Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6380-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El cuarto pasaje que habla del espíritu humano con el Espíritu es Romanos 8:16, que dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Juan 1:12 dice que a todos los que le recibieron, esto es, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Ser un hijo de Dios no es algo que imaginamos con nuestra mente o sentimos con nuestra parte emotiva. ¿Cómo experimentamos el hecho de ser hijos de Dios? Por medio del testimonio que el Espíritu da con nuestro espíritu. El Espíritu es el Espíritu del Dios Triuno consumado y, como tal, viene para dar testimonio juntamente con nuestro espíritu. En otras palabras, puesto que el Espíritu del Dios Triuno está en nuestro espíritu, Él puede dar testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos nacidos de Dios. Este versículo claramente indica que el Espíritu del Dios Triuno está en nuestro espíritu.
Pablo dice en 2 Timoteo 4:22: “El Señor esté con tu espíritu”. Como hemos visto, 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu”. El Señor es el Espíritu; por lo tanto, Él puede estar con nuestro espíritu e incluso está en nuestro espíritu.
Cuando juntamos estos cinco versículos de las Escrituras, podemos ver un cuadro claro de que hoy el Dios Triuno como Espíritu está en nuestro espíritu. Cuando adoremos a Dios, necesitamos adorarle en espíritu; cuando testifiquemos, testificamos en nuestro espíritu; y cuando disfrutemos al Señor, le disfrutamos en nuestro espíritu.
Puesto que Dios como Espíritu está en nuestro espíritu, nosotros debemos servirle en espíritu. El apóstol Pablo dice en Romanos 1:9: “Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de Su Hijo”. Esto indica que debemos servir a Dios en espíritu. Nuestro servicio a Dios no debe ser hecho según la letra, rituales o enseñanzas, sino en nuestro espíritu. Todo lo que somos y tenemos debe hallarse en el espíritu. Por esta razón, 7:6 dice que servimos a Dios en la novedad del espíritu, y 12:11 dice que debemos ser fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.
Efesios tiene seis capítulos, y en cada capítulo se menciona el espíritu. En 1:17 el apóstol le pide a Dios que nos dé un espíritu de sabiduría y de revelación. En griego, la palabra espíritu no se refiere aquí al Espíritu Santo, sino a nuestro espíritu humano regenerado en el cual mora el Espíritu de Dios. Nuestro espíritu, que está dentro de nuestro ser, es un espíritu de revelación, es una “ventana” celestial que puede recibir luz del cielo. La revelación y la luz de Dios entran en todo nuestro ser por medio de nuestro espíritu. Por lo tanto, antes de hablar acerca de las verdades profundas en Efesios, Pablo primero oró pidiéndole a Dios que nuestro espíritu fuese hecho un espíritu de revelación.
Efesios 2:22 dice que la iglesia es edificada hasta ser una morada de Dios en el espíritu. Aparentemente, el que la iglesia sea la casa de Dios significa que Dios tiene una casa entre los santos. En realidad, la iglesia como casa de Dios está en el espíritu de los creyentes. Si los creyentes de una iglesia local no conocen su espíritu ni sirven ni viven en el espíritu, sino que, en vez de ello, viven y andan conforme a su mentalidad, opiniones y sentimientos, ¿cómo puede existir la casa de Dios? Dicha iglesia sólo existe en nombre, pero carece de la realidad de la iglesia. La realidad de la iglesia se halla en nuestro espíritu. Si cada uno de nosotros anda en el espíritu y adora a Dios en espíritu, la iglesia tiene la realidad y es la morada de Dios.
A fin de ser edificados conjuntamente en la iglesia, debemos estar en nuestro espíritu. Cuando estamos en nuestra mente, sólo tenemos opiniones y divisiones. Cuando estamos en nuestra parte emotiva, sólo tenemos discordias y murmuraciones. A menudo a quienes más amamos son con quienes más nos enojamos. Si no nos relacionamos con nadie, no tenemos discusiones; pero una vez que nos hacemos amigos de otros, comienzan las disputas. Esto mismo también se aplica a los esposos y esposas. La edificación de la iglesia es un asunto espiritual. Cuando ejercitamos nuestra parte emotiva, la iglesia desaparece. Cuando ejercitamos nuestra parte emotiva, abrimos la puerta a la carne, las opiniones y las disputas; por ende, la obra de edificación es anulada. Tal vez no discutamos externamente, pero si interiormente seguimos ejercitando nuestra parte emotiva, no puede haber ninguna edificación porque aún estamos fuera del espíritu. La edificación de la iglesia se lleva a cabo en el espíritu.
Por lo tanto, ya sea que seamos jóvenes o viejos, tenemos que estar en el espíritu. Solamente en el espíritu podemos tener la edificación y la iglesia. Todo depende del espíritu, no de si algo es bueno o malo, correcto o incorrecto. No se trata de que si somos amables, entonces tenemos la iglesia, y si nos enojamos con facilidad, entonces no tenemos la iglesia. En lugar de ello, es sólo cuando estamos en el espíritu que puede existir la iglesia. Por lo tanto, si no estamos en el espíritu, no debemos hablar, ejercitar nuestra parte emotiva ni enojarnos. No sólo debemos estar en el espíritu cuando alabamos o cantamos himnos, sino también cuando nos enojamos. No es suficiente estar en el espíritu cuando oramos. Si estamos en el espíritu aun cuando nos enojamos, la iglesia ciertamente será edificada. Cuando estamos en el espíritu, aun cuando estemos enojados, estaremos enojados por el Señor y no por nosotros mismos. Por consiguiente, cuando estemos enojados, debemos primero volvernos a nuestro espíritu, y si no proviene del Señor, no debemos enojarnos. De esta manera podemos ser edificados conjuntamente en el espíritu.
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