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Espíritu y el cuerpo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4516-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 7 de 21 Sección 1 de 3

CAPÍTULO SIETE

LA EXPERIENCIA QUE TENEMOS DEL ESPÍRITU,
DE LA SANTIFICACIÓN A LA GLORIFICACIÓN

El Espíritu maravilloso, todo-inclusivo y vivificante es el Espíritu que santifica. En este mensaje abarcaremos primeramente el aspecto santificador del Espíritu todo-inclusivo. Luego veremos que la santificación ocurre mediante la impartición de vida. El Espíritu todo-inclusivo que mora en nosotros hoy es Aquel que santifica, y Su obra de santificarnos se lleva a cabo mediante Su impartición de vida. Esta impartición de vida es la que nos transforma. Por consiguiente, también tenemos el aspecto transformador del Espíritu. Al leer el libro de Romanos podemos ver que la transformación implica la conformación. La transformación redunda en la conformación. Al hablar de conformación nos estamos refiriendo al hecho de ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29). Por medio de la conformación, llegamos a ser en la práctica los muchos hijos de Dios que cumplen el propósito eterno de Dios. Por lo tanto, tenemos la santificación, la impartición de vida, la transformación y la conformación. Romanos 8:29 y 30 nos muestran que la conformación redunda en la glorificación. La glorificación será la consumación máxima de la obra que realiza el maravilloso Espíritu. Por lo tanto, en este mensaje debemos abarcar cinco asuntos: la santificación, la impartición de vida, la transformación, la conformación y la glorificación.

LA OBRA SANTIFICADORA DEL ESPÍRITU

Empezaremos con la obra santificadora del Espíritu. Como vimos en el mensaje anterior, el Espíritu todo-inclusivo está en nosotros como una condición, un estado, de santidad. El Espíritu mismo es la esencia, la sustancia misma, de la santidad. Cuando este Espíritu todo-inclusivo entra en nuestro espíritu y permanece allí como la esencia de santidad, se produce en nuestro espíritu cierta condición de santidad. Hablemos una vez más del ejemplo de cómo se hace el té. Cuando ponemos una bolsita de té en una taza con agua caliente, de inmediato notamos en el agua una condición de té. Cuanto más revolvemos el agua, más se difunde el té en el agua y la satura. Finalmente, el agua será saturada de la esencia del agua. Por consiguiente, podríamos crear una nueva palabra y llamar a este proceso “teificación”. Así pues, la teificación es un ejemplo de la santificación. El Espíritu de santidad es semejante a la bolsita de té que es puesta en nuestro espíritu, el cual es como el agua caliente. De este modo, dentro de nuestro espíritu tenemos una condición que es del té divino. A medida que este té divino se mueve en nuestro interior, Su esencia santa se propaga en nuestro ser interior y satura cada parte de nuestro ser, desde el centro hasta la circunferencia. Finalmente, todo nuestro ser será saturado de esta esencia santa. En esto consiste la santificación.

Por muchos siglos, los cristianos han escrito libros acerca de la santificación. Hemos leído un buen número de estos escritos, pero ninguno de ellos nos satisfizo completamente, porque no concordaban con nuestra experiencia. Luego, a medida que avanzamos en la experiencia de la santificación, empezamos a descubrir que este proceso se asemeja a lo que hemos llamado teificación. Si observamos la manera en que una bolsita de té “teifica” el agua caliente, entenderemos el proceso de la santificación. En la santificación somos saturados de la esencia santa y divina. Examine su experiencia. ¿No ha estado el Espíritu extendiendo el elemento divino en su interior? Ésta es la obra santificadora que realiza el Espíritu de santidad.

LA IMPARTICIÓN DE VIDA

A medida que el Espíritu nos santifica interiormente, nos imparte la vida de Dios. Impartir la vida de Dios en nuestro ser significa que Él nos da vida. Cuando fuimos salvos y regenerados, recibimos la vida de Dios en nuestro ser. Sin embargo, eso no significa que hubiéramos recibido la vida de Dios en un sentido total. Aunque ciertamente recibimos la vida de Dios en nuestro ser, necesitamos que la vida de Dios continúe impartiéndose cada vez más en nosotros día a día. Esto no es algo que ocurre una sola vez y para siempre; al contrario, es un proceso gradual que dura toda nuestra vida. Por mucha experiencia que tengamos en la vida espiritual, este proceso de impartir vida debe continuar en nuestro interior. A medida que el Espíritu lleva a cabo Su obra santificadora, Él imparte más de la vida de Dios en nuestro ser. Puedo testificar que hoy tengo más de la vida de Dios que lo que tenía hace un año, y mucho más que lo que tenía hace veinticinco años. En abril de 1925, yo recibí la vida de Dios. Aunque me sentí muy emocionado cuando recibí la vida divina por primera vez, de hecho, sólo recibí un poco de ella. Sin embargo, día tras día a través de los años, más de la vida de Dios ha venido impartiéndose en mí. Cada mes y cada año, yo he podido ganar más de esta vida.

Esta impartición de vida siempre acompaña a la obra santificadora del Espíritu. Sin Su obra de santificación, Él no podría impartir la vida de Dios en nuestro ser. La impartición de vida siempre forma parte de la obra santificadora de Dios. El grado al cual la impartición de vida ocurra, dependerá del grado al cual Él pueda santificarnos. La impartición de vida es siempre el resultado de la obra de santificación. Por lo tanto, la impartición de vida y la santificación siempre operan juntas. A medida que el Espíritu nos santifica, Él nos da vida. Esto también es semejante al proceso de teificación. Cuando la bolsita de té teifica el agua, la esencia del té va a dondequiera que la teificación ocurre; y dentro de la teificación se encuentra la esencia del té. Lo mismo sucede con respecto a la obra del Espíritu de santificarnos e impartirnos vida. En la santificación del Espíritu de santidad se encuentra la impartición de la vida de Dios. No llegamos a este entendimiento deduciendo estas cosas intelectualmente. Al contrario, todo ello es absolutamente conforme a nuestra experiencia. Si usted no ha sido regenerado ni ha tenido esta experiencia, sencillamente no podrá entender de lo que estoy hablando. Pero, según nuestra experiencia, sabemos que en esta santificación se halla la impartición de vida.


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