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Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6314-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 17 Sección 4 de 5

CAPÍTULO TRES

PERMANECER CON EL SEÑOR,
VIVIR CON EL SEÑOR
Y LLEVAR FRUTO CON EL SEÑOR

EL SECRETO CON RESPECTO A LLEVAR FRUTO

El secreto con respecto a llevar fruto estriba en la oración, en confesar los pecados y en ser llenos del Espíritu Santo. Juan 15:16 dice: “No me escogisteis vosotros a Mí, sino que Yo os escogí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, Él os lo dé”. Muchas personas no entienden la razón por la cual el Señor, después de decir que debemos llevar fruto y que nuestro fruto permanezca, de inmediato dice que todo lo que pidamos al Padre en Su nombre, el Padre nos lo dará. ¿Por qué el Señor relaciona la respuesta a la oración con el hecho de llevar fruto y de que nuestro fruto permanezca?

Luego el versículo 17 dice: “Estas cosas os mando para que os améis unos a otros”. No es fácil saber cuál es la relación entre estas cosas —llevar fruto y fruto que permanece, recibir respuestas a la oración, y amarnos unos a otros— ni tampoco es fácil entender esto según nuestra lógica. El hecho es que amarnos unos a otros es estar en unanimidad. Tanto el hecho de llevar fruto como el hecho de recibir respuesta a nuestras oraciones depende de que estemos en unanimidad. Éste es el secreto relacionado con el hecho de que llevemos fruto, recibamos respuesta a nuestra oración y nos amemos unos a otros.

LLEVAR FRUTO QUE PERMANECE
DEPENDE DE LAS REUNIONES DE HOGAR

En todo este año más de trece mil personas fueron bautizadas en Taipéi. Si no conducimos bien nuestras reuniones de hogar, y si éstas no cuentan con el debido apoyo, ciertamente habrá algunos nuevos creyentes que se nos escaparán. Juan 15:16 dice: “Y vuestro fruto permanezca”. El Señor no quiere que simplemente llevemos fruto, sino que nuestro fruto permanezca. Tocar a las puertas y llevar personas a la salvación es llevar fruto; pero conducir las reuniones de hogar es llevar fruto que permanece. Cuando visitamos a las personas al tocar a sus puertas, llevándolas a la salvación y bautizándolas, estamos engendrándolas. Luego, en las reuniones de hogar estamos alimentando a las personas después que han sido engendradas. Toda madre sabe que su hijo necesita ser alimentado después que nace. Si un niño no es alimentado después que nace, sin duda alguna morirá.

Si ganamos a trece mil nuevos creyentes, pero a la postre perdemos doce mil, los santos se desanimarán al ver que tan pocos permanecen. Por lo tanto, tenemos que esforzarnos por criar estos nuevos creyentes, uno por uno. Ello dependerá completamente de las reuniones de hogar. La manera en que sean conducidas las reuniones de hogar es uno de los secretos más cruciales para tener éxito en la nueva manera. Tocamos a las puertas, llevamos a las personas a la salvación y las bautizamos, pero esto aún no es la conclusión. Como todos sabemos, incluso los mormones y los testigos de Jehová salen a tocar a las puertas. Sin embargo, éstos son dos grupos heréticos que tienen opiniones diferentes y erróneas acerca de la persona del Señor Jesús. Ninguno de ellos confiesa que el Señor Jesús es Dios y, con todo, han tenido mucho éxito al salir a tocar a las puertas. Por consiguiente, tocar a las puertas para llevar a las personas a la salvación no es la conclusión, pues aún tenemos que asegurarnos de que el fruto que producimos permanezca.

Ésta es una prueba que tiene dos aspectos. Por un lado, conducimos a muchas personas a la salvación; pero, por otro, debemos enfrentarnos a la cuestión de si estas personas permanezcan o no. Tal vez podamos declarar que hemos ganado la batalla de llevar a las personas a la salvación; sin embargo, esta victoria aún necesita una confirmación, una conclusión. Esta confirmación o conclusión depende de las reuniones de hogar, depende de si el fruto que ganamos al salir a tocar a las puertas es viviente y permanece.

NUESTRO ÉNFASIS EN EL PASADO
ERA CRISTO, EL ESPÍRITU, LA VIDA Y LA IGLESIA

Anteriormente no recibimos mucha luz en cuanto a la práctica de la nueva manera. En el pasado recalcamos estas cuatro líneas temáticas: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia. Hemos hablado acerca de que Cristo es el Dios Triuno que se hizo hombre, experimentó el vivir humano, fue a la cruz, entró en la muerte y resucitó de la muerte para llegar a ser el Espíritu vivificante. Como tal, Él ha entrado en nosotros y mora en nuestro espíritu para ser nuestra vida y nuestro elemento, no sólo para regenerarnos, sino que más aún para transformarnos. A partir de ese momento, Él nos constituye la iglesia, la cual es Su Cuerpo, Su plenitud. Además de esto, las iglesias que están en cada localidad son Su testimonio viviente. Ésta es la línea temática a la cual prestamos atención en el pasado.

Este Cristo es el Espíritu. Si Él fuera Dios y Cristo mas no el Espíritu, no podría tener nada que ver con nosotros. Por un lado, Él sí tiene una relación con nosotros porque Él es el Creador y nosotros somos Su creación; Él es Dios y nosotros somos hombres; pero, por otro, si no fuera el Espíritu no tendría una relación o unión orgánica con nosotros, es decir, no podría entrar en nosotros, ni nosotros podríamos entrar en Él. Él podría contactarnos, pero no podría unirse a nosotros. Conforme al deseo de Su corazón, Él no sólo desea unirse a nosotros, sino también mezclarse con nosotros. Él quiere llegar a ser nosotros y que nosotros lleguemos a ser Él. Esto sería imposible sin tener una unión orgánica con nosotros. Si Cristo no fuera el Espíritu, Él no tendría posibilidad alguna de tener una unión orgánica con nosotros, de ser nuestra vida ni de permanecer en nosotros. Por consiguiente, Cristo tiene que ser el Espíritu. En Juan 15 el Señor dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él” (v. 5). En esto consiste la unión orgánica. Dicha unión no es como atar o unir dos trozos de madera inerte ni como soldar dos piezas de hierro o acero; más bien, es como un árbol vivo que disfruta una unión de vida con sus ramas vivientes. Esto está absolutamente relacionado con la vida. Si Dios y Cristo no fueran el Espíritu, ¿cómo podría Él experimentar semejante unión vital con nosotros?

Por sesenta años la luz que Dios continuamente nos ha concedido ha estado primeramente relacionada con Cristo y, en segundo lugar, con el Espíritu. Cuando el hermano Watchman Nee estuvo con nosotros, tuvo comunión muy claramente con nosotros en cuanto al primer aspecto. Aunque también prestó atención al segundo aspecto, no tuvo el tiempo suficiente para tener comunión claramente acerca de esto. En 1952 el hermano Nee fue encarcelado. Desde entonces he sentido la pesada carga de que debo compartir claramente que Cristo es el Espíritu.

El primer mensaje que compartí en cuanto a que Cristo es el Espíritu lo di en Manila. Luego, cuando estuve en Taiwán, compartí más al respecto. Para el tiempo en que vine a los Estados Unidos, la carga que sentía en mí era aún más pesada. En aquel entonces un querido colaborador me había dicho lo siguiente a modo de advertencia: “La Biblia claramente habla del Espíritu de Cristo, lo cual nos dice que Cristo es el Espíritu. Sin embargo, usted no puede decir eso en los Estados Unidos porque el cristianismo allí no lo recibirá”. Su intención era buena, pero al mismo tiempo expresaba desacuerdo. Es posible que tengamos muchas doctrinas y conocimiento bíblico, pero si no sabemos que Cristo es el Espíritu, ninguna de esas doctrinas tiene que ver con nosotros de una manera real y ninguna de ellas despierta nuestro interés. Es únicamente cuando Cristo como el Espíritu entra en nuestro ser que todas las realidades espirituales llegan a ser nuestras. Aquel que fue crucificado, experimentó la muerte, resucitó y entró en nosotros ha llegado a ser el Espíritu, la realidad. Aquel que estaba en la cruz era Cristo, pero Aquel que entra en nosotros es el Espíritu. Así que, yo le dije a ese colaborador que mi carga consistía en compartir que Cristo es el Espíritu, y que si no hablaba de esto, no tendría nada que decir. Por consiguiente, tengo que hablar sobre esto.

En 1962, cuando apenas empezábamos nuestra obra en los Estados Unidos, primeramente di los mensajes sobre El Cristo todo-inclusivo, y luego compartí en comunión el hecho de que Cristo es el Espíritu. Hay dos versículos que nos muestran que Cristo es el Espíritu. El primero es 1 Corintios 15:45, que dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Sin embargo, en el cristianismo muchos no entienden esto, pues dicen: “Ese versículo simplemente quiere decir que Cristo tiene un Espíritu, así como usted y yo tenemos un espíritu”. Sin embargo, este pasaje de la Biblia no dice que el postrer Adán, Cristo en la carne, tiene un Espíritu; más bien, dice que el postrer Adán llegó a ser Espíritu vivificante. Hay un adjetivo que se destaca claramente aquí: Cristo llegó a ser Espíritu vivificante. Si este Espíritu vivificante no es el Espíritu Santo, ¿cómo es que puede darnos vida? Si no es el Espíritu Santo, entonces ¿en este universo hay dos Espíritu que dan vida? El segundo versículo que nos dice que Cristo es el Espíritu es 2 Corintios 3:17, que dice: “El Señor es el Espíritu”. Nada puede ser más claro que esto.

En el verano de 1969 en la conferencia en Erie, Pennsylvania, dimos más mensajes sobre los siete Espíritus. Muchos hermanos en los Estados Unidos pueden testificar que el período que vino después de esto puede ser considerado como la época en que las iglesias de los Estados Unidos estaban muy vivientes y en una condición muy elevada. Todos disfrutaron del ardor de los siete Espíritus.

Aunque por sesenta años hemos mantenido estas cuatro líneas temáticas —Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia—, tenemos que reconocer que en ciertos puntos prácticos hemos tenido algunos problemas, principalmente en cuanto a la predicación del evangelio. La mayoría de nosotros ha heredado la práctica del cristianismo, que consiste en dar mensajes a una gran congregación y en invitar a las personas a que vengan a escuchar. En todas estas décadas, es difícil llevar la cuenta de cuántos ágapes hemos tenido y cuántos mensajes hemos dado. Sin embargo, el resultado es que el número de personas no ha aumentado mucho. Ésta es la situación en Taiwán y también en los Estados Unidos.


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