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Autoridad y la sumisión, Lapor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-3690-1
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LA AUTORIDAD DEBE SANTIFICARSE
EN SU VIDA Y EN SUS DELEITES

¿Por qué ofrecieron fuego extraño Nadab y Abiú? Según Levítico 10:9, Dios le dijo a Aarón: “Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión”. Muchos estudiosos de la Biblia afirman que los hijos de Aarón ofrecieron fuego extraño después de haberse embriagado. Según el versículo 5, es posible que ellos estuvieran desnudos en el santuario. Por eso, otros entraron y los sacaron a ellos y sus túnicas. Es muy fácil que una persona embriagada se desnude. Los israelitas podían tomar vino y bebidas embriagantes, pero un sacerdote no podía hacer lo mismo. Esto se relaciona con los deleites. No podemos disfrutar lo que otros disfrutan ni podemos regocijarnos en lo que otros se regocijan (el vino denota gozo). El siervo de Dios debe restringirse y diferenciar lo santo de lo común, y lo limpio de lo inmundo. Está bien que tengamos comunión en el Cuerpo de Cristo con los hermanos y las hermanas, pero no podemos llevar una vida liviana dado que tenemos un servicio especial. No podemos comprometernos con nada que elimine nuestras restricciones.

Levítico 21 enumera requisitos específicos que los sacerdotes debían cumplir para santificarse:

(1) No podían contaminarse con la muerte, excepto en el caso de parientes cercanos. Debían santificarse (vs. 1-4). Este es un requisito general.

(2) Un sacerdote debía santificarse en su forma de vestir y en su cuerpo (vs. 5-6). No podían raparse la cabeza ni recortarse la barba (lo cual hacían los egipcios cuando adoraban al dios sol). Tampoco podían hacerse cortadas en su carne (una costumbre africana).

(3) Un sacerdote debía santificarse en el matrimonio (vs. 7-9).

(4) El sumo sacerdote estaba limitado por un requisito adicional más estricto: no podía tocar cuerpo muerto, ni siquiera el de su padre o el de su madre (vs. 10-15). Por consiguiente, cuanto más alta sea la posición de un siervo de Dios, mayor es la exigencia de parte de Dios. Dios presta atención a la separación de Sus siervos de todo lo común. Cuando más se acerca una persona a Dios, más estrictos son los requisitos que Dios le exige. El grado de nuestra cercanía a Dios determina el grado de los requisitos que El nos impone. Cuanto más autoridad Dios le confía a alguien, más le exige. Dios da mucha importancia a la santificación de los que lo sirven.

LA BASE DE LA AUTORIDAD ES SU SEPARACION

La autoridad se cimienta en la separación. Sin ésta no hay autoridad. Si uno anhela la compañía de otros, no puede ser una autoridad. Si nuestra conversación con los demás no tiene restricciones, no se nos puede delegar autoridad. Cuanto más alta sea una autoridad, mayor será su separación. Dios es la autoridad suprema, por lo cual El ejerce la mayor separación. Todos nosotros debemos separarnos de los demás en todo lo que no sea santo. El Señor Jesús pudo haber actuado como quisiera, pero prefirió santificarse por el bien de Sus discípulos. El se separó y se mantuvo en la soledad. Debemos buscar gustosamente una separación profunda, una separación de las cosas que no sean santas. Esto no significa que debamos separarnos de los hijos de Dios aseverando que somos más santos. Cuanto más nos santifiquemos y nos restrinjamos, y cuanto más estemos bajo Su autoridad, más posibilidad tendremos de ser autoridad. No se podrá mantener la obediencia en la iglesia si quienes tienen autoridad no se comportan debidamente. Si no se establece claramente el asunto de la autoridad, habrá confusión en la iglesia.

Quienes tienen autoridad no deben usurpar la autoridad. Una persona a quien Dios le delega Su autoridad es un siervo Suyo y debe pagar el precio de renunciar a sus sentimientos. El siervo que recibe autoridad debe ascender a las alturas y no temer de la soledad, para así ser una persona santificada. Debe estar dispuesto a pagar el precio para restablecer la autoridad de Dios. Este es el camino por el cual el Señor conduce a la iglesia en la actualidad.


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