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Perfeccionamiento de los santos y la edificación de la casa de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7391-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 13 Sección 3 de 3

LOS MINISTROS DE LA PALABRA
REPRESENTAN A DIOS

Los que ministran la palabra representan a Dios. Esto tiene que ver con nuestra persona. Debemos ser personas que hablan por Dios como Sus representantes. Puesto que somos representantes de Dios, no podemos hablar nuestras propias palabras. Debemos ser personas que también contactan a Dios y tienen comunión con Él continuamente. No debemos dar un mensaje si no podemos tocar a Dios ni tener comunión con Él. Cuando damos un mensaje, debemos tener comunión con Dios. Cuando nuestra condición no corresponde con lo que hablamos, no hablamos por Dios. Lo que hablemos debe ministrar a Dios; de lo contrario, no estaremos hablando por Dios, y nuestras palabras serán vanas y vacías.

LOS MENSAJES NO DEPENDEN
DE QUE EL TEMA SEA SENCILLO O PROFUNDO,
NUEVO O VIEJO, SINO DE QUE SEAN VIVIENTES

Los mensajes que demos no deben depender de si el tema es sencillo o profundo. Un mensaje que es profundo no necesariamente es bueno. Tal vez pensemos que debemos hablar sobre algo profundo, porque ya otros han hablado acerca de la regeneración. Debemos abandonar este concepto. Podemos dar un mensaje sencillo sobre la regeneración aun si otros hablan acerca de permanecer en el Señor o de la regeneración de una manera profunda. No importa si un mensaje es sencillo o profundo; tampoco importa si es nuevo o viejo. Debemos estar dispuestos a hablar del mismo tema. Tal vez un hermano habló de la regeneración la semana pasada, otro hable de la regeneración esta semana y otro vaya a hablar sobre la regeneración la semana próxima. Podemos hablar sobre la regeneración por varias semanas. Cuanto más hablemos sobre la regeneración, más serán abastecidos los santos. No debemos tener temor de repetir los temas. No siempre debemos estar buscando nuevos temas. Si siempre andamos buscando temas nuevos, terminaremos por hablar sobre muchos temas extraños.

Nuestra única preocupación debe ser que un mensaje sea viviente, y no que sea sencillo, profundo, nuevo o viejo. Podemos compartir el mismo mensaje de diversas maneras. Si los hermanos que ministran la palabra en la iglesia en Taipéi dan cincuenta mensajes vivientes acerca de la regeneración, la iglesia en Taipéi será vivificada. Debemos dar mensajes que sean vivientes, y no mensajes profundos, nuevos o extraños. A fin de dar un mensaje viviente, no debemos sentirnos muy cómodos ni depender mucho de nuestra mente. Si queremos dar un mensaje viviente, nuestro espíritu debe estar fresco y viviente.

NO HACER HINCAPIÉ
EN LA LÓGICA

Además, en vez de hacer hincapié en la lógica, nos debe preocupar si los santos pueden tocar a Dios y la vida y si el mensaje es viviente. Muy pocas personas prestan atención a la lógica de un mensaje en una reunión. Algunos santos ni siquiera recuerdan claramente cuál es el tema de un mensaje, pero sí se acuerdan de lo que los conmovió. Por lo tanto, no debemos preocuparnos tanto por presentar un mensaje de manera lógica. Las Escrituras fueron escritas por hombres que eran movidos por el Espíritu Santo. Si bien la Biblia no es ilógica, tampoco es rígidamente lógica. No obstante, la Biblia sí tiene su lógica.

EVITAR EL ESTUDIO EXPOSITIVO DE LA BIBLIA
Y LAS COSAS RELACIONADAS CON EL CONOCIMIENTO

Los hermanos que ministran la palabra no debieran citar de demasiadas fuentes, ya que esto no ayuda a los santos. Citar de muchas fuentes inevitablemente hará que los mensajes meramente contengan conocimiento al estilo de la exposición bíblica. Debemos tratar de evitar esto. La exposición de la Biblia debe impartir vida. Si no imparte vida, no debemos usarla. Ya sea que demos un mensaje en una reunión de edificación, en una reunión de estudio bíblico o con el propósito de tener comunión, debemos hacer todo lo posible por evitar presentar demasiadas cosas. No debemos pensar que sea útil citar muchas fuentes. Si exponemos la Palabra, debemos hacerlo conforme a la vida para suplir la necesidad en la reunión. Podemos comparar esto a un árbol frutal, que tiene ramas, hojas y fruto. La parte comestible de un árbol es su fruto. La función de las demás partes del árbol es producir el fruto.

En la Biblia encontramos muchas palabras, pero algunas de ellas son ramas y hojas que sustentan las cosas que nos brindan un suministro. Éstas no son el fruto. No podemos eliminar estas palabras, porque sin ellas las palabas cruciales no sobrevivirían. Podemos comparar esto a cortarle a un árbol todas las hojas y ramas, y aun así esperar que el árbol dé fruto. Las palabras que corresponden a las ramas y hojas sirven de sustento al fruto que suministra la vida. No debemos dar de comer a los santos las “ramas y hojas”. Algunos hermanos citan demasiadas fuentes cuando dan un mensaje. Debemos fijarnos y estar seguros de que lo que citemos ministre vida a los santos. No debemos dar mensajes que despierten la curiosidad de los santos; antes bien, debemos suministrarles vida. El alimento preparado en una cocina tiene por finalidad suministrar nutrientes a las personas. No debemos alimentar a las personas con las ramas. No se trata de si algo proviene de la Biblia, sino de si suministra vida. Es inútil darles a los santos algo que está en la Biblia si esto no les suministra vida.

Probablemente nos resulte difícil recibir esta palabra. Sin embargo, según mi observación, los hermanos que ministran la palabra citan demasiadas fuentes cuando dan un mensaje. Esto muchas veces hace que los santos sólo tengan disputas acerca de la Biblia. A través de los años los santos se me han acercado con muchas preguntas acerca de la exposición bíblica, pero yo nunca les he contestado sus preguntas. Raras veces respondo a preguntas después que doy un mensaje porque la mayoría de ellas conducen a discusiones. Los hermanos deben aprender a comer solamente el fruto, y no las ramas ni las hojas.

Necesitamos ser librados de los debates. Por lo tanto, a fin de evitarlos, no debemos traer cosas que distraigan a los santos. Cuantas más distracciones introduzcamos, más debates habrá. Debemos dar una sola clase de mensaje, el cual es una palabra de vida. Debemos recibir de la Palabra de Dios sólo las cosas que nos suministran vida. Las exposiciones bíblicas y los estudios de palabras deben estar en nuestro escritorio, no en la mesa del comedor. Lo que presentemos desde el podio debe suministrar vida.

Algunos hermanos quizás se ofendan con esta palabra. Pero como un hermano suyo, tengo que amonestarlos. Si no recibimos esta comunión, cosecharemos el fruto de nuestra labor en el futuro. Todo lo que el hombre siembra, eso también segará (Gá. 6:7). Si les damos vida a los hermanos y hermanas, disfrutaremos del fruto de nuestra labor. Es algo insignificante que nosotros suframos, pero es muy grave que la iglesia sufra pérdida. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos haga prestar atención a este asunto. Que únicamente sepamos que Dios en Su Hijo y por el Espíritu Santo es nuestra vida, y que esto sea de lo único que hablemos.

No queremos nada más aparte de esta palabra. Así como las espinas sirven de sostén al pez y no son para comerlas, algunas palabras en la Biblia sustentan las palabras que dan vida. Estas palabras eran necesarias para escribir la Biblia; pero no nos comemos estas palabras, ni tampoco se las damos a comer a los santos. Únicamente les damos a los santos las palabras que dan vida. Somos insensatos si les damos a los santos las espinas. En vez de ello, debemos darles la carne. Debemos darles a los santos sólo el alimento, sólo lo que pueden comer; de lo contrario, lo que les demos les hará daño.

CONCLUSIÓN

El ministerio de la palabra debe ministrar palabras que sean espíritu y vida y que hagan que los santos toquen a Dios. Tales palabras se centran en que Dios sea la vida del hombre. Por consiguiente, debemos aprender a contactar a Dios y a tener comunión con Él a fin de que nuestras palabras sean palabras de Dios y nosotros representemos a Dios. Cuando demos un mensaje, no debemos buscar material que sea profundo, novedoso o extraño. Un mensaje debe ser viviente; no importa si el contenido es profundo, sencillo, viejo o nuevo. Cuando hablemos, debemos seguir la inspiración del Espíritu y no preocuparnos por ser lógicos. Debemos seguir la impresión que tenemos en nuestro espíritu y no preocuparnos si somos detallados o completos. La lógica no les imparte vida a las personas. El Espíritu es quien vivifica a las personas y les da vida. Los hermanos que ministran la palabra verdaderamente necesitan acudir al Señor, porque ésta es una gran carencia entre nosotros.

Muchos problemas que hay entre nosotros no podemos resolverlos en esta ocasión, porque estamos carentes de las palabras de vida. Que el Señor tenga misericordia de nosotros, y que no sepamos otra cosa que dar mensajes en cuanto al Dios Triuno como nuestra vida. Que continuamente aprendamos, experimentemos y crezcamos en esto a fin de suministrar a los santos palabras de sabiduría. Podemos hablar de muchos temas, pero debemos dar un solo mensaje. De este modo, la iglesia será gloriosa.


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