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Mensajes de la verdadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6894-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 11 Sección 2 de 3

LA SANTIFICACIÓN EFECTUADA
POR LA PALABRA Y EL ESPÍRITU

Esta santificación se efectúa por medio de la Palabra, la cual es verdad, y por medio del Espíritu, quien es el Espíritu de verdad. En estos cuatro capítulos de Juan, la Palabra y el Espíritu se mencionan una y otra vez. De hecho, la Palabra y el Espíritu son uno solo. Doy gracias al Señor por el gran número de santos que han regresado a la Palabra y están sumergiéndose en la Palabra cada día. Al acudir a la Palabra cada mañana, nosotros contactamos la Palabra externamente, pero el Espíritu nos toca interiormente. De este modo, por medio de la Palabra y el Espíritu, los cuales son la realidad, somos santificados.

Ser santificados no significa simplemente ser separados del mundo; significa trasladarnos de nosotros mismos y entrar en el Dios Triuno. Si ustedes examinan su propia experiencia, comprobarán que cuanto más contacto tienen con la Palabra y cuanto más el Espíritu los toca a ustedes, menos permanecerán en sí mismos. Salen de una morada, el yo, y se mudan a otra morada, el Dios Triuno. Todos los días necesitamos experimentar este cambio de morada. Si no nos trasladamos de nosotros mismos, estaremos mal, puesto que en el yo tenemos la mundanalidad, la ambición, la autoexaltación y las opiniones.

APRENDER A TOMAR MEDIDAS
CON RESPECTO A NUESTRAS OPINIONES

Podemos aplicar esto a la situación práctica en la vida de iglesia. Ahora es el tiempo para que la iglesia en Anaheim y las demás iglesias sean edificadas. A fin de que la iglesia sea edificada, debemos participar juntos en el servicio de la iglesia. En cuanto al servicio, los hermanos que toman la delantera son muy cuidadosos, pues quieren evitar que los santos se ofendan. ¿Saben qué es lo que hace que los santos se ofendan? El yo, el cual incluye la ambición y la autoexaltación. Supongamos que usted se siente turbado interiormente porque en lugar de nombrarlo a usted, nombraron a otra persona como líder. Si esto lo afecta tanto debido a su ambición, usted debe sumergirse en la Palabra inmediatamente y permitir que el Espíritu lo toque. Entonces podrá trasladarse de sí mismo y declarar: “Ángeles y demonios, no me importa quién sea el líder. No permaneceré en mí mismo, sino que, en vez de ello, me trasladaré de mí mismo y entraré en el Dios Triuno y permaneceré en Él”.

En el servicio de la iglesia el elemento más perjudicial no es la ambición ni la autoexaltación, sino las opiniones. Aparentemente, nuestras opiniones no son tan desagradables como la autoexaltación, pues podemos expresar nuestra opinión con mucha mansedumbre y humildad. Sin embargo, en el servicio de la iglesia la primera lección que necesitamos aprender es poder decir: “No sé”. Si usted dice que ya sabe qué hacer en el servicio de la iglesia, ello muestra que tiene una opinión. Pero si dice: “No sé”, esto revela que usted está dispuesto a servir, pero que no sabe cómo hacerlo. ¡Cuán maravilloso sería si todos pudiéramos decir: “No sé”!

En 1928, cuando empezó la obra en Shanghái, cierto hermano que había sido jefe de la oficina de correos llegó a ser colaborador. No sabiendo qué hacer la primera vez que lo invitaron a cierto lugar para laborar para el Señor, decidió pedirle consejo al hermano Nee. El hermano Nee le respondió: “Simplemente aprenda a decir: ‘No sé’. Si dice esto cada vez que las personas le pregunten algo, será el mejor colaborador”. Sin embargo, es muy difícil para nosotros decir esto, pues cuando se trata del servicio en la iglesia, todos tenemos la certeza de que sabemos algo. Sin embargo, lo que necesitamos es aprender a decir: “No sé”.

Esto lo aprendemos solamente al trasladarnos de nosotros mismos. Si permanecemos en nosotros mismos, siempre pensaremos que sabemos mucho. Pero si nos trasladamos de nosotros mismos y entramos en el Dios Triuno donde permanecemos en Él, nos consideraremos personas que no saben nada. No saber nada significa no tener opiniones. Cuando estamos en el Dios Triuno, no tenemos opiniones.

Los discípulos del Señor nos proveen un buen ejemplo de lo que es trasladarse del yo y entrar en el Dios Triuno. Antes de la resurrección del Señor, los discípulos permanecían en sí mismos y estaban llenos de opiniones. Pedro, Marta e incluso María tenían opiniones. Pero en Hechos 2 vemos que los discípulos habían perdido sus opiniones. En los Evangelios ellos estaban en sí mismos, pero en Hechos se habían trasladado del yo y entrado en el Dios Triuno. De manera que se efectuó un gran traslado entre los Evangelios y el libro de Hechos. Aunque en Hechos 2 se inició una obra importante, no se celebraron conferencias ni hubo discusiones al respecto. Cuando las personas están llenas de opiniones, sienten la necesidad de tener conferencias y discusiones. Pero en Hechos 2 no hubo tal necesidad.

No muchos cristianos saben cómo estar libres de opiniones. Cuando nos reunimos para servir con los santos, todos debemos aprender a no tener opiniones. ¿Cómo podemos evitar tener opiniones? No lo conseguimos corrigiendo o reformando nuestro comportamiento, sino trasladándonos de nosotros mismos y entrando en el Dios Triuno. Éste es un entendimiento más profundo de la santificación. Una vez que salimos de nosotros mismos, somos separados de la mundanalidad, la autoexaltación y las opiniones. De este modo, no solamente somos apartados para Dios, sino que además entramos en Dios.


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