Predicar el evangelio en el principio de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3771-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Debemos predicar el evangelio con una fe apropiada, creyendo en todo lo que el Señor ha logrado. Muy a menudo predicamos el evangelio sin tener una fe apropiada; es decir, creemos una parte de lo que nos dice la Biblia pero no creemos todo lo que ella nos dice. Es posible que creamos que el Señor Jesús murió por nosotros, pero no creamos que Él ya bautizó a todo Su Cuerpo en el Espíritu. Si no recibimos por fe lo que dice toda la Biblia, en el momento de predicar el evangelio no tendremos suficiente poder. Al predicarle el evangelio a un incrédulo, Satanás podrá decirnos: “Vienes a esta persona a decirle que Cristo ya efectuó todas las cosas, pero tú mismo no lo crees. No vengas a predicarle; tú no estás calificado para hacerlo”. Esta clase de provocación del enemigo expone nuestra condición, nos debilita y nos hace retirarnos en derrota.
El maligno conoce nuestra situación, y ataca nuestras debilidades. Una vez que titubeamos y consideramos las cosas en incredulidad, nuestro poder para predicar el evangelio desaparece y la puerta del corazón de la persona incrédula se cierra. Sin embargo, si creemos no sólo que el Señor Jesús murió por nosotros, sino también que Él bautizó a Su Cuerpo en el Espíritu Santo y que en el Cuerpo hemos recibido el bautismo, lo que hablemos en fe ahuyentará al enemigo. Podremos decir: “Alabado sea el Señor, yo creo en este hecho. Tengo poder porque creo en el bautismo en el Espíritu Santo”. Esto le cerrará la boca al enemigo, atará al hombre fuerte (Mt. 12:29) y hará que caigan “los muros de Jericó”. Entonces podremos decirle a la persona incrédula que simplemente le dé gracias al Señor por haber muerto por ella. De este modo, dicha persona será salva. Ésta es la manera apropiada de obtener el poder cuando predicamos el evangelio.
Según la historia de la iglesia, muchos mártires no estaban conscientes del bautismo en el Espíritu Santo, sino que ellos simplemente amaban al Señor y estuvieron dispuestos a sacrificar sus vidas por causa de Su testimonio. Sin embargo, cuando fueron llevados al lugar del martirio, el poder del Espíritu se hizo manifiesto, y en ocasiones sus rostros fueron semejantes al rostro de un ángel. Esto nos muestra que podemos creer en el hecho consumado del bautismo en el Espíritu Santo y recibirlo con una fe viva.
A fin de experimentar el poder que proviene del bautismo en el Espíritu Santo y predicar el evangelio, debemos amar a las personas. Debemos orar, diciendo: “Señor, muéstrame cuán crucial es que me preocupe por otros y pon esta preocupación en mí. Impárteme Tu amor para que de todo corazón ame a las almas perdidas”. Si tenemos este tipo de preocupación, el Señor honrará nuestra fe, y nuestra experiencia al salir a predicar mejorará notablemente.
También debemos confesar a fondo toda ofensa que percibamos en nuestra conciencia. Debemos ejercitarnos para tener una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres (Hch. 24:16). Si hay una ofensa que condene nuestra conciencia, nos será difícil tener una fe viva. Por esta razón, debemos confesar nuestros pecados. Si amamos de todo corazón a las personas y confesamos nuestros pecados como es debido, nuestra fe será una fe viva.
Además de esto, debemos salir en fe. Siempre que contactemos a las personas, debemos creer que experimentamos el bautismo en el Espíritu Santo. Si salimos de esta manera, el Señor honrará nuestra fe. En el pasado muchas veces en mi ministerio, según mis sentimientos, me sentía débil, deprimido y perturbado. Sin embargo, puesto que sabía que a pesar de ello tendría que ministrar no en virtud de mí mismo sino en virtud del Señor, me mantuve firme en el hecho de que el bautismo en el Espíritu Santo estaba sobre el Cuerpo y que yo era un miembro del Cuerpo. Entonces podía ministrar en plena certidumbre de fe. El Señor honra que tomemos esta posición. En ocasiones, por causa de mi debilidad, el Señor me dio cierta manifestación mientras ministraba; sin embargo, no debemos buscar esta clase de manifestaciones. Debemos dejar en manos del Señor toda manifestación; simplemente debemos conocer el hecho de que el bautismo en el Espíritu Santo ya fue consumado y que está sobre el Cuerpo, y que como miembros del Cuerpo, tenemos derecho a experimentarlo. De este modo, lo recibiremos por fe. Si tomamos las cosas del Señor en serio de esta manera, Él honrará nuestra fe.
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