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Estudio-vida de Ezequielpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6480-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 27 Sección 2 de 4

Un mover extraordinario

Los seres vivientes tienen más de una manera de moverse. Primero, ellos pueden moverse volando, pues tienen alas de águila. Ellos también pueden moverse al andar valiéndose de los pies de becerro. Estas dos maneras de moverse son útiles para un mover ordinario; pero cuando ellos tienen que moverse de manera especial, se mueven valiéndose de una rueda.

En su trabajo usted debe moverse diariamente valiéndose de las alas de águila y de los pies de becerro. Si procede de este modo, sus colegas percibirán que con usted hay algo poderoso. Usted puede sufrir cosas que ellos no pueden sufrir y puede soportar cosas que ellos no pueden soportar debido a que tiene alas de águila. Ellos también podrán percibir que en su carácter y comportamiento usted es honesto, directo, franco y sincero, sin malicia alguna. Ellos verán las alas de águila y los pies de becerro en usted, por lo cual serán redargüidos en su conciencia.

Además de esta clase de mover con usted en su trabajo, también debe haber otra clase de mover: un mover extraordinario, el mover de una rueda. Con el tiempo, debido a que el mover de la rueda está con usted, es posible que algunos de sus colegas sean ganados por el Señor.

Si trabaja en su centro de labores por varios años sin que nada suceda en favor de los intereses del Señor, esto indica que el mover del Señor no está con usted. Tal vez usted se considere una persona espiritual y celestial, pero no tiene la rueda consigo. Si el mover del Señor no está con usted, es cuestionable que tenga las alas de águila, las manos de hombre y los pies de becerro. Esto podría ser indicio de que mientras usted está en su trabajo, es un tanto mundano y no es un ser humano apropiado, por lo cual el mover del Señor no lo acompaña. Pero si usted tiene alas de águila, manos de hombre y pies de becerro, ciertamente tendrá una rueda a su lado. El mover del Señor estará con usted.

A todo lugar al que vamos debe acompañarnos una rueda alta y asombrosa. Si nos mudamos a cierta ciudad, debe haber una rueda en esa ciudad. Si nos mudamos a cierto país, debe haber una rueda en ese país. La presencia de la rueda demostrará que somos personas apropiadas, esto es, que tenemos las alas de águila, las manos de hombre y los pies de becerro. Como ya dijimos, si no tenemos las alas de águila, las manos de hombre ni los pies de becerro, no somos aptos para tener una rueda a nuestro lado.

Si hemos de tener la rueda, debemos ser los seres vivientes apropiados. Esto significa que debemos experimentar el soplar del viento, el cubrir del Espíritu y el arder del Espíritu a fin de obtener mucho electro. También debemos tener las cuatro caras que expresan a Cristo de manera adecuada así como las alas de águila que nos permiten movernos y comportarnos de una manera divina. Más aún, tenemos necesidad de los pies de becerro para andar de manera recta y sincera, de modo que los demás sean redargüidos y nosotros seamos recomendados ante sus conciencias. Si ésta es la situación en la que estamos, entonces con certeza tendremos una rueda alta y asombrosa al lado nuestro. Esta rueda es el mover del Señor.

Consideren al apóstol Pablo. Al leer sus Epístolas y el libro de Hechos, podemos percatarnos de que Pablo se consideraba a sí mismo menor que el más pequeño de todos los santos (Ef. 3:8). Incluso su nombre, Pablo, significa “pequeño”. Pablo era un hombre pequeño; no obstante, con él estaban las alas de águila, las manos de hombre y los pies de becerro. Por tanto, dondequiera que iba, había una gran rueda alta y asombrosa. La situación debe ser la misma con nosotros hoy. Debemos tener las alas de águila, las manos de hombre y los pies de becerro y, por ende, tener una gran rueda para el mover del Señor.

DETALLES CON RESPECTO
A LAS RUEDAS ALTAS Y ASOMBROSAS

Procedamos ahora a considerar un número de detalles con respecto a las ruedas altas y asombrosas.

Las ruedas están al lado de las caras
de los seres vivientes

Las ruedas estaban al lado de las caras de los seres vivientes (Ez. 1:15). Esto indica que si hemos de tener el mover del Señor entre nosotros, es imprescindible que primero expresemos al Señor en nuestro vivir. Si en nuestro vivir manifestamos la expresión de Cristo, tendremos la rueda del mover del Señor con nosotros.


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