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Cristo como la realidadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3063-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 21 Sección 1 de 3

CAPÍTULO TRECE

LA HUMANIDAD DE JESÚS
ES NECESARIA EN LA GUERRA ESPIRITUAL

Lectura bíblica: Gn. 3:15; 1 Jn. 4:2-3; Mt. 4:3-4; 8:29; 2 Co. 10:1-4; 2 Ti. 1:7; 1 Ts. 4:3-4; 1 Co. 6:15, 18-19

En los últimos capítulos hemos visto seis puntos principales acerca de la ofrenda de harina: 1) la ofrenda de harina constituye la adoración apropiada a Dios; 2) proporciona la dieta apropiada para el sacerdocio; 3) produce las tablas derechas; 4) forma la casa de Dios al unir las tablas; 5) produce los dones apropiados; y 6) produce el fluir de vida. Ahora en este capítulo debemos ver que la humanidad de Jesús es absolutamente necesaria para la guerra espiritual.

LA SIMIENTE DE LA MUJER

La guerra espiritual que hay entre el enemigo y los santos se relaciona principalmente con la humanidad de Jesús. Según la Biblia, la guerra espiritual es entre Satanás y Dios; sin embargo, Dios nunca pelearía la batalla por Sí mismo. Esto se debe a que Satanás es una criatura de Dios y, más aún, es una criatura caída. Dios es el Creador. El Creador nunca pelearía con Su criatura; si lo hiciera, degradaría Su posición. Ésta es la razón por la que el hombre es necesario, como también la razón por la que fue creado. En la guerra espiritual, Dios necesita que otra criatura luche con la criatura caída.

En Génesis 1 Dios dijo que le confiaba Su dominio al hombre para que éste pudiera subyugar la tierra. La palabra subyugar incluye el significado de pelear. Es imposible subyugar a alguien sin librar cierta clase de lucha. Dios se ha propuesto que el hombre pelee contra Satanás para así subyugar la tierra rebelde. Pero sabemos que el hombre fue arruinado por Satanás. Satanás sabía que el hombre tenía una función estratégica en la guerra espiritual; y por lo tanto hizo que éste cayera.

¡Alabado sea el Señor por Génesis 3:15! Aquí Dios prometió que Cristo vendría como la simiente de la mujer. Esta simiente de la mujer es un hombre, pero es un hombre diferente a cualquier otro. La Biblia dice que Cristo es el segundo hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre fracasó, y entonces Dios envió al segundo hombre. Cristo se hizo hombre para pelear la batalla por Dios. Él participó de sangre y carne para destruir al diablo por medio de la muerte (He. 2:14). Estos versículos revelan que Cristo como un hombre con Su humanidad peleó contra Satanás.

EL HIJO DE HOMBRE

La tentación en el desierto fue la primera confrontación entre Satanás y el Señor Jesús. Allí el diablo retó al Señor diciéndole: “Si eres Hijo de Dios...”. Éste no sólo fue un reto, sino también un ataque muy sutil. Si el Señor Jesús hubiera reconocido en ese tiempo que era el Hijo de Dios, habría sido derrotado. Pero Jesús conocía las artimañas del enemigo, por lo que respondió: “No sólo de pan vivirá el hombre”. En otras palabras, Él estaba diciendo: “Delante de ti, Satanás, Yo no estoy en la posición de Hijo de Dios, sino en la posición de hombre. No estoy luchando contra ti como Hijo de Dios, sino como hombre”.

Ésta es la razón por la que los demonios, al encontrarse con Jesús, clamaban que Él era el Hijo de Dios. No se atrevían a confesar que Jesús era el Hijo de Hombre, pues de haberlo hecho, habrían sido derrotados. Sin embargo, el Señor los hizo callar. Por esto mismo, en 1 Juan 4:2-3 dice que todo espíritu que no confiese que Jesucristo ha venido en la carne, no es del Espíritu de Dios. Esto quiere decir que todos debemos confesar que el Señor Jesús vino en la carne. Él vino en la carne no sólo para redimirnos, sino también para derrotar a Satanás.

Los cristianos hoy en día tienen el concepto equivocado de que, para pelear la batalla, necesitamos un poder espiritual con algo celestial y divino. Pero escuchen lo que Pablo dijo en 2 Corintios 10:1: “Mas yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo”. El ruego de Pablo era la verdadera pelea. La guerra espiritual entre el enemigo y los santos se lleva a cabo no tanto en el poder divino como en la humanidad apropiada. En la guerra espiritual se necesita la humanidad de Jesús. Para luchar la batalla contra el enemigo, debemos echar mano de la humanidad de Jesús en nuestro andar diario. Nuestra vida familiar necesita de la humanidad de Jesús. Entre los santos que conformamos la iglesia se necesita la humanidad de Jesús. En otras palabras, si nuestra humanidad no es apropiada, será imposible derrotar a Satanás; de hecho, ya nos habrá derrotado. Mientras no tengamos la humanidad apropiada y normal, seremos derrotados.


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