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Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3645-1
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CAPÍTULO NUEVE

LA TERCERA GRAN COLUMNA
EN EL RECOBRO DEL SEÑOR: LA IGLESIA

Lectura bíblica: Mt. 16:18; 18:17; Hch. 8:1; 9:31; 12:1; 13:1; 14:23; Ro. 16:1, 3-5a, 16, 20; 1 Co. 12:28; Ap. 1:4-5a, 11

LA DEFINICIÓN DE LA IGLESIA

El Cuerpo de Cristo

Las cuatro columnas del recobro del Señor son: la verdad, la vida, la iglesia y el evangelio. En el Nuevo Testamento la persona más importante es Cristo, y en segundo lugar, la iglesia. Hoy en día el común de los cristianos en cierta medida presta atención a Cristo, pero no presta mucha atención a la iglesia. Aunque a menudo mencionan la iglesia y hablan acerca de ella, el entendimiento que tienen es que la iglesia es sólo un edificio o una organización humana. Sin embargo, la Biblia claramente nos muestra que la iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22b-23). La iglesia fue producida por Cristo, Cristo es la Cabeza de la iglesia, y la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Un cuerpo humano no es una organización, sino un organismo vivo. De igual manera, la iglesia no es una organización, sino un organismo. Como creyentes, nosotros somos los miembros de este organismo.

El cuerpo de una persona, aunque tiene muchos miembros, sigue siendo un solo cuerpo. Los miembros del cuerpo son bellos y hermosos, y son capaces de recibir el suministro de vida. Sin embargo, cuando un miembro es separado del cuerpo, no sólo pierde su vida y su función, sino que además causa espanto. Supongamos que alguien se cortara la mano y luego se la diera a usted. Esto le daría un buen susto. Sin embargo, si la mano permanece unida al cuerpo de dicha persona, podría saludarlo calurosamente con un apretón de manos. Es muy lamentable y terrible que muchos cristianos hoy en día sean como una mano que ha sido cortada del cuerpo. Se han convertido en miembros individualistas que están separados del Cuerpo. Además, por estar separados del Cuerpo, carecen del suministro del Cuerpo y dejan de ser útiles en las manos del Señor.

La casa de Dios y de los creyentes

La Biblia también dice que la iglesia es la casa de los creyentes (cfr. Gá. 6:10). En esta casa Dios es el Padre, y nosotros somos los hijos. De ahí que esta casa sea también la casa de Dios (Ef. 2:19; 1 Ti. 3:15; He. 3:6). Si una persona se queda sin hogar, se convierte en un vagabundo. Muchos cristianos son como vagabundos que no tienen hogar. Prefieren ser cristianos “de la calle” que hijos en la casa del padre. Ya sea que la llamemos el Cuerpo de Cristo o la casa de Dios, nosotros, los creyentes necesitamos la iglesia. Puesto que somos miembros del Cuerpo de Cristo, debemos permanecer en el Cuerpo; y puesto que somos hijos en la casa de Dios, debemos permanecer en la casa.

EL SEÑOR TIENE LA INTENCIÓN DE EDIFICAR
A LOS CREYENTES REDIMIDOS EN LA IGLESIA

El Señor disciplina y perfecciona
a los creyentes por medio de la iglesia

La Biblia nos revela que el propósito del Señor al salvarnos es edificarnos en la iglesia. Los cristianos a menudo dicen que necesitan edificarse espiritualmente y ayudarse a crecer, pero la Biblia dice que lo que el Señor desea edificar es la iglesia (Mt. 16:18). En la experiencia que he tenido sirviendo al Señor por más de cincuenta años, jamás he visto a un cristiano que, como un individuo aislado de los demás, pudiera edificarse a sí mismo. Cuanto más individualistas seamos, menos capaces seremos de edificarnos a nosotros mismos. Es únicamente cuando estamos en el Cuerpo, en la iglesia, que podemos ser edificados. Cuando estamos en nosotros mismos, lo único que podemos hacer es causar problemas. Cuanto más individualista y peculiar sea un creyente, más lleno estará del yo. Cuanto más individualista y natural sea él, más lleno estará de su manera de ser y de su yo. La peculiar manera de ser de un cristiano y su vida natural no pueden ser eliminadas en ningún otro lugar; es únicamente en la iglesia que los creyentes pueden ser quebrantados. Todo miembro en la iglesia es tanto un suministro como un quebrantamiento para nosotros.

Imaginémonos a una persona de rápido temperamento y que lo único que a ella le interesa es hacer las cosas de forma rápida y eficaz. Aun cuando haya estado casado por veinticinco años, es posible que su esposa aún no haya podido hacerle cambiar su modo de ser. Sin embargo, una vez que viene a la iglesia y es edificado en la iglesia, su temperamento rápido es aniquilado. Aunque quiera hacer las cosas rápidamente, el Señor dispondrá que él tenga que coordinar con una persona de un temperamento lento. Supongamos ahora que hay otra persona de temperamento lento. Es probable que su familia no haya podido hacerle cambiar. Sin embargo, una vez que viene a la iglesia, el Señor encontrará la manera de que haga las cosas más rápidamente. ¡Esto es verdaderamente maravilloso! El Señor dispone que los rápidos apuren a los lentos, y también hace los arreglos para que unos cuantos hermanos lentos quebranten a los rápidos.

Los que son casados saben que los esposos no saben cómo lograr que sus esposas cambien, y las esposas tampoco saben cómo hacer que sus esposos cambien. Si un esposo es demasiado áspero con su esposa, quizás ella se rehúse a cocinar o a lavar la ropa. Es posible que también murmure mucho. Todos los esposos reconocen que ninguno de ellos es capaz de hacer cambiar a su esposa, y lograr que sea una mejor esposa. A los esposos sencillamente les es imposible hacer esto. Por consiguiente, si un esposo desea que su esposa cambie, tiene que traerla a la iglesia. La iglesia es el mejor lugar para que ella sea quebrantada. Del mismo modo, no existe esposa alguna que pueda hacer cambiar a su esposo. La mejor manera de lograr que un esposo cambie es enviarlo a la iglesia.

La iglesia es el mejor lugar donde podemos ser quebrantados. Por ejemplo, si mis pies quisieran caminar, pero mis manos no estuvieran dispuestas a avanzar, estos dos miembros tendrían que luchar y pelear el uno con el otro, puesto que los pies no podrían decirle a las manos: “Como ustedes no cooperan ni están dispuestas a avanzar, nosotros nos separaremos de ustedes”. Esta separación haría que los pies se convirtieran en algo espantoso. Hoy en día algunos cristianos son así de espantosos. Espero que nuestros ojos sean abiertos para ver lo serio que es este asunto. Una vez que nos separamos de la iglesia, perdemos nuestra utilidad y nos convertimos en personas que causan espanto. Por lo tanto, no tenemos otro camino o alternativa; nuestro destino es estar en la iglesia. Ésta es la sabiduría soberana de Dios.

En el recobro del Señor estamos firmes sobre el terreno de la localidad y no podemos escoger una iglesia según nuestra preferencia. El cristianismo actual es como un mercado de iglesias. Esto no está bien. Si usted quiere comprarse un par de zapatos a su gusto, puede escoger entre unos cuantos almacenes de calzado; sin embargo, uno no puede escoger a qué iglesia ir, porque únicamente existe una sola iglesia en una localidad. Si usted se queja de que su iglesia local no es buena y decide escoger otra, por el hecho de no estar satisfecho con ella, tendrá que mudarse a otra localidad. Y en efecto, podría mudarse a otra localidad, pero si usted mismo no ha cambiado, la iglesia allí será aún peor para usted. Finalmente, usted tendrá que mudarse muchas otras veces, y esto lo hará que usted sea un cristiano “de la calle”. Esto es muy lamentable.

Por consiguiente, cuando hablamos de la iglesia, por un lado es algo muy placentero, pero por otro, es muy duro. La primera estrofa de Himnos, #365 dice: “Tu habitación amo, Señor / Bendita iglesia es”. Sin embargo, muchas personas no piensan igual. Dicen: “Oh, Señor, Tu habitación es muy lastimosa. Realmente no puedo vivir aquí más. ¿Por qué no me das una mejor iglesia?”. Finalmente, después que se hayan ido de la iglesia, estos santos estarán sin iglesia y vendrán a ser cristianos vagabundos, miembros individualistas. Pedro es el mejor ejemplo que tenemos de nuestra necesidad de permanecer en la iglesia. En Mateo 16 el Señor le dijo que él era una piedra, y que había tenido que edificarlo a él, como piedra, en la iglesia (v. 18; 1 P. 2:5). Pedro era alguien de temperamento rápido (Mt. 17:24-27); únicamente la iglesia podría quebrantarlo y hacerlo madurar. Todos los que sean tan impulsivos y salvajes como Pedro tienen que permanecer en la iglesia para ser transformados.


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