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Levantarnos para predicar el evangeliopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8726-2
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LA MANERA TRADICIONAL, LA CUAL MATA,
Y LA NUEVA MANERA, LA CUAL ES ORGÁNICA

¿Qué deberíamos hacer en las reuniones de hogar? Hablando en términos generales, sólo hay cuatro cosas en las reuniones cristianas: el Espíritu, la Palabra, el cantar y el orar. Lo más importante de estas cuatro cosas es el Espíritu. Donde está el Espíritu, esa reunión es viviente; donde no está el Espíritu, esa reunión está muerta. Reunión tras reunión deberíamos llegar a ser más vivientes. Cuanto más ejercitemos nuestro espíritu, más Espíritu tendremos, y las reuniones llegarán a ser más poderosas. En el pasado, bajo la influencia de nuestra naturalidad y del veneno procedente del cristianismo tradicional, siempre hicimos de la salvación de Dios una ceremonia completamente religiosa. Como resultado de esto, las reuniones se volvieron muertas e insípidas.

Al leer la historia de la iglesia, sabemos que la mejor arquitectura europea durante la Edad Media se veía en las catedrales. Ellas son escarpadas y puntiagudas por fuera, y oscuras y lúgubres por dentro. El uso de vidrio de color en las ventanas crea una sensación de iluminación tenue, de modo que al entrar una persona siente solemnidad y reverencia, con temor de sentarse indebidamente o incluso de tomar aliento. Ésta es la manera en que Satanás mata la función de los creyentes. Lo que se registra en los cuatro Evangelios revela que, en Su ministerio, el Señor predicó a las personas principalmente en el desierto, y en segundo lugar, en los hogares. Uno de los primeros hogares utilizados por el Señor fue el de Mateo, el recaudador de impuestos. Mateo, por ser un recaudador de impuestos, era un vil pecador a los ojos de la gente; sin embargo, el Señor lo llamó. Después que Mateo fue conmovido y salvo, lo primero que hizo fue abrir su casa inmediatamente para celebrar un banquete, invitando a todos sus colegas y amigos para que vinieran y comieran con el Señor Jesús y Sus discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, ellos murmuraron a los discípulos del Señor, diciendo: “¿Por qué come vuestro Maestro con recaudadores de impuestos y pecadores?”. Cuando el Señor oyó esto, Él se volvió para darles una palabra de reprimenda (Mt. 9:9-13). El Señor también comió en los hogares de al menos otros dos fariseos. Una ocasión está registrada en Lucas 7:36 y la otra en Lucas 11:37. Además, el Señor participó de un banquete en casa de Marta y María, fue al hogar de la suegra de Pedro y visitó muchos otros hogares para sanar a los enfermos y predicar el evangelio.

Cuando las personas entran en una catedral, se vuelven solemnes y reverentes, pero no se sienten seguros. Sin embargo, cuando entran en un hogar, en vez de sentir temor, sienten la calidez del hogar. Por lo tanto, tenemos que entender que la manera tradicional de celebrar los servicios de la iglesia en el cristianismo proviene de la enseñanza del diablo, la cual tiene la meta de matar a las personas de modo que sus bocas estén cerradas. La Biblia nos muestra que cuando los creyentes vienen a las reuniones, deben tener sus bocas completamente abiertas y tienen que hablar. Si fuésemos a celebrar una reunión aquí hoy, entonces antes que lleguen los hermanos que toman la delantera, y antes que se haya escrito cualquier cosa en la pizarra, debiéramos tener nuestras bocas abiertas para alabar, cantar con regocijo u orar en voz alta. Ciertamente de esta forma la reunión será viviente.

Si un cristiano nunca abre su boca ni ejerce su función en las reuniones, él se convertirá en un miembro muerto. Mi esposa una vez dijo que si yo no hablo por un mes, mis piernas se acalambran, me duele la espalda y no duermo bien. Por lo tanto, me dijo: “Necesitas celebrar conferencias frecuentemente. Tan pronto como abres tu boca, tus piernas ya no tienen calambre, tu espalda ya no está adolorida, duermes bien y tienes buen apetito”. Ésta es la condición normal de un cristiano. Algunas personas de mayor edad, quienes están en sus ochenta años, no son capaces de hacer nada. No pueden entender mucho, muchas veces son olvidadizos y tienen temor de perderse cuando salen de su casa. Por causa de esto, se encierran en su hogar cada día. Hoy en día no solamente no me pierdo, sino que todavía puedo recordar versículos de la Biblia muy bien, y mi mente está muy lúcida. Esto se debe a que no solamente tengo al Señor en mí, sino que también ejercito mi espíritu frecuentemente, libero mi espíritu y ejerzo mi función.

Nací en el cristianismo, y estuve bajo esclavitud allí por más de veinte años. En cuanto salté fuera de ese ámbito, nunca quise volver a estar en él. Estamos en contra de la manera tradicional en que se reúne el cristianismo. (Pero esto no significa que podemos estar desenfrenados). Los cristianos son vivientes y gozosos; por ende, no queremos el silencio muerto que impera en la religión. Esperamos que las hermanas que sirven tocando el piano lleguen temprano a cada reunión. De este modo, cuando los santos llegan, ellos pueden pedir himnos y comenzar a cantar. Los himnos son la mejor manera de estimular nuestro espíritu porque son la expresión de los sentimientos de los poetas. Tomemos por ejemplo: “¡Del mundo huid! ¡A Cristo ganad!” (Himnos, #274). En el verano de 1948, yo estaba en Shanghái, ocupado y cansado por causa de la obra. Un día algunos colaboradores y yo hicimos los arreglos para ir a un parque a reposar. Fue en ese momento que este himno fue escrito. Siempre que cantamos este himno en las reuniones, nuestro cansancio fácilmente se va y nuestros espíritus son refrescados. Quizás algunas veces usted sea el primero en llegar a la reunión. Aunque usted es una sola persona, puede comenzar un himno al tocar y cantar para sí. Mientras los hermanos y las hermanas vayan llegando uno por uno, ellos pueden unirse a su cantar. De esta forma, las reuniones serán avivadas espontáneamente.

No hay un programa establecido en la reunión. Después de cantar, los santos pueden compartir basándose en lo que han disfrutado del himno, y luego pueden leer algunos versículos de la Biblia, hablando y declarando en voz alta los unos a los otros. No deben ser siempre los mismos pocos ancianos quienes hacen la lectura, pues al hacer eso, ellos sobrepasan sus responsabilidades y funcionan como “sacerdotes” en el lugar de ustedes. Todos los hermanos y las hermanas deben ejercitarse para desempeñar su función de manera orgánica en las reuniones cantando y leyendo la Palabra de forma orgánica.


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