Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7228-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En la era del Nuevo Testamento, la era del evangelio, la primera frase que Dios habló al hombre fue: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Él dijo esto por medio de Juan el Bautista. Cuando el Señor Jesús salió a predicar, Sus primeras palabras también fueron: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (4:17). ¿Por qué es necesario el arrepentimiento? Porque el reino de los cielos se ha acercado. El arrepentimiento sirve para introducir a las personas en el reino de los cielos. No sólo hace que las personas sean perdonadas de sus pecados, reciban la vida, sean salvas y regeneradas, sino que además las introduce en el reino. Más tarde vemos que el Señor Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas y predicando no simplemente el evangelio del perdón y de la vida, sino el evangelio del reino (9:35).
Cuando el Señor Jesús estaba próximo a partir de la tierra, les dijo a Sus discípulos: “Será predicado este evangelio del reino en toda la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (24:14). Estas palabras tienen muchas implicaciones. Principalmente nos dan a entender que el reino debe ser predicado en toda la tierra habitada hasta que todas las naciones conozcan este reino, y entonces vendrá el fin.
Hechos revela que después de la resurrección, el Señor Jesús habló con Sus discípulos específicamente acerca del reino de Dios por espacio de cuarenta días (1:3). Luego en el Pentecostés los discípulos anunciaron el evangelio en Jerusalén y por toda la región (2:1-41; 8:1-4). Hechos además dice que el evangelio que ellos anunciaban era el evangelio del reino de Dios (v. 12; 14:22). Incluso Pablo mismo dijo que el testimonio que daba del evangelio de la gracia de Dios equivalía a proclamar el reino; por lo tanto, el reino de Dios es el contenido del evangelio de Dios (20:24-25). El último versículo del libro de Hechos dice que el apóstol Pablo estaba “proclamando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda confianza” (28:31).
Cuando llegamos a las Epístolas, el apóstol Pablo dice en el libro de Romanos: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (14:17). En 1 Corintios, Gálatas y Efesios, él dijo que los que andan desenfrenadamente, los inmundos y los que practican la maldad no heredarán el reino de Dios (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5). En Colosenses 1:13 escribió que la salvación de Dios nos libra de la autoridad de las tinieblas y nos traslada al reino del Hijo de Su amor. Desde la perspectiva de Dios, nosotros antes estábamos en el reino de Satanás, el cual es la autoridad de las tinieblas; pero Dios nos ha librado del reino de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino del Hijo de Su amor.
El apóstol Pablo no es el único que menciona en sus epístolas que el evangelio es el reino de Dios; Jacobo también se refiere a esto en su epístola. Él dice: “¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (2:5). Pedro también se refiere al reino de Dios en sus epístolas. Él dice: “De esta manera os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 1:11). Incluso el apóstol Juan, quien ministró principalmente acerca de la vida, menciona el reino de Dios. Él indica que somos regenerados con miras al reino de Dios, y escribe que si alguien no nace de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios (Jn. 3:3, 5). Al escribir el libro de Apocalipsis, él empezó diciendo: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús” (1:9). Hacia la mitad del libro dijo: “El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo” (11:15). A fines del libro dijo que todos los vencedores serán resucitados y reinarán con Cristo por mil años (20:4, 6). Por último, dijo que todos los que son salvos reinarán por los siglos de los siglos en la eternidad (22:5b).
Después de leer estas palabras en el Nuevo Testamento, podemos ver claramente que la meta del evangelio de Dios y de la salvación de Dios es salvarnos para hacernos entrar así en el reino. La meta del evangelio de Dios no es el perdón de pecados, sino el reino. El evangelio de Dios no nos salva meramente para que seamos perdonados de nuestros pecados ni que tengamos vida, sino también para que entremos en el reino.
Lamentablemente, hoy en el cristianismo esta luz ha sido anulada y sepultada. Incluso muchos entre nosotros que han sido salvos por años no tienen ninguna impresión ni sentir en cuanto al reino. No se dan cuenta de que el evangelio de Dios los salva para el reino. Sin embargo, la Biblia repetidas veces revela que la meta central, principal y más importante del evangelio de Dios es el reino de Dios. La razón por la cual Dios nos salva es introducirnos en este reino. La razón por la cual Dios nos perdona nuestros pecados es introducirnos en este reino. La razón por la cual Él nos da vida y el Espíritu Santo es que seamos regenerados y vivamos en este reino (Jn. 3:3, 5). Debemos recibir la vida de este reino a fin de vivir en este reino y llevar la vida que corresponde a dicho reino. En resumen, la meta del evangelio de Dios es el reino de Dios, es decir, salvar a las personas para este reino a fin de que vivan en él.
Así pues, todas las riquezas de la salvación que Dios nos da tienen un solo fin: introducirnos en Su reino a fin de que vivamos en dicho reino. Por lo tanto, debemos ver que ni el perdón de los pecados ni la vida son la meta del evangelio de Dios; la meta del evangelio de Dios es el reino. Dios perdona nuestros pecados, nos limpia, nos da vida, envía Su Espíritu a nuestro ser y nos hace personas limpias y vivificadas a fin de salvarnos para Su reino, o sea, ponernos en Su reino, para que vivamos en este reino. Su única meta es este reino.
Lamentablemente, muchas personas salvas hoy en día no han visto la importancia del reino. Nosotros probablemente hemos visto el perdón de los pecados, la vida y diferentes dones y bendiciones, pero probablemente no hemos visto el reino. Aquello a lo cual Dios presta tanta atención es precisamente lo que nosotros descuidamos; el énfasis de Dios es justamente lo que nosotros desatendemos. Es por ello que siento la pesada carga de liberar este mensaje a los santos.
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