Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-377-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El problema de los hijos de Dios consiste en que ellos se dan cuenta de lo que Dios exige a Abraham, pero no ven la manera de satisfacer dicha exigencia. Después de ver la meta de Dios, piensan que deben tratar de alcanzarla. No comprenden que la vida cristiana, una vida de victoria, de libertad y de santificación, no se puede lograr sino sólo recibir. El principio básico de Isaac es que todo lo recibe. La salvación la realiza el Señor Jesús. Una vez que la recibimos, somos salvos. La salvación no es una carrera en la cual hay que subir la escalera celestial y en la cual no hay seguridad hasta que uno haya luchado tortuosamente y alcanzado el último peldaño. La salvación no se adquiere en el cielo, sino que Dios la envía desde el cielo. Lo mismo es válido en cuanto a la victoria. No necesitamos esforzarnos día tras día por conseguirla. Nosotros no vencemos nuestros pecados ejerciendo una voluntad férrea. Igual que la salvación, también la victoria se recibe. No es necesario hacer nada por nuestra cuenta; lo único que necesitamos hacer es recibirla. Cuando vemos y recibimos, podemos decir: “¡Señor, te agradezco y te alabo porque todo lo he recibido en Cristo!”
En 2 Pedro 1:4 tenemos estas valiosas palabras: “Por medio de las cuales El nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. No sabemos cuántos cristianos hayan notado las palabras “habiendo escapado”. ¡Cuán maravillosas son estas palabras! Muchos cristianos dicen: “¡Cómo deseo poder escapar!” Pero Dios dice: “Habiendo escapado”. El no nos pide que escapemos, ni tampoco dice que debemos esforzarnos por escapar. La expresión “habiendo escapado” significa que el escape es un hecho. Lo único que tenemos que hacer es recibir. Esto es lo que significa Isaac.
El significado de Isaac es que Dios hace la obra, y nosotros la recibimos. Nosotros no estamos anhelando continuamente, ni esforzándonos ni esperando. Simplemente, nos sentamos y cosechamos el fruto. No tenemos que preocuparnos por nada, pues somos hijos y ya estamos en la debida posición. Puesto que somos hijos, también somos herederos y somos aptos para heredar la posesión de la familia. Puesto que somos Isaac, podemos disfrutar. Todo esto es la gracia de Dios.
Sin embargo, ¿qué hacen muchos cristianos? Intentan hacer lo que no pueden. Hay cosas que no desean hacer, pero se dan cuenta de que Dios quiere que las hagan; así que, se esfuerzan por hacerlas. Por otro lado, hay cosas que ellos desean hacer, y saben que Dios no quiere que las hagan; por tanto, se esfuerzan por no hacerlas. Son cristianos porque tratan de hacer “obras”. Esto es absolutamente erróneo. Esto no es Isaac, porque en ello no hay ningún deleite.
Lo que debemos hacer es obrar movidos por la vida que Dios nos dio en Cristo. Esta vida hace espontáneamente lo que Dios desea y no nos obliga a hacer nada. Al mismo tiempo, esta vida se aleja de las cosas que Dios no quiere que hagamos. Como resultado, se hace innecesario que nos esforcemos por apartarnos de ciertas cosas, pues nos alejamos de ellas espontáneamente. No tenemos que esforzarnos por hacer nada. Esto es Isaac. Dios tiene una provisión, y nosotros debemos estar bajo esta provisión. Esto es Isaac. Cuando Abraham estaba a punto de ofrecer a Isaac, éste hizo una sola pregunta: “¿Dónde está el cordero para el holocausto?” Pero su padre contestó: “Dios se proveerá”. Esto es lo que caracteriza a Isaac: él disfruta la provisión de Dios.
¿Cuál es entonces el significado del Dios de Isaac? El Dios de Isaac significa que todas las exigencias, expectativas y normas que El estableció con Abraham las cumple El mismo. En Abraham vemos el propósito de Dios, y en Isaac la operación de Su vida. Las exigencias y normas de Dios se ven en Abraham, mientras que la provisión y los graneros de Dios se encuentran en Isaac.
El Dios de Abraham es el Dios que establece la norma para el vaso, mientras que el Dios de Isaac provee por medio de Su Hijo toda la vida y el poder que uno necesita para llegar a ser dicho vaso y satisfacer la norma. Isaac es el hijo y, como tal, lo hereda todo del padre. El hijo no necesita luchar con su propia fuerza. Nosotros no alcanzaremos la meta de Dios si sólo conocemos al Dios de Abraham, pues para hacerlo, necesitamos conocer al Dios de Isaac. Pero no nos detenemos aquí; también debemos conocer al Dios de Jacob. No es suficiente tener sólo a Abraham, ni tampoco es suficiente incluir a Isaac; Jacob también tiene que estar presente.
Jacob era una persona astuta y sagaz. Sin embargo, conocía a Dios. La obra de Dios en Isaac fue una obra de suministración, mientras que Su obra en Jacob fue una obra de quebrantamiento y disciplina. Estas dos clases de obras son diferentes. Dios siempre abastecía a Isaac, mientras que a Jacob siempre lo despojaba. Isaac recibía gracia continuamente delante del Señor, mientras que Jacob era disciplinado constantemente por El. En otras palabras, en Isaac vemos cómo Dios nos suministra a Cristo mientras que en Jacob vemos cómo el Espíritu Santo nos disciplina. Isaac nos muestra lo que significa disfrutar la vida que vence, mientras que Jacob nos muestra lo que significa el quebrantamiento de la vida natural. Isaac nos muestra las riquezas de la vida de resurrección de Cristo que Dios dio a Sus hijos, mientras que Jacob nos muestra cómo Dios quebranta la vida natural, la vida anímica y la energía carnal hasta que un día la corta de raíz tocando el encaje del muslo. Dios no dejará de obrar en nosotros hasta que nos demos cuenta de que en lo espiritual es inútil actuar basándonos en nuestros planes, nuestra sabiduría y nuestra fuerza. Dios desea enseñarnos una profunda lección: El quiere eliminar nuestro yo. En otras palabras, el Dios de Jacob complementa al Dios de Isaac, y el Dios de Jacob concuerda con el Dios de Isaac. Nuestra vida natural estorba la vida que Dios nos dio y le impide fluir libremente. Es por eso que Dios debe quebrantarla poco a poco. El cristiano debe ser quebrantado por Dios a tal grado que otros vean en él la marca de un golpe mortal. Desafortunadamente, algunos cristianos han sido disciplinados por el Señor decenas y aun centenares de veces, pero no han recibido el golpe mortal. Solamente un golpe mortal subyuga a Jacob y lo hace cesar de sus maquinaciones, sus planes, su energía y sus actividades. Una vez que cesa la actividad de la vida natural, la vida que Dios nos da es liberada. Si queremos que se perfeccione en nosotros todo lo que poseemos en Cristo, tenemos que asegurarnos de que no haya nada en nosotros que provenga de la vida natural. Debemos detener todo lo natural para que Cristo pueda ser manifestado en nosotros plenamente.
¿Qué clase de experiencias deberíamos buscar los cristianos? Necesitamos una visión delante de Dios como la de Abraham, una vida como la de Isaac, y el quebrantamiento del Espíritu Santo que experimentó Jacob. Estas son las tres experiencias específicas que debemos procurar. No pensemos que una sola de ellas es suficiente. Necesitamos las tres a fin de poder ser valiosos a los ojos de Dios. Necesitamos una visión que perciba lo que Dios anhela, que comprenda que todo viene de Dios y que El es el Padre. Al mismo tiempo, necesitamos conocer la vida de Cristo y comprender que Su gracia es nuestra fuerza. Si vivimos por la carne, no alcanzaremos la meta de Dios, pues es Su obra la que nos hace Su vaso, no la nuestra. Puede darse el caso de que aun después de haber visto la vida de Cristo, sigamos ignorando lo que es nuestra carne. Consecuentemente, se nos hace fácil reemplazar la vida de Cristo con nuestra propia fuerza natural y tomar la gracia del Señor para glorificarnos a nosotros mismos y usarla como nuestra jactancia y orgullo. Por esta razón, necesitamos ser quebrantados así como lo fue Jacob.
Al tener la visión, podemos ver cómo Dios opera. Al tener la vida que vence, podemos alabar a Dios y tener la confianza para vencer. Pero todavía existe otro aspecto: Dios debe quebrantarnos. Si conocemos al Dios de Isaac, podremos decir confiadamente: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo” (2 Co. 2:14). “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Ro. 8:35). Aún así, seguimos necesitando conocer al Dios de Jacob. La manera en que Dios quebrantó a Jacob nos muestra que todavía es posible que caigamos. Nuestra propia confianza no puede garantizarnos lo contrario. Si el Señor deja de protegernos, podemos debilitarnos y caer en cualquier momento. En Isaac conocemos a Cristo, y en Jacob nos conocemos a nosotros mismos. Debido a que conocemos a Cristo, tenemos confianza, y debido a que nos conocemos a nosotros mismos perdemos la confianza en nosotros mismos. Cuando estos dos se combinan, vivimos plenamente a Cristo.
Algunas personas han visto que Dios es el Padre, que El lo es todo y que todo proviene de El. No obstante, siguen tratando de quebrantarse, reprimirse y restringirse a sí mismas por su propio esfuerzo. Mientras hacen estas cosas, no hay nada en ellos que los sustente con firmeza. Como resultado, pasan por mucho sufrimiento sólo para darse cuenta de que al fin y al cabo no lo logran. Esta no es la senda espiritual. Hay otras personas que han visto que Cristo es la vida. Han recibido a Cristo y con El, la vida vencedora. Pero se les olvida que su vida natural todavía está presente. No se han percatado de que su vida natural debe llegar a su fin como sucedió con sus pecados. Entonces, equivocadamente piensan que lo que pertenece a la vida natural es una manifestación de la vida que vence. Esta tampoco es la senda espiritual. No es suficiente comprender que Cristo es la vida que vence, pues también debemos estar conscientes de la vida natural.
Para poder ser el pueblo de Dios, Su vaso, para mantener Su testimonio y alcanzar Su meta, debemos conocer a Dios como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Las tres experiencias son necesarias. No es suficiente tener una ni dos. Llegará el día cuando Dios abrirá nuestros ojos para que veamos lo que El exige, para que veamos que El efectúa Su obra en Cristo y que Cristo es nuestra vida, para que veamos que El necesita tocar nuestra vida natural y quebrantarla. Si vemos estas tres cosas, avanzaremos. Repito que estas tres cosas son experiencias específicas. Así como Dios se reveló a Abraham, a Isaac y a Jacob y llegó a ser Su Dios, de la misma manera es necesario que se revele a nosotros y llegue a ser nuestro Dios. Necesitamos conocer a Dios en estos tres aspectos. Necesitamos saber lo que significa que Dios sea el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Necesitamos pasar por estas tres experiencias antes de poder avanzar de manera adecuada.
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