente alguien que ama el dinero o a sus hijos más que al Señor, percibe algún sentimiento contrario en su ser. Todos podemos testificar que tenemos un sentir desagradable en nosotros cada vez que amamos el dinero, pues nos sentimos atados y oprimidos en nuestro interior. Así que, cuando oramos, los que nos escuchan saben que algo está pasando: el Señor dentro de nosotros no tiene libertad, está atado en nosotros. Si todavía amamos el dinero o a nuestros hijos más que al Señor, ¿cómo es posible que no nos sintamos incómodos? Pero si estamos dispuestos a volvernos al Señor, quien ha estado atado en nuestro ser, inmediatamente tendremos libertad y la luz nos inundará. ¿Qué nos estorba, y qué cosas buscamos además del Señor? Sin duda alguna, estas cosas nos hacen sentir mal por dentro. Cuando nos sentimos mal o incómodos por causa de cierto asunto, este asunto constituye un impedimento, o sea, es algo que anhelamos además del Señor mismo. Por lo tanto, debemos permitir, sin ninguna reserva, que el Señor lo quebrante.
Cuando vemos el entusiasmo de algunos jóvenes, no podemos negar que aman al Señor y van en pos de El. No obstante, ellos todavía tienen conflictos internos. Aunque todos son diferentes, hay ciertos problemas que son comunes entre ellos. Hace un año, cuando estos jóvenes no estaban deseosos ni entusiasmados de seguir al Señor, ya tenían un determinado problema; y este año, aunque esos mismos jóvenes ahora están deseosos y entusiasmados de seguir al Señor, ellos siguen teniendo el mismo problema. Si están siendo disciplinados en un determinado asunto, el problema fundamental persiste; si ellos luego son disciplinados en otra área de sus vidas, el mismo problema sigue presente. El problema de estos jóvenes es que cuando alguien señala sus errores, ellos siempre tienen una excusa. Aun cuando lo que hayan hecho sea un error obvio, no están dispuestos a reconocerlo como tal. No deben esperar hasta que el Señor regrese para poder decir: “Lo siento, me equivoqué”. De hecho, es muy raro oír a un joven decir: “Lo siento, erré”. Cuando la gente le señala sus errores, no sólo no están dispuestos a admitirlo, sino que dan muchas excusas. Este es un caso concreto que ilustra lo que es estar cubierto de velos, ya que ellos no están dispuestos a ser iluminados por la luz interna.
Si dejamos de ser iluminados por la luz durante un período prolongado, nuestro sentir interno se desvanecerá y caeremos en tinieblas. Cuando los demás nos hacen ver nuestros errores, debemos estar dispuestos a decir: “Lo siento, es mi culpa. Por favor, perdóneme”. Si podemos hacer esto, tenemos el entendimiento adecuado acerca de la luz. No obstante, cuando los demás señalan nuestros errores, es posible que nos justifiquemos y razonemos pensando que nuestras fallas son inevitables; aún más, si nos critican de nuevo, y volvemos a defendernos, esto indica que nuestro ser interior está totalmente cubierto de velos y se encuentra en tinieblas. Cuando los cónyuges discuten en casa, ambos sienten un malestar interno. En verdad, todos deben sentir esto por dentro, pero con el tiempo, debido a que han adquirido el hábito de discutir, ese sentir interno se pierde. Por lo tanto, no debemos afirmar que nuestras acciones son razonables. Incluso cuando hacemos algo razonable no debemos defenderlo, porque aun nuestro propio raciocinio está impregnado con algo del yo. Siempre y cuando veamos la luz y tengamos un sentir interno, debemos aceptar el quebrantamiento y la disciplina que proviene de esta luz. De esta manera, no nos hallaremos en tinieblas.
Es menester arrepentirnos al Señor debido a nuestra incapacidad para ver la luz. En la vida de iglesia, leemos la Biblia todos los días, pero quizás no tengamos luz en nuestro interior. Tenemos la Biblia en nuestra mente, pero no hay luz en nuestro ser. También somos fervientes en nuestro servicio al Señor, pero no hay luz ni realidad en nuestro servicio y no sabemos por qué estamos sirviendo. Además, mientras laboramos, nuestro ser interior esta lleno de confusión y sin luz. Vivimos la llamada “vida espiritual” un día tras otro sin que tengamos una visión espiritual fresca, y percibimos que le falta algo a nuestro ser. Cada día nos levantamos temprano a leer la Biblia. Todos los días visitamos a otros y cuidamos de ellos; con todo, puede ser que no tengamos ninguna revelación fresca ni un sentir fresco en nuestro ser.
No obstante, un creyente que vive delante del Señor debe estar resplandeciente y fresco todos los días. Siempre que él viene al Señor recibe luz, y ésta no es la luz del día anterior, sino la luz fresca que recibió hoy. Su ser interior siempre está claro y seguro de la dirección en su servicio, así como del mover del Espíritu Santo. No sólo conoce la dirección en que se mueve la iglesia, sino que también conoce el propósito que Dios tiene para la iglesia en la tierra. Su sentir interior está siempre fresco y resplandeciente. Esta clase de persona siempre está aprendiendo algo nuevo y es iluminada nuevamente cada día. Cuando otros entran en contacto con él, aunque sientan que no es una persona muy afectuosa, perciben que su ser interior es dócil y fresco, claro como el cristal y transparente. Algunos creyentes, incluso habiendo recibido gracia del Señor, son muy ásperos; el problema de ellos es que su corazón no es lo suficientemente puro para el Señor. Ellos son muy complicados por dentro, así que, cuando se sienten incómodos interiormente, no están dispuestos a aceptarlo. Todos nosotros tenemos un sentir interior, pero, con frecuencia, no recibimos el quebrantamiento que viene con ese sentir. Esa renuencia equivale a rechazar la luz.
El hombre no entra repentinamente en las tinieblas; más bien, entra en ellas de manera gradual. La puesta del sol siempre es desde la mañana hasta la tarde, de la tarde hasta el atardecer, y del atardecer al anochecer. No obstante, el anochecer todavía no es el tiempo más oscuro. Todo aquel que entra en las tinieblas, lo hace de una manera gradual, sin darse cuenta de lo que le está sucediendo. Es de esa misma manera, sin cobrar plena conciencia de ello, que el hombre gradualmente se desvía hacia algo que no es el Señor. Este es el resultado de no tener luz en nuestro interior. Por consiguiente, si nos sentimos incómodos o confundidos en cierta área, es en esa área en la que necesitamos que el Señor nos ilumine y nos quebrante. Si el Señor nos quebranta continuamente de esta manera, la luz dentro de nosotros brillará más y más, porque los velos que tenemos en nosotros serán quitados poco a poco.
Por ejemplo, suponga que soy una persona que siempre se está justificando delante de los demás. Si usted viene y me dice algo, y yo le trato de explicar la situación, mi ser interior se sentirá incómodo. En ese momento, yo debería inmediatamente acoger ese sentir, bajar mi cabeza y decirle al Señor: “Oh Señor, no diré nada; incluso si me malentienden, no diré nada”. No debemos desobedecer el sentir y resplandor internos, ni tampoco debemos desobedecer la visión interior. Una vez que el Señor nos da tal sentir, debemos someternos a él. Muchos de nosotros podemos testificar que siempre que somos detenidos por tal sentir, inmediatamente hay libertad en nuestro espíritu. Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Algunas personas siempre preguntan: “¿Cómo sabemos si nuestro corazón está vuelto al Señor?”. Sabemos que nuestro corazón está vuelto al Señor cuando nuestro espíritu goza de libertad. Cuando estamos discutiendo con nuestra esposa o esposo y sentimos que nuestro ser interior no se siente libre, debemos inclinar nuestra cabeza inmediatamente y decirle al Señor: “Oh Señor, ya no voy a pelear”. Una vez que nos detenemos, nuestro ser interior es liberado, nuestro espíritu es liberado y podemos alabar al Señor. Si somos así todas las mañanas, nuestra vida diaria se mantendrá fresca. Pero, si seguimos discutiendo y desobedecemos este sentir que nos incomoda, me temo que durante todo el día, desde la mañana hasta el anochecer, nuestro ser interior estará confuso y en tinieblas, y nuestro espíritu no tendrá libertad. Cuando nuestro corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.