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Renovados de día en díapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-490-5
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RENOVADOS POR MEDIO DE LOS SUFRIMIENTOS

Cuando yo era un joven cristiano, creía que Dios nos bendeciría dándonos muchas cosas buenas ya que habíamos llegado a ser Sus Hijos. Algunos predicadores le prometen a la gente que si creen en Jesucristo, no sólo serán salvos sino que además recibirán muchas bendiciones. Ellos pueden decir que estas bendiciones son felicidad, paz y gozo exteriores. Muchas personas creyeron en Jesucristo debido a eso. ¿Qué ser humano no desea bendiciones terrenales de modo que pueda tener felicidad, paz y gozo? Muchos cristianos, sin embargo, pueden testificar que cuando creyeron en el Señor Jesús, ellos no tuvieron ninguna paz exterior en su medio ambiente. A algunos incluso, se les ha prometido que recibirán paz y gozo después de que crean en el Señor Jesús. Al contrario, han perdido sus trabajos, o han tenido un accidente automovilístico. La vida cristiana no parece ser una vida de bendiciones exteriores sino de sufrimientos.

Yo he sido cristiano por sesenta y cuatro años, desde 1925. En el largo período de mi vida cristiana, es más lo que he sufrido que la paz y el gozo exteriores que he disfrutado. La mayor parte de nosotros puede testificar que en nuestra vida cristiana ha habido más sufrimiento que paz y gozo exteriores. Cuando una pareja se casa, es un tiempo de gozo, pero muchos pueden testificar que en su vida de matrimonio es más lo que han sufrido que la paz y el gozo exteriores que han disfrutado. Muchos, después de que se casan, tienen la idea de que se casaron con la persona equivocada. La razón por la cual esto ocurre es que sufrimos en nuestro matrimonio. Tener hijos también es un asunto gozoso. Nuestros hijos pequeños son preciosos para nosotros, pero aquellos que hemos tenido hijos y los hemos visto crecer hasta que llegan a ser adultos, podemos testificar que nuestros hijos nos han traído más sufrimiento que gozo. Podríamos pensar que el apóstol Pablo fue bendecido porque no tuvo esposa ni hijos. Pablo no tuvo hijos según la carne, pero tuvo muchos hijos espirituales. El tuvo más hijos que todos nosotros. Segunda Corintios revela que los sufrimientos de Pablo vinieron principalmente de sus hijos espirituales.

Cuando el hermano Nee nos dijo que 2 Corintios se podría considerar como la autobiografía de Pablo, yo creí que había entendido, pero en realidad no había entendido. Gradualmente, empecé a entender lo que el hermano Nee nos había dicho. En el designio de Dios todos nosotros, Su pueblo escogido, tenemos que pasar por padecimientos. No hay ninguna excepción a esto, puesto que El desea que todos seamos una nueva creación. El quiere que nosotros seamos trasladados de la esfera de la vieja creación a la esfera de la nueva creación. Este traslado es un proceso de sufrimiento. Usted puede pensar que se equivocó en su elección de un compañero matrimonial, pero por encima de toda la sabiduría que usted usó al escoger un cónyuge, con el tiempo su elección resultó ser una “equivocación”. Después de oír esta comunión, algunos que todavía no se han casado podrían pensar que es mejor no casarse, pero no casarse traerá más sufrimientos. Entonces, ¿qué haremos? En nuestros sufrimientos tenemos que estar felices interiormente. El apóstol Pablo dijo que él se regocijaba en sus padecimientos (Col. 1:24) porque entendía que todos los sufrimientos son el proceso que nos hace nuevos.

El contexto de 2 Corintios 4:16, que dice que nuestro hombre interior se renueva de día en día, nos muestra que esta renovación tiene lugar por medio de los sufrimientos. Pablo llamó los sufrimientos que él atravesaba “la muerte de Jesús”. En 4:10-11 Pablo dijo: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Según el griego, “la muerte de Jesús” es el “matar”. El matar de Jesús significa que Jesús nos mata, nos pone en muerte, todo el tiempo. La muerte aquí equivale a la cruz. La muerte de Jesús es la operación de la muerte, la operación de la cruz.

El Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que si ellos iban a seguirlo a El, tenían que tomar cada uno su cruz (Mt. 16:24). Si vamos a seguir al Señor, tenemos que tomar nuestra cruz y seguirle. Si no tomamos la cruz, no podemos seguir al Señor. Nuestros jóvenes tal vez estén anhelando un futuro promisorio y floreciente, pero Jesús nunca ha prometido semejante cosa. El le dijo a Pedro que tomara su cruz y le siguiera a El. Más tarde le dijo: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto añadió: Sígueme” (Jn. 21:18-19). Lo que el Señor quería aquí era preparar a Pedro para que le siguiera a la muerte. Los sufrimientos por los que pasamos son un proceso que nos traslada de la esfera de la vieja creación a la nueva creación.

Pablo, quien era modelo de un cristiano victorioso y vencedor, sufrió mucho más que nosotros (Hch. 9:16). El nos dijo en 2 Corintios 4:11 que era siempre entregado a muerte. El estaba bajo el inmolar de la cruz todos los días. El moría cada día para poder ser renovado cada día. Es por esto que Pablo nos dijo en 2 Corintios 4:16 que no desmayamos, no nos desanimamos y no nos decepcionamos. Esto se debe a que “esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (v. 17). El sufrimiento por el que pasamos para ser renovados no se puede comparar con la gloria de que seamos nuevos. De hecho, la vida cristiana no es una vida de sufrimiento. La vida cristiana es una vida de ser renovados de día en día. Aun así, esta renovación viene por el sufrimiento. A Dios no le gusta ver que Sus hijos sufran, pero nosotros tenemos que pasar por el proceso de sufrimiento.

Nosotros siempre soñamos con tener una gloriosa vida de la iglesia. El coro de uno de nuestros himnos empieza con la expresión “Gloriosa vida de la iglesia” (Hymns #1221). Por un lado, la iglesia es gloriosa, pero por otro, ninguna iglesia es gloriosa exteriormente. Ninguna de las iglesias que Pablo estableció era gloriosa exteriormente. Todas ellas tenían problemas. Cuando yo era un cristiano joven, escuché a alguien dar un mensaje en el que decía que la mejor iglesia era la iglesia en Filipos. Sin embargo, cuando estudié el libro de Filipenses, vi que había allí dos hermanas que tenían un desacuerdo (4:2). También había murmuraciones y contiendas entre los filipenses. Es por esto que Pablo les encargó que hicieran todo sin murmuraciones y contiendas (2:14). Si leemos la Epístolas de Pablo detenidamente, podemos ver que las iglesias establecidas por él no eran gloriosas como habríamos esperado nosotros.

Cuando vine al recobro del Señor, vine con la esperanza de que todo sería glorioso. El Señor me llamó a dejar mi trabajo, y a servirle a El tiempo completo. Fui llevado por el Señor al centro de la obra en Shanghái, y empecé a ver que sufrimiento tras sufrimiento le venía a aquel que estaba encargado de la obra, el hermano Watchman Nee. El era una gran “sombrilla” que recibía toda la persecución y los ataques. Algunos de los hermanos que conocían al hermano Nee decían que él no tenía ni un solo día de paz. El sufrió toda su vida.

La situación de la vida de la iglesia puede parecer pobre a veces, pero no debemos desmayar porque estamos pasando por un proceso de renovación. Cuando pasamos por ciertas enfermedades, nuestro cuerpo físico desarrolla resistencia a aquellas enfermedades haciéndonos más fuertes. Aun aprendemos a cuidamos mejor cuando pasamos por enfermedad física. Hace muchos años se me desarrolló una úlcera en el estómago. Además de eso contraje tuberculosis. Esa enfermedad casi me lleva a la muerte. Al atravesar por esa enfermedad, no obstante, me fortalecí. Después de que una persona pasa por una enfermedad y luego se sana, llega a ser fuerte. Por tanto, no debemos desmayar. Después de que la iglesia haya pasado por mucho sufrimiento, debemos tener la certeza de que la iglesia será más fuerte.

En la obra en la China continental cuando yo estaba allí, el hermano Nee era la “sombrilla”, así que él llegó a ser el blanco de los ataques del enemigo. Desde que comenzó la obra en la isla de Taiwán y se extendió a todos los continentes en estos últimos treinta años, espontáneamente yo he llegado a ser la “sombrilla”. Desde que soy la “sombrilla”, todos los dardos del enemigo se han dirigido a mí. Sin embargo, tengo que testificar que pese a todos los ataques estoy más fuerte que nunca. Hoy en día trabajo mucho más que lo que trabajaba hace veinte años. Leo en su totalidad casi cada libro que publicamos. Después de revisadas las publicaciones, las recibo para leerlas. Sólo leerlas requiere mucho tiempo, pero con frecuencia tengo que laborar más para que los escritos sean satisfactorios. Además de esto, también doy muchas conferencias y tengo muchas reuniones, y esto requiere que viaje mucho. Algunos de los que me rodean se preocupan porque yo trabajo mucho, siendo ya mayor de ochenta años, pero todos debemos darnos cuenta de que estamos destinados a sufrir a fin de que seamos renovados.

Pablo les dijo a los tesalonicenses en 1 Tesalonicenses 3:3: “A fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos”. La nota 32 en la Versión Recobro dice: “Dios nos ha destinado, nos ha puesto, para que pasemos por aflicciones. De ahí que, las aflicciones son la porción que Dios nos ha asignado, y El nos ha puesto, nos ha colocado en una situación de aflicciones”. Hemos sido puestos para los sufrimientos. La señora Guyón decía que ella besaba las cruces que se le presentaban, pero yo no diría eso. Agradezco a Dios por los sufrimientos, pero no diría que los recibo gustoso. Sin embargo, no peleo en contra de los padecimientos. La razón por la cual estoy calmado en medio de los sufrimientos es que entiendo que la bendición verdadera no es la paz y el gozo exteriores, sino la verdadera renovación en nuestra vida cristiana.


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