Autoridad y la sumisión, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-3690-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-3690-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
El centro de todas las disputas de todo el universo es la decisión de a quién pertenece la autoridad. Tenemos que enfrentarnos con Satanás cuando afirmamos que la autoridad le pertenece a Dios. También debemos someternos a la autoridad de Dios y defenderla. Necesitamos encontrarnos cara a cara con la autoridad de Dios para darnos cuenta de lo que significa dicha autoridad.
Antes de que Pablo se diera cuenta de lo que significaba esta autoridad, quiso erradicar la iglesia de la tierra. Pero después de encontrarse con el Señor cuando iba hacia Damasco, comprendió que es difícil dar coces (utilizar la energía del hombre) contra el aguijón (la autoridad de Dios). Cayó en tierra, reconoció a Jesús como Señor y se sometió a las instrucciones de Ananías. Pablo se encontró con la autoridad de Dios. En su conversión, entendió no solamente el significado de la salvación sino también el de la autoridad de Dios.
Pablo era un hombre culto y versado, mientras que Ananías era un hermano insignificante. La Biblia solamente lo menciona una vez. Si Pablo no se hubiera encontrado con la autoridad de Dios, no habría podido hacerle caso a Ananías. Si uno no se encuentra con la autoridad de Dios “en camino a Damasco”, no podrá someterse a un hermano pequeño e insignificante en “Damasco”. Esto nos muestra que todo aquel que se encuentra con la autoridad, se relacionará con ésta, y no con la persona que la tiene. Solamente debemos prestar atención a la autoridad, no a la persona, ya que nuestra sumisión no está dirigida a una persona sino a la autoridad de Dios en esa persona. Si ésta no es nuestra actitud, no sabremos lo que es la autoridad. Si nos sometemos primeramente a una persona, y no a la autoridad que inviste a esa persona, estamos completamente equivocados. Si tocamos primero la autoridad y luego nos sometemos a la persona independientemente de quién sea, vamos por el camino correcto.
La única meta de Dios en la iglesia es manifestar Su autoridad en el universo. Podemos ver la autoridad de Dios en la coordinación que se tiene en la iglesia.
Dios emplea una enorme fuerza para mantener Su autoridad, la cual es más fuerte que todo lo demás. Todos nosotros, los que tenemos tanta confianza en nosotros mismos y que en realidad estamos tan ciegos, necesitamos encontrarnos cara a cara con la autoridad de Dios, por lo menos una vez en la vida. Sólo cuando somos quebrantados podemos ser sumisos y comenzamos a descubrir lo que es la autoridad de Dios. Sólo cuando uno se encuentra con la autoridad de Dios puede someterse a la autoridad que El delega.
La mayor exigencia que Dios hace al hombre no es que lleve la cruz, ni que dé ofrendas, ni que se consagre, ni que se niegue al yo, sino que se someta a El. Dios le ordenó a Saúl atacar a los amalecitas y destruirlos completamente junto con todo lo que ellos tenían (1 S. 15:1-3). Pero cuando Saúl derrotó a los amalecitas, le perdonó la vida a Agag, el rey de ellos. También preservó las mejores ovejas, el ganado y todo lo bueno, y no quiso destruirlos para ofrecerlos a Dios (vs. 7-9, 14-15). Pero Samuel le dijo: “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (v. 22). El sacrificio del cual se habla aquí, es el holocausto, el cual no tiene relación alguna con el pecado, sino que se ofrece para ser aceptado por Dios y para traerle satisfacción. Sin embargo, Samuel le dijo que prestar atención y obedecer es mejor que ese sacrificio. Esto se debe a que aun al ofrecer el holocausto, existe la posibilidad de que haya una mezcla con la voluntad del hombre. Solamente prestar atención y obedecer honran de una manera absoluta a Dios y exaltan su voluntad.
La obediencia es la otra parte de la autoridad. A fin de obedecer, es necesario quitarnos de en medio. Una persona no puede obedecer en su propio yo. Solamente se puede obedecer viviendo en el espíritu. La obediencia es la expresión más alta de nuestra respuesta a la voluntad de Dios.
Algunos piensan que la oración que el Señor ofreció en el huerto de Getsemaní, donde sudó grandes gotas que caían como sangre a la tierra, es una señal de Su debilidad en la carne y de Su temor de beber la copa (Lc. 22:44). Pero ése no es el caso. La oración hecha en Getsemaní se rige por el mismo principio al que se alude en 1 Samuel 15:22. La oración que el Señor elevó en Getsemaní es la mejor expresión de la sumisión a la autoridad de Dios. La sumisión de nuestro Señor a la autoridad de Dios va mucho más allá de Su sacrificio en la cruz. El sinceramente buscaba conocer la voluntad de Dios. El no dijo: “Tomaré la cruz” ni “Debo beber la copa”. El solamente prestó atención y obedeció. El dijo: “Si es posible, pase de Mí esta copa” (Mt. 26:39b). Aquí no se ve Su preferencia, porque después añade: “Pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (v. 39c). La voluntad de Dios es absoluta, mientras que la copa (ir a la cruz) no lo es. Si no hubiera sido la voluntad de Dios que El fuera crucificado, el Señor Jesús bien podría pasar de largo y no ir a la cruz. Antes de que el Señor entendiera el significado de la voluntad de Dios, la “copa” y “la voluntad de Dios” eran dos cosas diferentes. Pero al entenderlo, la “copa” llegó a ser la “copa que el Padre le había dado”; así, la voluntad de Dios y la copa llegaron a ser una sola cosa. La voluntad es la representación de una autoridad. Por lo tanto, cuando la sumisión proviene de conocer la voluntad de Dios, es una sumisión a la autoridad. Si no hay oración ni está uno dispuesto a conocer la voluntad de Dios, no podrá sujetarse a la autoridad.
Una vez más el Señor dijo: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber? (Jn. 18:11). Aquí el Señor reconoce la autoridad de Dios, y no exalta Su propia cruz. Al mismo tiempo, cuando entendió que beber la copa (ser crucificado para redimirnos) era la voluntad de Dios, dijo inmediatamente: “Levantaos, vamos” (Mt. 26:46). El obedeció rápidamente. Puesto que la cruz significa el cumplimiento de la voluntad de Dios, la muerte del Señor es la expresión más elevada de sumisión a la autoridad. Y aunque la cruz es el centro del universo, no está por encima de la voluntad de Dios. El Señor valora la autoridad de Dios (Su voluntad) más que ir a la cruz (el sacrificio). Nuestro servicio a Dios no debe ser un sacrificio voluntario ni la negación de nuestro yo, sino el cumplimiento de Su voluntad. Tampoco es un asunto de llevar la cruz, sino de someternos a la voluntad de Dios. Este es el principio básico. Si el principio de la rebelión está presente, hasta un sacrificio es un deleite y una gloria para Satanás. Saúl pudo ofrecer ovejas y ganado, pero Dios no reconoció eso como un sacrificio porque estaba mezclado con el principio de Satanás. Pasar por alto la autoridad de Dios es pasar por alto a Dios mismo. Por consiguiente, la Biblia dice que la rebelión es como el pecado de adivinación, y la obstinación como ídolos e idolatría (1 S. 15:23).
Quienes participamos en la obra del Señor somos siervos de Dios. Por lo tanto, lo primero con lo que nos encontramos es la autoridad. Tocar la autoridad es tan práctico como tocar la salvación. Para nosotros ésta es una lección muy profunda. Debemos ser afectados y golpeados por la autoridad, por lo menos una vez en la vida. Cuando hayamos tocado la autoridad, la veremos dondequiera que nos encontremos, y sólo entonces Dios podrá restringirnos y comenzar a usarnos.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.