Perfeccionamiento de los santos y la edificación de la casa de Dios, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7391-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hay tres pasos necesarios en la edificación de la iglesia. El Señor primeramente da dones a la iglesia, y los dones perfeccionan a los santos en diferentes lugares. Luego los santos perfeccionados pueden ejercer su función conforme a su medida porque su función orgánica ha sido activada por medio del perfeccionamiento. Como resultado, los santos perfeccionados son los que edifican la iglesia directamente. Perfeccionar a alguien significa hacerlo útil. Por consiguiente, perfeccionar a un santo es hacerlo útil en la edificación de la iglesia.
¿Un obrero edifica la iglesia en una localidad directamente, o perfecciona a otros? La edificación directa de la iglesia la deben llevar a cabo los santos perfeccionados, no los obreros. Un obrero perfecciona a los santos; él no edifica la iglesia directamente. Si laboramos en una localidad, pero la edificación de la iglesia se detiene después que nos vamos, nuestra obra está mal. ¿Qué clase de obra estamos realizando? ¿Estamos edificando la iglesia directamente? Por supuesto, hay una porción de la edificación que nosotros realizamos directamente según nuestra función, pero nuestra obra principal consiste en perfeccionar a los santos. De lo contrario, ¿qué sucederá si nosotros, al igual que Felipe, súbitamente somos arrebatados (Hch. 8:26, 39)? ¿Qué harán las iglesias si repentinamente somos arrebatados? El que seamos arrebatados no será un problema siempre y cuando los santos sean perfeccionados y puedan edificar la iglesia directamente.
Si nosotros, los obreros, edificamos la iglesia directamente, estamos reemplazando a los santos en la edificación de la iglesia. Sin embargo, el hecho de que perfeccionemos a los santos para que ellos edifiquen la iglesia no significa que no podamos en absoluto edificar la iglesia directamente. En vez de ello, significa que nosotros perfeccionamos a los santos en lugar de reemplazarlos. Algunos santos no saben cómo edificar la iglesia, así que les enseñamos. Otros santos no son capaces de edificar la iglesia, así que los perfeccionamos y los hacemos capaces. Nosotros no reemplazamos a los santos, sino que los perfeccionamos y dejamos que ellos realicen la obra de edificación directamente. Esto requiere nuestra atención.
La capacidad que usted tiene de realizar una tarea por sí mismo no es necesariamente un indicio de gran capacidad. Sin embargo, un obrero que pueda enseñar a los santos a hacer algo mejor que él mismo, sin duda tiene una gran capacidad. Los obreros deben perfeccionar a los santos. Entonces los santos serán igual de capaces —o incluso más capaces— que los obreros.
No debemos reemplazar a los santos en la edificación de la iglesia; antes bien, debemos perfeccionarlos. Debemos hacer útiles a los santos y permitir que ellos edifiquen la iglesia directamente. Es posible que pensemos que tenemos muy claro este principio, pero tal vez sea así sólo mientras escuchamos el mensaje, no cuando servimos en nuestras localidades. Nuestra obra demuestra que todavía no tenemos claro este principio. Algunos obreros dicen que puesto que ellos no son un apóstol ni un profeta, no pueden perfeccionar a nadie. Al mostrar tal humildad, ellos incluso preguntan a quién deben perfeccionar. Aunque eso suena correcto, usan sus palabras para continuar reemplazando a los santos. Eso no está bien. Bajo ninguna circunstancia debemos reemplazar a los santos. No se trata de si somos personas dotadas, sino de si podemos perfeccionar a otros.
Los ancianos y los santos que son responsables por las reuniones de grupo deben recordar este principio. Cuando laboren, deben perfeccionar a los santos. De lo contrario, su labor reemplazará a los santos. Por ejemplo, los ancianos saben administrar la iglesia. Cuando un anciano labora, debe tener algunos santos con él a fin de perfeccionarlos. Los santos que son responsables por las reuniones también deben laborar conforme a este principio. Un hermano puede laborar de tal manera que cuanto más labora, más responsabilidad sobrelleva; sin embargo, los demás santos participan menos, y él es incapaz de perfeccionar a los santos. En ese caso su obra no es apropiada.
Los apóstoles, los profetas e incluso los santos responsables por las reuniones deben laborar conforme a este principio. Inicialmente, los ancianos tienen la responsabilidad en una iglesia. Los santos que se levantan para compartir las responsabilidades tienden a hacer todo por sí mismos debido a que pocos santos son perfeccionados para servir. Sin embargo, después que los santos responsables sirven por unos cuantos meses, ellos debieran incluir a otros santos para que lleven la responsabilidad. Esto no significa que los santos responsables suelten a la ligera sus responsabilidades. Los santos responsables perfeccionan a los santos al servir con ellos. Ellos deben enseñarles a los santos conforme a la capacidad de ellos. Se puede enseñar a un santo a llevar la responsabilidad, y si comete un error, es posible corregirlo. Así, él pronto podrá llevar la responsabilidad por sí mismo.
Luego se puede enseñar a otro santo a llevar la responsabilidad. En dos o tres años, todos los santos podrán hacer lo que usted puede hacer. Además, cuando el número de santos en una reunión aumenta a cien santos, la reunión debe dividirse en dos reuniones. Entonces habrá muchos santos que podrán llevar la responsabilidad en la nueva reunión, porque fueron perfeccionados bajo la dirección de los hermanos responsables.
En la edificación de la iglesia, es crucial que los santos que saben edificar perfeccionen a los demás santos a edificar. En principio, las personas dotadas saben edificar la iglesia. Tal vez digamos que en nuestra localidad no tenemos ningún profeta ni ningún apóstol; pero debemos reconocer que podemos edificar la iglesia un poco, pues tenemos un pequeño don. Un hermano que tiene el deseo de servir en una localidad durante cinco años debe tener un “plan a cinco años”. ¿Qué les sucederá a los santos cuando él se vaya? ¿Se debilitará la iglesia y “cerrará sus puertas”, o continuará desempeñando un servicio más fuerte? Lo que realmente importa es si una iglesia local podrá seguir adelante después que nos vayamos.
Alguien que sabe laborar siempre procurará perfeccionar a otros. Esto no significa que él trabaje menos; antes bien, significa que él trabaja más que el resto de los santos, porque la mayor parte de su trabajo consiste en perfeccionarlos. Después de servir por tres o cinco años, los santos podrán hacer —y estarán haciendo— todo lo que él hace. Esto requiere que prestemos mucha atención. Ésta es la manera de edificar la iglesia. Conducir a otros a ser espirituales no significa que estemos edificando la iglesia, porque ser espiritual no es lo mismo que ser útil. Es posible conducir a otros a ser espirituales sin conducirlos a ejercer su función conforme a su medida. En consecuencia, habrá muchos santos espirituales en la iglesia, pero no mucha edificación.
Perdónenme por hablarles con franqueza. Yo sirvo y laboro con ustedes, y ante el Señor soy responsable de observar la condición de las localidades. Quizás ustedes sientan que yo no puedo entender su situación porque no estoy en su localidad, y porque no tuve comunión con ustedes. Sin embargo, probablemente no exista otra persona que esté más preocupada por su situación que yo.
Algunos de los obreros carecen de peso espiritual en su obra y, por ende, no ven resultados. Otros obreros brindan ayuda espiritual a los santos, pero no los perfeccionan para que sean útiles. Los santos a quienes sirven no llegan a ser útiles. Un buen carpintero puede usar madera de cualquier calidad y convertirla en algo útil. Sin embargo, aunque algunos de nuestros obreros brindan a los santos ayuda espiritual, los santos aún no son vasos útiles. Podemos comparar esto a un carpintero que labora con diferentes trozos de madera hasta que las piezas son lisas y están pintadas con bonitos colores, pero no tienen ninguna utilidad. No son más que piezas de madera; no se ha producido nada útil como por ejemplo, un escritorio o una silla.
Debemos ver nuestra carencia y humillarnos. Es una necedad ser orgullosos. Si una iglesia local ha estado en nuestras manos por muchos años, ¿cuál es el resultado? No debemos ser orgullosos. Nuestra condición debe hacer que nos humillemos. Muchos santos han pasado por nuestras manos; nosotros los contactamos y los dirigimos. ¿A cuántos de estos santos perfeccionamos para que fueran útiles? No debemos decir que tenemos material de mala calidad. Tal vez parte del material no sea bueno, pero no todo el material es malo. El problema no es la calidad del material, sino si somos capaces de producir vasos útiles con el material que tenemos. Tal vez sea una pérdida de tiempo usar madera de la mejor calidad para hacer una silla, pero, con todo, la silla es útil. Quizás sea un desperdicio aun mayor hacer una silla de oro puro o de diamantes; no obstante, la silla aún podrá ser usada. Incluso si usamos madera de la peor calidad, la silla será útil. Por consiguiente, no depende de la clase de material que tengamos, sino de si hemos perfeccionado el material. Los santos en nuestra localidad pueden ser “madera de mala calidad”. Es posible que no sean un buen material, mucho menos oro o diamantes; pero, aun así, debemos convertirlos en algo útil.
Los dones no edifican la iglesia directamente; más bien, la edifican al perfeccionar a los santos. Los santos perfeccionados son los que luego edifican la iglesia directamente. En principio, los dones son los santos que saben cómo hacer las cosas. Un creyente que recibe la gracia del Señor es capaz de hacer las cosas. Sin embargo, el Señor no quiere que nosotros solos las hagamos. Él quiere que otros santos nos acompañen cuando nosotros hacemos las cosas, a fin de que sean perfeccionados para hacer lo mismo que hacemos. Debemos aprender a perfeccionar a los santos; de lo contrario, la iglesia no será edificada.
Este problema no es tan evidente en las iglesias más pequeñas. Sin embargo, en las iglesias más grandes es bastante evidente. Este problema es la razón por la que la iglesia en Taipéi no ha sido edificada. Los santos que se reunían en las seis o siete reuniones de distritos no fueron edificados. Aun después que formamos veinte reuniones más pequeñas, los santos aún no fueron edificados porque sólo unos pocos santos sabían perfeccionar a otros. Hay muchos santos que saben hacer las cosas, pero no saben perfeccionar a otros. La iglesia necesita de un grupo de santos que no sólo sepa hacer las cosas, sino también enseñar a otros para que hagan las mismas cosas, y de ese modo los perfeccionen.
Es difícil dar ejemplos de los asuntos espirituales porque son abstractos. En cambio, los asuntos prácticos son concretos y claros. Algunos santos son muy buenos para hacer las cosas en las reuniones grandes, pero no saben perfeccionar a otros. Como resultado, no hubo suficientes santos que pudieran hacerse cargo de los asuntos prácticos de la iglesia cuando formamos distritos más pequeños y tuvimos necesidad de que más santos llevaran la responsabilidad. Por esta razón, los asuntos prácticos de la iglesia han sufrido pérdida. Esto nos muestra que la necesidad más urgente que tenemos es aprender a perfeccionar a otros. Si no hay suficientes santos perfeccionados, la iglesia no podrá ser edificada, y el número de santos no crecerá. Más aún, cuando no hay suficientes santos perfeccionados, cualquier incremento numérico que tengamos hará las reuniones caóticas. Si sólo tenemos tres o cuatro piedras, éstas no tienen que ser edificadas. Pero miles de piedras tienen que ser edificadas; de lo contrario, habrá caos. Incluso si las piedras son pulidas y se ven bonitas, no tendrán ninguna utilidad porque no han sido edificadas; son un apilamiento de piedras. Por el bien de la edificación de la iglesia, debemos tener un plan de perfeccionar a los santos.
El material en la iglesia tiene por finalidad la edificación; no simplemente ser exhibidos. Los obreros de construcción edifican con los materiales; ellos no embellecen los materiales. Sin embargo, algunos colaboradores sólo embellecen los materiales de edificación; no saben perfeccionar a otros, lo cual es la verdadera obra de edificación. Los santos que saben perfeccionar a otros son los verdaderos colaboradores de Dios.
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