Vida cristiana normal de la iglesia, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-87083-495-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Antes de considerar el asunto de la reunión, digamos primero unas pocas palabras en relación con la naturaleza de la Iglesia. Cristo es la Cabeza de la iglesia y “nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Ro. 12:5). Aparte de Cristo, la iglesia no tiene cabeza; todos los creyentes son sólo miembros y son “miembros los unos de los otros”. La mutualidad expresa la naturaleza de la iglesia, pues todas las relaciones entre los creyentes son de miembro a miembro, nunca de cabeza a miembro. Todos aquellos que componen una iglesia toman su puesto como miembros del Cuerpo, sin que ninguno ocupe la posición de la cabeza. La vida entera de la iglesia y todas sus actividades deben ser marcadas por esta característica de mutualidad.
Sin embargo, la naturaleza de la obra es bien distinta de la naturaleza de la iglesia. En la obra existen grupos activos y grupos pasivos. Los apóstoles son activos y aquellos entre los cuales laboran son pasivos, mientras que en la iglesia todos son activos. En la obra, la actividad es unilateral; en la iglesia la actividad está por todas partes.
Cuando reconozcamos la diferencia fundamental entre la naturaleza de la obra y la de la iglesia, entonces comprenderemos fácilmente la enseñanza bíblica relativa a las reuniones que vamos a considerar. Hay dos clases diferentes de reuniones en las Escrituras: la reunión de la iglesia y la reunión apostólica. Si hemos de diferenciar claramente entre las dos, debemos primero entender las distintas naturalezas de la iglesia y de la obra. Al ver esto claramente, un vistazo a la naturaleza de cualquier reunión hará obvio a qué esfera pertenece; pero si no podemos entender esta distinción, confundiremos constantemente la iglesia con la obra. En la iglesia primitiva había reuniones que estaban definitivamente conectadas con las iglesias, y otras que estaban igual de definitivamente conectadas con la obra. En éstas solamente un hombre hablaba, y todos los otros constituían su audiencia. Uno se ponía de pie ante los demás, y por su predicación dirigía los pensamientos y los corazones de quienes estaban sentados escuchando en silencio. Este tipo de reunión puede ser reconocido al instante como una sesión relacionada con la obra apostólica, porque tiene el carácter de la obra, esto es, actividad por un lado y pasividad por el otro. No hay sello de mutualidad en ella. En las reuniones de la iglesia “cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” (1 Co. 14:26). Aquí no tenemos el caso de que uno dirija y todos los demás sigan, sino que cada uno aporta su porción de ayuda espiritual. Es cierto que sólo unos pocos de aquellos presentes toman parte, pero todos pueden hacerlo; solamente unos pocos son contribuyentes reales de la reunión, pero todos son posibles contribuyentes. Las Escrituras muestran estas dos clases de reuniones: reuniones apostólicas, que son dirigidas por un sólo hombre, y reuniones de la iglesia, en las cuales todos los hermanos locales son libres de tomar parte.
Las reuniones apostólicas pueden dividirse en dos clases, a saber, para creyentes y para incrédulos. La reunión que se celebró inmediatamente después que la iglesia cobró existencia fue una reunión apostólica para incrédulos (Hch. 2:14). Las reuniones en el pórtico de Salomón (Hch. 3:11) y en la casa de Cornelio (Hch. 10) eran de la misma naturaleza, y hay aún más relatos de reuniones similares en el Libro de los Hechos. Ellas eran claramente reuniones apostólicas, no reuniones de la iglesia, porque un hombre hablaba y todos los demás escuchaban. La predicación de Pablo en Troas estaba dirigida a los hermanos (Hch. 20). Si era en la iglesia o no, de todos modos era apostólica en carácter, porque era unilateral, en que sólo el apóstol hablaba a toda la asamblea y los varios miembros no tomaban parte para su edificación mutua. Pablo predicó a los hermanos en Troas porque pasaba por aquel lugar, y cualquier apóstol que pasara por un lugar como él lo hizo, tendría la libertad de responder a una invitación de los hermanos para ayudarlos espiritualmente. Luego, cuando Pablo estaba en Roma, los creyentes venían a su cuarto alquilado para oírlo testificar (Hch. 28:23, 30, 31). De nuevo, esta obra es específicamente apostólica en naturaleza, porque un solo hombre es activo mientras que los otros son pasivos.
La segunda clase de reunión se menciona en la Primera epístola a los Corintios:
“Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?...¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación. Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos” (1 Co. 14:23, 26-33).
Esta es obviamente una reunión de una iglesia, porque no vemos a un hombre dirigiendo mientras los demás lo siguen, sino a todo aquel que tiene dones contribuyendo a la reunión como el Espíritu los dirige. En las reuniones apostólicas hay una distinción definitiva entre el predicador y su audiencia, pero en esta clase de reunión cualquier miembro dotado puede ser predicador, y cualquiera puede ser la audiencia. Nada depende del hombre, y cada uno participa como el Espíritu dirige. No es un ministerio de “todos los hombres”, sino un ministerio del Espíritu Santo. Los profetas y maestros ministran la Palabra a medida que el Señor la da, mientras que otros ministran a la asamblea de otros modos. No todos pueden profetizar y enseñar, pero todos pueden procurar profetizar y enseñar (v. 1). Se da la oportunidad a cada miembro de la iglesia de ayudar a los otros y se da la oportunidad a cada uno de ser ayudado. Un hermano puede hablar en un período de la reunión y otro más tarde; usted puede ser escogido del Espíritu para ayudar a los hermanos esta vez, y yo la próxima vez. Todo en la reunión se gobierna desde el comienzo hasta el final por el principio de “dos o tres” (vs. 27, 29). Aun los mismos dos o tres profetas no tienen nombramiento permanente para ministrar en las reuniones, sino que en cada reunión el Espíritu escoge a cualesquiera dos o tres de entre todos los profetas presentes. Se ve de inmediato que tales asambleas son asambleas de la iglesia porque el sello de mutualidad es evidente en todos los procedimientos.
Hay solamente un versículo en el Nuevo Testamento que habla de la importancia de que los cristianos se congreguen; es Hebreos 10:25: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Este versículo demuestra que el propósito de tal asamblea es exhortarnos unos a otros. Claramente ésta no es una reunión apostólica porque no se ve a un hombre exhortando a la asamblea entera, sino a todos los miembros asumiendo igual responsabilidad para exhortarse unos a otros. La reunión de la iglesia tiene estampado el sello de “unos a otros”.
Según la crónica de las Escrituras hay varios propósitos para los cuales la iglesia se reúne. Primeramente, para la oración (Hch. 2:42; 4:24, 31; 12:5); en segundo lugar, para la lectura (Col. 4:16; 1 Ts. 5:27; Hch. 2:42; 15:21, 30-31); en tercer lugar, para partir el pan —las reuniones con este propósito no son reuniones presididas por un solo individuo el cual lleva toda la responsabilidad, puesto que se hace referencia a “la copa de bendición que bendecimos....El pan que partimos” (1 Co. 10:16-17; Hch. 2:42; 20:7)—; y en cuarto lugar, para el ejercicio de los dones espirituales (1 Co. 14). Esta última clase de reunión es una reunión de la iglesia, puesto que la frase “en la iglesia” es usada repetidas veces en el pasaje que la describe (vs. 28, 34-35). De esta reunión se dice que en ella todos pueden profetizar. ¡Cuán diferente es esto de tener un hombre que predica mientras todos los demás se sientan silenciosamente en la banca escuchando su sermón! Tal reunión no tiene lugar entre las diferentes reuniones de la iglesia porque su naturaleza muestra claramente que es una reunión apostólica, y siendo una reunión apostólica pertenece a la esfera de la obra, no a la de la iglesia. Las reuniones en las que la actividad es unilateral no caben dentro de la esfera de la iglesia, porque carecen del rasgo distintivo de todas las reuniones de la iglesia; y cuando se hace cualquier intento de colocarlas en el programa de la iglesia, sin duda resultarán muchos problemas.
¡Qué lástima que esta forma de reunión es la principal característica de las iglesias hoy! A ninguna otra reunión asiste la gente con tanta regularidad como a ésta. ¿Quién es considerado un buen cristiano realmente? ¿No es uno que va a la iglesia el domingo por la mañana cincuenta y dos veces al año para oír al ministro predicar? Pero esto es pasividad, y anuncia muerte. Aun el que ha asistido a “la iglesia” cincuenta y dos domingos al año, de hecho no ha estado en una reunión de la iglesia ni una sola vez. Ha ido solamente a reuniones relacionadas con la obra. No quiero dar a entender que nunca deberíamos tener esta clase de reunión, pero el punto es que tal reunión es parte de la obra y no de la iglesia. Si se tiene un obrero en la localidad, entonces se puede tener esta clase de reunión, y solamente entonces. La iglesia local, como iglesia, no tiene tales reuniones. Cuando las hallemos en conexión con una iglesia, debemos disuadirlas y ayudar a los creyentes a ver que las reuniones de la iglesia son conducidas por la iglesia. Si las reuniones apostólicas reemplazan a las reuniones de la iglesia, entonces los miembros de la iglesia se vuelven pasivos e indolentes, siempre esperando ser ayudados, en lugar de buscar, dependiendo del Espíritu, ser útiles a los otros hermanos. Esto es contrario a los principios neotestamentarios de ayuda y edificación mutuas. La razón por la cual las iglesias en China todavía son tan débiles después de cien años de misiones cristianas, es porque los siervos de Dios han introducido en las iglesias locales un tipo de reunión que realmente pertenece a la obra, y naturalmente los miembros de la iglesia han concluido que si asisten a tales servicios y sólo reciben pasivamente todo lo que se les enseña allí, han cumplido con la parte principal de su deber cristiano. La responsabilidad individual se ha perdido de vista, y la pasividad ha impedido el desarrollo de la vida espiritual en todas las iglesias.
Además, para mantener la predicación del domingo por la mañana, se debe tener un buen predicador. Por tanto, se necesita un obrero no sólo para manejar los asuntos de la iglesia sino también para mantener las reuniones para dar ánimo espiritual. Es apenas natural, si todos los domingos se ha de dar un buen mensaje, que las iglesias esperen a alguien que esté mejor capacitado para predicar que los hermanos locales recientemente convertidos. ¿Cómo puede esperarse de ellos que salgan con un buen sermón una vez a la semana? ¿Y de quién puede esperarse que predique mejor que un siervo especialmente llamado por Dios? En consecuencia un apóstol se establece a pastorear la iglesia, y por ende, las iglesias tanto como la obra pierden sus características distintivas. El resultado es una seria pérdida en ambas direcciones. Por un lado, los hermanos se vuelven perezosos y egoístas porque su pensamiento se encierra solamente en ellos mismos y en la ayuda que puedan recibir, y por otro lado, los territorios que no han sido evangelizados se quedan sin obreros porque los apóstoles se han instalado y se han convertido en ancianos. Por falta de actividad el crecimiento espiritual de las iglesias se detiene, y por carencia de apóstoles se impide también la extensión de la obra.
Debido a que tanto estrago ha sido causado por la introducción de una característica de la obra en las iglesias, despojando así a ambas de su naturaleza verdadera, debemos diferenciar claramente entre las reuniones que pertenecen específicamente a la obra y aquellas que pertenecen específicamente a la iglesia. Cuando Dios bendice nuestros esfuerzos en cualquier lugar para la salvación de las almas, debemos asegurarnos de que los salvos comprendan, desde el principio, que las reuniones en las que se convirtieron pertenecen a la obra y no a la iglesia, que ellos son la iglesia y que en consecuencia deben tener sus propias reuniones de iglesia. Deben reunirse en sus hogares o en otros lugares para orar, estudiar la Palabra, partir el pan y ejercitar sus dones espirituales; y en tales reuniones su objeto debe ser ayuda y edificación mutuas. Cada individuo debe llevar su porción de responsabilidad y transmitir a los demás lo que él mismo ha recibido del Señor. La dirección de las reuniones no debe ser la carga de ningún individuo, sino que todos los miembros deberían llevar la carga juntos y deberían procurar ayudarse unos a otros dependiendo de la enseñanza y guía del Espíritu, y dependiendo también de que el Espíritu les dé poder. Tan pronto como los creyentes sean salvos, deben empezar a reunirse de una manera regular. Tales reuniones de creyentes locales son verdaderas reuniones de la iglesia.
Las reuniones relacionadas con la obra son solamente una institución temporal (a menos que el objeto sea mantener un testimonio especial en un lugar especial). Pero la asamblea de los creyentes para la comunión y el estímulo mutuo es algo permanente. Aun cuando los creyentes fuesen muy inmaduros y sus reuniones pareciesen muy infantiles, deben aprender a contentarse con la ayuda que reciben los unos de los otros y no deben esperar siempre sentarse y escuchar un buen sermón. Deben buscar de Dios la revelación, los dones espirituales, y las palabras que necesitan; si su necesidad los arroja sobre El, el resultado será el enriquecimiento de toda la iglesia. Las reuniones de los recién convertidos naturalmente mostrarán el sello de inmadurez al principio, pero que el obrero tome la responsabilidad de tales reuniones detendrá su crecimiento, no lo favorecerá. Es la condición de las reuniones de la iglesia, no la de las reuniones conectadas con la obra, la que indica el estado espiritual de una iglesia en una localidad. Cuando un apóstol está predicando un gran sermón, y todos los creyentes están asintiendo y añadiendo sus frecuentes y fervientes “amenes”, ¡cuán profundamente espiritual parece la congregación! Pero es cuando ellos se reúnen por sí mismos que su verdadero estado espiritual sale a la luz.
La reunión apostólica no es una parte integral de la vida de la iglesia; es sólo parte de la obra, y cesa con la salida del obrero. Mas las reuniones de la iglesia siguen adelante sin interrupción, sea que el obrero esté presente o ausente. Es debido al desconocimiento de la diferencia entre las reuniones para la iglesia y las reuniones para la obra que siempre ha ocurrido que los hermanos cesan de reunirse cuando se va el obrero. Una de las fuentes prolíficas que llevan a los hijos de Dios a fracasar espiritualmente es el hecho de que ellos consideren a la iglesia como parte de la obra; así que cuando hay un sermón que oír se constituyen en oyentes receptivos, pero si no hay un predicador las reuniones terminan automáticamente y no se les ocurre reunirse simplemente para ayudar el uno al otro.
Pero, ¿cómo pueden los creyentes locales equiparse para ministrar el uno al otro? En los días apostólicos se daba por sentado que el Espíritu vendría sobre todos los creyentes tan pronto como ellos se dirigieran al Señor, y con la llegada del Espíritu, los dones espirituales se impartían, y por medio del ejercicio de éstos las iglesias se edificaban. El método usual que Dios ha ordenado para la edificación de las iglesias es las reuniones ordinarias de la iglesia, no las reuniones dirigidas por los obreros. La razón por la cual las iglesias están tan débiles hoy es porque los obreros procuran edificarlas por medio de las reuniones bajo su cuidado, en lugar de dejar a la responsabilidad de ellos la edificación de unos a otros por medio de sus propias reuniones de iglesia. ¿Por qué llegó a darse que las reuniones de la iglesia según 1 Corintios 14 no son parte de la vida de la iglesia? Porque muchos de entre el pueblo de Dios carecen de la experiencia de la venida del Espíritu, sin la cual una reunión según los delineamientos de 1 Corintios 14 es una mera forma vacía. A menos que todos aquellos que llevamos al Señor tengan una experiencia definida de la venida del Espíritu Santo sobre ellos, será de poco provecho instruirlos sobre cómo dirigir sus reuniones de la iglesia, porque tales reuniones carecerán de poder y eficacia. Si el Espíritu Santo está sobre los creyentes, como en los días de la iglesia primitiva, El dará dones a los hombres, y tales hombres podrán fortalecer a los santos y edificar el Cuerpo de Cristo. Vemos en la primera epístola de Pablo a los Corintios que Dios había equipado de tal modo a los creyentes con dones espirituales que podían realizar la obra de edificar las iglesias muy independientemente de los apóstoles. (Esto no implica que ellos no necesitaban ayuda apostólica adicional. Decididamente sí la necesitaban). ¡Qué lástima que hoy en día muchos hijos de Dios le dan más importancia a los siervos de Dios que a Su Santo Espíritu! Ellos están contentos con ser atendidos por los dones de un siervo en lugar de buscar ellos mismos los dones del Espíritu; así que las verdaderas reuniones de la iglesia han cedido lugar a las reuniones bajo los auspicios de los obreros.
En 1 Corintios 14, donde lo que se enfoca es una reunión de la iglesia, ¡se ha dejado fuera a los apóstoles enteramente! ¡No hay ningún lugar para ellos en las reuniones de una iglesia local! Cuando los miembros de una iglesia se reúnen y los dones espirituales están en uso, la profecía y otros dones son ejercitados, pero no se menciona a los apóstoles por la sencilla razón de que a los apóstoles no se les asigna ningún lugar en las reuniones de la iglesia local; son nombrados para la obra. Cuando la iglesia local se reúne, son los dones lo que se pone en efecto; los oficios no tienen lugar allí, ni siquiera el de apóstol. Pero esto no imposibilita que un apóstol visitante hable palabra alguna en una reunión de la iglesia. Esto se ve en el hecho de que Pablo participó en la reunión en Troas. Pero lo que se debe notar es que Pablo sólo estaba de paso por Troas, así que su charla allí era simplemente un arreglo temporal para que los santos locales pudieran beneficiarse de sus dones espirituales y de su conocimiento del Señor; no era una institución permanente.
Los apóstoles, como tales, representan un puesto en la obra y no un don particular; por tanto, aquí ellos son ignorados totalmente; no se hace mención de ellos en esta reunión de la iglesia local. De ningún modo caben en la organización de la iglesia, porque su ministerio como apóstoles no era para las iglesias, sino para la obra. Como ya hemos observado, los apóstoles no tenían voz en el manejo de la administración de los asuntos prácticos de ninguna iglesia; pero el hecho de que ninguna parte es asignada a ellos, ni aun en las asambleas locales para la edificación mutua, pone en claro que Dios ni siquiera tenía el propósito de que ellos asumieran la responsabilidad del ministerio espiritual en las iglesias. Dios dio dones a los hermanos locales para que ellos pudieran ser profetas, evangelistas, pastores y maestros, y, así equipados, pudieran asumir la responsabilidad del ministerio espiritual en la localidad. Los apóstoles no llevan ninguna responsabilidad, ni por el lado espiritual ni por el material, de los asuntos de iglesia alguna; los ancianos son responsables de la administración local, y los profetas y otros ministros del ministerio local.
Entonces, ¿los apóstoles nada tienen que ver con la iglesia local? ¡Por supuesto que sí! Hay mucho campo todavía para que ellos ayuden a las iglesias, pero no en calidad de apóstoles. En el lado práctico de las cosas, ellos pueden ayudar indirectamente dando consejo a los ancianos, los cuales intervienen directamente en los asuntos de la iglesia; y por el lado espiritual, en las reuniones de la iglesia ellos pueden servir con cualquier don espiritual que posean, como profecía o enseñanza. Su cargo apostólico carece de importancia en una reunión de la iglesia para el ejercicio de los dones espirituales. Como apóstoles no pueden ellos ejercer ningún don apostólico, pero como hermanos, ellos pueden ministrar a los demás creyentes por medio del uso de cualquier don con el cual el Espíritu pueda haberlos dotado.
No sólo los apóstoles, sino aun los ancianos como tales no tienen parte en las reuniones. En este capítulo (1 Co. 14), los ancianos no tienen lugar en absoluto; ni siquiera se mencionan. Ya hemos señalado que los ancianos son tales para un puesto, no para el ministerio. Ellos son nombrados para el gobierno de la iglesia y no para el ministerio. Un cargo tiene que ver con el gobierno y los dones con el ministerio. En las reuniones para la ministración, son los que han recibido dones de Dios los que cuentan, no los que tienen un cargo; así que, en las reuniones de la iglesia son los profetas, maestros y evangelistas los que guían, no los ancianos. Ellos son los que tienen dones en la iglesia. (Hechos 20:28 dice: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor”. Según 1 Pedro 5:2 este apacentar se realiza por medio de ejercer cuidado sobre la grey: “Apacentad la grey de Dios...ejerciendo cuidado sobre ella”.)
Debemos diferenciar entre el trabajo de los ancianos y la labor de los profetas y maestros. Su trabajo es diferente pero no son necesariamente personas distintas. Es muy posible que una persona actúe en ambas capacidades. Los ancianos son los que tienen un cargo en una iglesia local; los profetas y los maestros son los ministros dotados en una iglesia local. Los ancianos siempre están ahí para gobernar la iglesia; los profetas y maestros están para ministrar en las reuniones de la iglesia. Siempre que hay una iglesia, el Señor no sólo designa ancianos para su manejo, sino que también confiere dones a algunos hermanos para constituirlos ministros para las reuniones. Esto no significa que los ancianos no tienen nada que ver con las reuniones. Cuando se hace necesario el gobierno en la reunión, ellos pueden ejercer la autoridad allí. En cuanto al ministerio, aunque los ancianos no pueden ministrar como tales, si son también profetas o maestros, ellos pueden ministrar en esa capacidad. Es casi imprescindible que los ancianos sean profetas y maestros; de otro modo no pueden gobernar la iglesia con efectividad.
El punto que debe recordarse es que las reuniones de la iglesia son la esfera para el ministerio de la Palabra, no la esfera para el ejercicio de ningún cargo. Es para el ejercicio de los dones para edificación. Puesto que los cargos de apóstol y el de anciano son puestos, uno en la obra y otro en la iglesia, los poseedores de cada puesto, como apóstoles o ancianos, están enteramente fuera de las reuniones. Pero Dios será bondadoso para con Su iglesia dándole dones para su edificación. Las reuniones de la iglesia son el lugar para el uso de estos dones para ayuda mutua.
Todas las reuniones basadas en el principio de “mesa redonda” son reuniones de la iglesia, y todas las reuniones basadas en el principio del “púlpito y la banca” son reuniones que pertenecen a la obra. Las últimas pueden ser de una naturaleza provisional, y no necesariamente una institución permanente, mientras que las primeras son una característica regular de la vida de la iglesia. Una mesa redonda lo capacita a usted a pasarme algo, y a mí a pasarle algo a usted. Nos proporciona la oportunidad para la expresión de mutualidad, ese rasgo esencial en todas las relaciones de la iglesia. En las iglesias locales debemos disuadir todas las reuniones que se basen en el principio del “púlpito y la banca”, para que, por un lado, los obreros de Dios estén libres para viajar lejos proclamando las buenas nuevas a los pecadores y, para que, por otro lado, los nuevos convertidos se aferren al Señor para obtener todo el equipo necesario con el cual servirse el uno al otro. Entonces, las iglesias, al tener que tomar su propia responsabilidad, desarrollarán su propia vida espiritual y los dones espirituales mediante el ejercicio. Está bien tener una reunión apostólica cuando un obrero visita la localidad, pero cuando se va, las reuniones del “púlpito” deben ser descontinuadas. Los profetas, maestros y evangelistas en la iglesia local pueden adoptar reuniones de este tipo esporádicamente, pero deben ser vistas como excepcionales porque fomentan la pasividad y, por lo general, no contribuyen al desarrollo espiritual de las iglesias.
Vayamos al libro de Hechos para ver el ejemplo que Dios estableció desde el principio para Su iglesia. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones...Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2:42, 46). Tales eran las condiciones en los primeros días de la historia de la iglesia. Los Apóstoles no establecieron un lugar central de reunión para los creyentes, sino que éstos “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Ellos se movían de una casa a otra en comunión unos con otros.
Ahora podemos sacar nuestras propias conclusiones de los tres puntos que hemos considerado. (1) En cualquier lugar donde haya un grupo de creyentes, unos pocos de los más maduros se escogen de entre los miembros para encargarse de los otros, después de lo cual toda la responsabilidad local reposa en ellos. Desde el mismo principio debería aclarárseles a los nuevos convertidos que es por nombramiento divino que el manejo de la iglesia se confía a los ancianos locales y no a ningún obrero de otro lugar. (2) No se hace necesario ningún lugar de reunión para la iglesia. Los miembros se juntan en una o más casas, de acuerdo con las exigencias de su número, y si se vieran obligados a congregarse en varias casas, está correcto que toda la iglesia se reúna de vez en cuando en un solo lugar. Para tales reuniones debe procurarse un lugar especial para la ocasión, o un lugar permanente, según las condiciones existentes en la iglesia. (3) Las reuniones de la iglesia no son la responsabilidad de los obreros. Los creyentes locales deben aprender a usar los dones espirituales que Dios les ha confiado para ministrar a sus co-creyentes. El principio según el cual se llevan a cabo todas las reuniones de la iglesia es el de “la mesa redonda”, no el del “púlpito y la banca”. Cuando algún apóstol visita un lugar, puede dirigir una serie de reuniones para la iglesia local, pero tales reuniones son excepcionales. En las reuniones regulares de la iglesia los hermanos deben contribuir con sus aportes especiales en el poder y bajo la guía del Espíritu. Pero para hacer que tales reuniones tengan mérito definido, es esencial que los creyentes reciban dones espirituales, revelación y palabra; por tanto, los obreros deben hacer un asunto de real importancia que todos sus convertidos experimenten el poder del Espíritu derramado.
Si se siguen los ejemplos que Dios nos ha mostrado en Su Palabra, entonces en las iglesias nunca surgirán dudas relativas al auto-gobierno, auto-sostenimiento, y auto-propagación. Y las iglesias en las distintas localidades, en consecuencia, se evitarán mucho gasto innecesario, lo cual las capacitará para auxiliar libremente a los creyentes pobres, como hicieron los corintios, o a ayudar a los obreros, como los filipenses hicieron. Si las iglesias siguen las líneas que Dios mismo ha propuesto para ellas, la obra de Dios adelantará sin impedimento y Su reino se extenderá sobre la tierra.
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