Experiencia de vida, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-632-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los doce puntos antes mencionados pertenecen a nuestro conocimiento en cuanto a tratar con la conciencia; lo siguiente se refiere a la aplicación práctica al tratar con la conciencia.
1. Primera Timoteo 1:19: “Manteniendo ... una buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos”. La buena conciencia mencionada por el apóstol significa una conciencia que trata con todas las manchas a fin de mantener una condición libre de culpa. Si alguno permite que alguna ofensa permanezca en su conciencia, naufragará en su fe, y gradualmente su tesoro espiritual se escapará; también se debilitará ante el Señor.
2. Primera Timoteo 1:5: “...el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”. A fin de tener el amor que es necesario en el andar cristiano, necesitamos tener una buena conciencia, ya que este amor proviene de una buena conciencia.
3. Hechos 24:16: “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”.
4. Hechos 23:1: “...yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy”.
El apóstol testifica dos veces que su conciencia está libre de ofensas. Esto revela una de las razones por las cuales él tenía tal fortaleza y denuedo en la obra del Señor; esto es, él continuamente trató con su conciencia, guardándola de condenación.
El objetivo de nuestro trato no es la conciencia en sí misma, sino más bien la sensibilidad de la conciencia. Además de la sensibilidad prematura, la hipersensibilidad y el sentir de las acusaciones y ataques de Satanás, todos los sentimientos normales de la conciencia son el objetivo de nuestro trato.
Efesios 4:19 nos dice que los pecadores “echaron de sí toda sensibilidad” (Darby). La sensibilidad que aquí se recalca es la sensibilidad de la conciencia. Antes de que un hombre sea salvo, está sumergido en el pecado. En su vivir y comportamiento, se empeña en ignorar y anular el sentir de la conciencia. Por lo tanto, entre los gentiles, un hombre moral puede respetar el sentir de su conciencia, pero el hombre maligno carece de sensibilidad en su conciencia. El principio es el mismo con aquellos que son salvos. Cuanto más espiritual es uno, más sensible llega a ser la conciencia. Por otro lado, si tiene poca oración y carece de comunión con el Señor, su conciencia es insensible.
En el contexto de Efesios 4, el apóstol nos amonesta a que nos despojemos del viejo hombre y nos vistamos del nuevo, y a que andemos según la gracia a la cual fuimos llamados. De este modo, la vida cristiana normal parece estar absolutamente relacionada con el sentir de la conciencia. Anteriormente, cuando vivíamos en el viejo hombre, abandonamos todo el sentir de la conciencia; ahora, habiéndonos despojado del viejo hombre y habiéndonos vestido del nuevo, debemos vivir dándole la debida atención al sentir de la conciencia y afrontar las cosas de acuerdo con este sentir.
La base del trato con la conciencia es también el sentir de la conciencia. Todos los sentimientos normales que haya en nuestra conciencia, si están de acuerdo con nuestro crecimiento en vida y son derivados de la iluminación del Espíritu Santo, forman la base del trato con la conciencia.
Hemos mencionado previamente que hay tres categorías de sentimientos en la conciencia, a saber: el sentir hacia el pecado, el sentir hacia el mundo y todo otro sentir de intranquilidad. Al tratar con el pecado, debemos tratar solamente con el sentir que existe en nuestra conciencia hacia el pecado; al tratar con el mundo, debemos tratar solamente con el sentir de nuestra conciencia hacia el mundo; al tratar con otras cosas aparte del pecado y el mundo, debemos tratar solamente con el sentir perturbador de nuestra conciencia. De acuerdo al objetivo del trato, estas tres categorías parecen diferentes. Pero su única base es el sentir de la conciencia.
En los capítulos anteriores no teníamos el sentir de la conciencia como base para tratar con el pecado y el mundo, sino más bien el sentir de la vida interna. Hicimos esto porque el sentir de la conciencia es originalmente el sentir de la vida interior. Sin embargo, a pesar de que este sentir viene de la vida de Dios y del Espíritu Santo, es a través de la conciencia que lo percibimos. Por lo tanto, aunque es el sentir de vida, es también el sentir de la conciencia.
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