Presentación actual de la manera ordenada por Dios y las señales acerca de la venida de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6646-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Sexto, fuimos escogidos y designados por Dios para llevar fruto que permanece (Jn. 15:16). No es difícil llevar fruto, pero para llevar fruto que permanece se requiere mucho esfuerzo. Durante el tiempo en que se produce el fruto, un agricultor está más ocupado que de costumbre. Por ejemplo, él tiene que impedir que las aves vengan a comerse el fruto. De la misma manera, engendrar hijos es fácil, pero criarlos es difícil. Según mi observación, el número de hermanos bautizados entre nosotros no es insignificante, pues muchos hermanos han sido bautizados en todo lugar. Sin embargo, al final del año, cuando hacemos un recuento, no muchos de ellos permanecen. Esto se debe a que después que las personas son bautizadas, no las cuidamos ni las alimentamos debidamente. Por esta razón, después que las personas sean salvas, debemos dedicar tiempo para alimentarlas y cuidar de ellas. Si hacemos esto, al cabo de medio año o de un año, ellas serán sólidamente añadidas a la iglesia.
A fin de ser los sacerdotes neotestamentarios del evangelio, debemos llevar una vida que corresponda a nuestro sacerdocio. Si queremos ser cierta clase de personas, debemos llevar cierta clase de vida. Por lo tanto, a fin de ser sacerdotes del evangelio, debemos llevar la vida propia de los sacerdotes del evangelio. En primer lugar, necesitamos ser avivados cada mañana. Salmos 119:147 dice: “Me anticipé al alba y clamé; / en Tus palabras esperé”. La mañana marca el comienzo del día; en la mañana todo es fresco. Si deseamos disfrutar del fresco suministro del Señor, así como el salmista, debemos levantarnos temprano para invocar al Señor y esperar en Su palabra, es decir, para comer, beber y disfrutar al Señor por medio de Su palabra. No es necesario que inviertan demasiado tiempo ni que lean demasiados versículos; dos o tres versículos al día son suficientes. Al mismo tiempo, no se salten ninguna porción en su lectura; en vez de ello, lean libro por libro. La mejor manera es comenzar con los libros que son fáciles de leer. Libros tales como el Evangelio de Juan, Romanos, Gálatas y Filipenses son muy buen material para el avivamiento matutino. Lean dos o tres versículos cada mañana. Luego, el sábado vuelvan a repasar los versículos de los cinco días anteriores, y traten de juntar sus impresiones y sentimientos, y organícenlos para que lleguen a ser el contenido de su profetizar en la reunión del día del Señor.
Como sacerdotes del evangelio de Dios, no sólo necesitamos ser avivados cada mañana, sino también vencer cada día. Romanos 8:37 dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó”. Pese a que Pablo encontró muchos problemas en su experiencia, él siempre daba gracias a Dios porque había hallado el secreto. En su vivir él adoptó la actitud y la posición de un vencedor. Nosotros también debemos ser así en nuestro vivir. Independientemente de lo que nos suceda, debemos tener una fe que vence, adoptar la actitud de un vencedor y estar firmes en la posición de la victoria del Señor para gloriarnos en nuestras circunstancias.
Ser avivados cada mañana y vencer cada día se ha convertido en nuestro lema en todas las iglesias de la tierra hoy. Como sacerdotes del evangelio, debemos llevar esta clase de vida. Además de esto, necesitamos ser llenos del Espíritu a cada momento (Ef. 5:18b) y hablar Cristo en todo lugar (2 Ti. 4:2a). Éste es sin duda el vivir más hermoso y excelente del mundo.
Aquello de lo cual hablamos anteriormente tiene que ver con predicar el evangelio a fin de salvar a los pecadores, lo cual también llamamos engendrar. Éste es el primer paso. El segundo paso es alimentar. Después de engendrar, surge la necesidad de alimentar. Todos estamos familiarizados con la historia de Juan 21. Los discípulos no pudieron pescar nada toda la noche. Luego el Señor vino para hacer un milagro, lo cual les permitió llenar sus redes de peces, y después el Señor les preparó desayuno. Después que hubieron desayunado, el Señor le dijo a Pedro: “¿Me amas más que éstos?”. Pedro le respondió: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo”. Entonces el Señor le dijo: “Apacienta Mis corderos” (Jn. 21:15). De los cuatro Evangelios, los primeros tres —Mateo, Marcos y Lucas— nos exhortan al final a predicar el evangelio; solamente el Evangelio de Juan nos exhorta a alimentar los corderos del Señor. El capítulo 15 dice que debemos llevar fruto que permanece, y el capítulo 21 dice que debemos alimentar los corderos. Cada uno de nosotros no sólo debe predicar el evangelio para salvar a los pecadores, sino que además de ello debemos tener dos o tres corderos a nuestro cuidado.
La mejor manera de alimentar a los corderos es hacerlo por medio de las reuniones de hogar en los hogares de los nuevos creyentes. Pedir a los nuevos creyentes que vengan a nuestros hogares no es tan bueno como ir a sus hogares. Esta clase de alimentación hará posible que los nuevos creyentes permanezcan. Cuando cuidamos y alimentamos a los nuevos creyentes, debemos ser como nodrizas que cuidan a sus propios hijos (1 Ts. 2:7), no sólo alimentándolos, sino también cuidándolos de manera íntima, a fin de que sean confortados y consolados y se sientan contentos. Esto se logra orando juntos, cantando himnos y leyendo la Palabra con ellos.
El tercer paso consiste en perfeccionar a los santos, es decir, enseñarles (Ef. 4:11-12), lo cual por lo general se lleva a cabo mediante las reuniones de grupo. Si guiamos a las personas a la salvación y las alimentamos como a corderos, podremos juntarlas para formar una reunión de grupo. La reunión de grupo no es un servicio religioso, sino la manifestación del vivir cristiano. No tiene una estructura rígida; antes bien, es una reunión libre e informal. Mientras vamos camino a la reunión, debemos invocar el nombre del Señor y cantar himnos. Nadie puede decir exactamente a qué hora empieza la reunión. No hay regulaciones ni nadie en particular toma la delantera. En vez de ello, todos simplemente viven juntos, y espontáneamente hay comunión, intercesión, cada uno conociendo las necesidades de los otros y mostrándose solícito con los demás. Además, esta clase de reunión de grupo no es una reunión de estudio bíblico en la que alguien enseña y preside en la reunión, sino más bien una reunión en la que todos comparten y testifican, hacen preguntas si así lo desean, y contestan las preguntas de los demás conforme al conocimiento y experiencia que cada uno tiene. De esta manera, todos reciben enseñanza y ayuda en términos de la verdad y la vida.
Esta clase de reunión de grupo es la reunión propia de los cristianos como se menciona en Hebreos 10, la cual tiene como propósito que nos consideremos los unos a los otros, nos estimulemos al amor y a las buenas obras y nos exhortemos unos a otros (vs. 24-25). Por lo tanto, debemos traer a esta reunión de grupo a los nuevos creyentes que estamos alimentando. Además de tener comunión, interceder, cuidarnos, pastorearnos y compartir nuestros testimonios, todo en mutualidad, lo principal en las reuniones de grupo es enseñarnos unos a otros para que todos seamos perfeccionados. Por esta razón, debemos exhortar y consolar a los creyentes y darles testimonio como un padre a sus propios hijos (1 Ts. 2:11).
El último paso es profetizar por Dios, de lo cual hablaremos en el siguiente mensaje.
Todas estas palabras que les he presentado son conforme a las Escrituras. Por lo tanto, éste es el servicio neotestamentario que Dios ha ordenado. Espero que ustedes le presenten al Señor esta palabra y oren mucho y esperen en Él. Quiera el Señor tener misericordia de nosotros.
(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Petaling Jaya, Malasia, el 6 de noviembre de 1990).
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