Vida que vence, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-909-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 2 Corintios 12:9 dice: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. ¿Pueden ver esto? La debilidad no es algo por lo que debamos lamentarnos o llorar. La debilidad es algo en qué gloriarnos. Usted tal vez haya dicho: “Agradezco al Señor y lo alabo por haberme hecho vencer”. ¿Pero alguna vez ha llegado a decir: “Le agradezco al Señor y lo alabo por haber permitido que fracasara miserablemente”? Usted alaba al Señor y le da gracias por darle paciencia; pero ¿alguna vez le ha dado gracias y lo ha alabado por su genio incontrolable? ¿Le ha llegado a dar gracias y lo ha alabado por su orgullo? ¿Ha llegado a darle gracias y a alabarlo por su envidia? ¿Le ha dado gracias y lo ha alabado por su impureza interior y por su pecado? Si usted tiene estos problemas, debe darle gracias al Señor y alabarlo por ellos. Lo primero que usted debe hacer es darse cuenta de que no puede superarlos. En segundo lugar, debe renunciar a tratar de lograrlo. Y en tercer lugar, debe alabar al Señor y darle gracias por esa incapacidad. ¡Aleluya! No puedo hacer nada. ¡Aleluya, no puedo hacer nada!
¿Por qué dijo Pablo: “De buena gana, me gloriaré más bien en mis debilidades”? Pablo dijo que consideraba su debilidad motivo de gloriarse. Porque su debilidad le daba a Cristo la oportunidad de manifestar Su poder y de que dicho poder extendiera tabernáculo sobre él. El poder de Cristo no puede extender tabernáculo sobre los que no tienen debilidades. Sólo aquellos que tienen debilidades pueden llegar a experimentar el poder de Cristo que extiende tabernáculo. Me gloriaré más bien en mis debilidades, porque mis debilidades le dan al Señor la oportunidad de obrar en mí y de manifestar Su poder y actuar en mí.
Hermanos y hermanas, ¿tienen algún pecado que ni siquiera pueden confesar? ¿Hay algo que no puedan consagrar a Dios? ¿Existe algún obstáculo que no puedan quitar? ¿Carecen de alguna cualidad delante del Señor? ¿Qué van a hacer ustedes? ¿Van a entristecerse? Si es así, entonces están en la situación del joven rico. El se entristeció y ustedes también. Finalmente seguirán el mismo camino que él. El se marchó triste, y ustedes también lo harán. Pero no hay por qué entristecerse. El error del joven rico no fue darse cuenta de lo que le era imposible, sino no ver lo que es posible para Dios. El error del joven rico no radicaba en su propia impotencia, sino en no aplicar la capacidad de Dios. No es pecado descubrir nuestras propias debilidades, pero sí es pecado no creer en el poder de Dios. No es pecado ser incapaces de dar el dinero, pero sí lo es no creer que Dios puede hacer apta a una persona para hacerlo. No es pecado tener mal genio, pero sí lo es no creer que Dios puede llegar a ser nuestra paciencia. No es pecado tener un pecado insuperable, pero sí lo es no creer que Dios pueda vencer tal pecado por uno.
Es un hecho glorioso que un hombre comprenda que es inútil. El propósito del Señor era mostrarle al joven rico su incapacidad. Pero cuando el joven regresó a casa, no estaba contento sino triste. Una vez que el Señor muestra que uno no puede hacer nada, inmediatamente revela que Dios puede hacer algo. El Señor no le muestra a uno su incapacidad con fin de desanimarlo, sino de que crea que El tiene una excelente oportunidad para trabajar en uno. Usted debe decirle: “Señor, no puedo hacer nada y tampoco quiero intentarlo. Te agradezco y te alabo porque no puedo hacer nada”. Una vez que uno comprenda que no puede hacer nada y que es totalmente incapaz, y cuando pueda ver que solamente el Señor puede hacer algo, le dará gracias a El y lo alabará. Entonces entenderá que es muy natural dar gracias al Señor y alabarlo. Es posible que anteriormente se haya lamentado por sus debilidades o haya derramado lágrimas por sus pecados. Pero hoy usted puede gloriarse y dar alabanzas. Usted puede decir: “Señor, te agradezco porque no puedo hacer nada. Te agradezco porque no tengo posibilidad de vencer. Soy incapaz. Me regocijo porque estoy incapacitado. Me regocijo porque no puedo hacer nada. Solamente Tú puedes hacerlo todo”. Si usted hace esto, vencerá.
Una vez conocí a un hermano en Chefoo, que estaba experimentando la victoria. Este hermano había venido de Manchuria y había sido médico en el ejército más de diez años. Algunos hermanos lo habían conducido al Señor mientras estaba en Manchuria. Después de creer en el Señor, se mudó a Chefoo donde ejerció la medicina durante más de un año. Cuando estuve en Chefoo en una conferencia de una semana, él también estuvo. Durante aquella conferencia, hablé sobre el asunto de vencer. Un día se acercó a mí en forma desesperada y me preguntó si era posible tener una charla conmigo a la mañana siguiente. Le dije que era mejor si venía a verme esa noche porque estaría muy ocupado el día siguiente. El me dijo que era algo urgente y que no había suficiente tiempo esa noche. El necesitaba mucho más tiempo para hablar de su problema. Así que de todos modos hicimos una cita para la mañana siguiente. Me recordó que vendría a las nueve y me pidió que no tuviera más citas esa mañana para que le dedicara todo el tiempo, porque su problema era grave. El tenía el aspecto de un hombre militar; era alto y fornido. Fijamos una cita para encontrarnos en la casa del hermano Lee. Llegué antes de las nueve y él ya estaba esperándome. Tan pronto nos sentamos dijo: “Hermano Nee, tengo una larga historia que contar”. Habló de sus días en el ejército, de la manera en que vino al Señor y de cómo se había mudado a Chefoo. Me contó también que había vencido muchos pecados y que había abandonado todos los que había cometido mientras estuvo en el ejército. Pero había solamente una cosa que no podía vencer. Al escuchar esto, me regocijé una vez más. He aquí nuevamente “una cosa”. Siempre existe “una cosa”. Nadie puede decir que no le falta “una cosa”. Le pregunté: “¿Cuál es esa cosa de la que habla?”. Me mostró sus manos y me dijo que era el cigarrillo. Me dijo que había vencido toda clase de pecados graves y viles. Pero que no conseguía vencer este pecado. Había estado fumando por diez años y había sido cristiano por tres o cuatro. El había llegado a Chefoo hacía más de un año. Durante aquellos tres o cuatro años, había intentado dejar de fumar siete u ocho veces cada año y no lo había podido lograr. Se quejó diciendo: “Fumar en este lugar es un gran sufrimiento para mí. Chefoo es un pueblo tan pequeño, y hay muchos hermanos aquí. Si ellos se enteran de que yo fumo, sería desastroso. Así que sólo puedo fumar en secreto. No puedo fumar en la casa, porque mi esposa también es una hermana en el Señor y constantemente me vigila. Y si fumo fuera de mi casa, temo que los hermanos y las hermanas me vean. No puedo fumar en público, así que tengo que esconder los cigarrillos en mi bolsillo. Si estoy en el hospital, puedo fumar en mi consultorio, pero tampoco puedo hacerlo públicamente; sólo puedo hacerlo parado junto a la puerta. Si alguien se acerca, apago el cigarrillo a escondidas. Temo que las enfermeras del hospital me descubrirán, y se lo contarán a todos los hermanos. Si mi esposa me ve fumando, también tendré problemas. Fumar es un gran sufrimiento para mí. Los hermanos y las hermanas son muy afectuosos y vienen a visitarnos constantemente. Si llegan mientras yo estoy fumando, tengo que chupar unas pastillas de hierbas para que no perciban el aliento de cigarrillo en mi boca. Durante mi último año en Chefoo, he sufrido demasiado por causa del cigarrillo. No me gusta fumar, pero no logro dejarlo; no importa cuánto lo intente”. El estaba sentado frente a mí. Su elevada estatura y su talla robusta reflejaban la imagen perfecta de un soldado. Sin embargo, mientras hablaba lloraba como un niño pequeño.
Yo le dije que esto era motivo de regocijo y que debía darle gracias al Señor y alabarlo por esto. El respondió: “Usted no me entiende. Otros logran dejar de fumar, pero yo no puedo. Si usted supiera cuánto he tratado de hacerlo, comprendería mi sufrimiento. Una vez dejé de fumar por tres días. En esa ocasión no fumé, ni tampoco llevé cigarrillos conmigo. No obstante, mi mente y mi cerebro estaban saturados de cigarrillos a dondequiera que iba. Finalmente, me rendí y comencé a fumar de nuevo. Me aborrezco a mí mismo, pero no puedo evitarlo”. Yo le dije: “Esto no es algo para estar triste. Esto es algo por lo cual vale la pena regocijarse”. El me preguntó qué quería decir con esto. Le respondí: “Doctor Shi, usted es un médico y ha alcanzado gran fama en su profesión. Sin embargo, usted no tiene nada que ver conmigo, porque yo soy una persona sana. Usted es el mejor doctor de Chefoo y yo soy la persona más saludable de Chefoo; yo no lo necesito a usted, y usted tampoco me necesita a mí. Si usted pudiera dejar de fumar hoy, usted sería para el Señor lo que yo soy para usted; usted no lo necesitaría a El. Pero si yo soy débil y enfermizo, y ningún doctor puede salvarme, yo vengo a usted, dado que es un doctor famoso. Entonces usted tendrá la oportunidad y la posibilidad de demostrar su habilidad. Doctor Shi, ¿se atrevería usted a colgar un aviso al frente de su clínica que dijera: ‘Sólo se atienden casos desahuciados’?”. El dijo: “Por supuesto que no. ¿Qué sucedería si no puedo solucionarlos?”. Así que le dije: “Sin embargo, el Señor Jesús no acepta ningún caso que no sea un caso perdido. El Señor Jesús sólo sana casos imposibles. ¿Es usted un caso imposible? Creo que dejar de fumar es un caso imposible para usted”. El estuvo de acuerdo que era un caso perdido: “Durante cuatro años he intentado dejar de fumar siete u ocho veces al año. Pero no lo he conseguido. Si esto no es un caso perdido, no sé lo que es”. Le dije: “Muy bien, en tal caso, el Señor puede sanarlo. No es esto algo por lo cual regocijarse? Usted debe darle gracias al Señor porque llena los requisitos para ser Su paciente. Su caso es un caso perdido. Usted tiene que decirle al Señor Jesús: ‘Señor, no puedo dejar de fumar y me es imposible dejar de hacerlo. Señor Jesús, te entrego mi ser a Ti’. El Señor aceptará tal paciente. Es por eso que usted debe regocijarse”. El me dijo: “Hermano Nee, no se burle de mí. Usted tiene que entender que soy completamente incapaz de hacer esto”. En ese momento comenzó a llorar nuevamente.
Entonces le leí 2 Corintios 12:9 y le pregunté: “¿Qué es lo que debe hacer acerca de su debilidad? ¿Debe llorar? No hay necesidad de hacerlo. ¿Entonces qué debe hacer? Debe regocijarse en su debilidad. Usted debe gloriarse en su debilidad; debe estar contento de poder jactarse de sus debilidades porque cuando usted es débil, entonces el poder de Cristo extenderá tabernáculo sobre usted”. Después lo reté diciéndole: “¿Puede usted acudir al Señor Jesús hoy y decirle: ‘Señor Jesús, he estado fumando por más de diez años. Te agradezco porque no puedo dejar de fumar; Señor Jesús he tratado de abandonar este vicio durante cuatro años y he fracasado completamente. Te doy gracias y te alabo porque traté de dejar de fumar siete u ocho veces el año pasado sin ningún éxito. Te agradezco porque no puedo hacer nada. Te agradezco porque soy débil. Te agradezco porque no puedo lograrlo. Señor Jesús te agradezco porque fumo. De ahora en adelante reconoceré que no puedo dejar de fumar y tampoco intentaré hacerlo. Oro pidiendo que Tú dejes de fumar por mí. Si tu no dejas de fumar por mí, yo no podré hacerlo por mi cuenta. No usaré más mi propia fuerza para dejar de fumar. Simplemente dejaré que Tú hagas esto en mi lugar. Te agradezco y te alabo porque Tu poder se perfecciona en mi debilidad’. ¿Qué le parece si nos arrodillamos para orar en este momento?”.
El estuvo de acuerdo y dijo: “Está bien, oremos”. Como el soldado que era cayó abruptamente al suelo sobre sus rodillas. Luego comencé a orar así: “Señor te agradezco porque ésta es otra oportunidad para que se pueda manifestar Tu poder en un paciente desahuciado y sin esperanzas. Aquí tienes un hombre inútil y queremos que realices un milagro en él”. Después de que oré, él también hizo una oración. Su oración fue excelente. Dijo: “Te alabo porque fumo, y no puedo dejar de fumar. Es por esta razón que vengo a Ti. Señor, de ahora en adelante ya no trataré de dejar este vicio. Deja Tú el cigarrillo por mí. Yo no volveré a intentarlo. Entrego todo en Tus manos. Te agradezco y te alabo. Tú sí puedes”. Al terminar la oración se sintió muy contento. Se puso de pie y tomó su sombrero. Cuando estaba a punto de salir le dije: “Espere un momento. Tengo algo más que decirle. ¿Va a seguir fumando?”. El me dio una buena respuesta: “Sí. Por supuesto que seguiré fumando. Yo, Tsai-lin Shi seguiré fumando, pero el Señor Jesús dejará de fumar por mí”. Después de estas palabras, salió.
A la noche siguiente, vino de nuevo a la reunión. El testificó que le había dicho a su esposa: “Por más de un año te has estado quejando y me has dicho que fumar está mal. Pero no podía dejar de hacerlo. Ayer en la mañana acudí a Dios, y en media hora, dejé de fumar. No hay necesidad de que te sigas quejando. Todo lo que necesitaba era ir a Dios por media hora”. Yo le pregunté si él seguiría fumando. El dijo: “Por supuesto que sí”. Luego le pregunté qué haría. El dijo: “Siempre fumaré. Yo, Tsai-lin Shi, siempre fumaré, aún dentro de cinco o diez años más. Es el Señor Jesús quien dejará de fumar por mí”. Al escuchar esto, quede tranquilo. Comprendí que el asunto había quedado resuelto. Este hombre se conocía a sí mismo y conocía a Dios. También sabía que el cambio no provenía de él, sino del Señor Jesús. Dos meses después de haberme ido de Chefoo, me enteré de que no había vuelto a fumar ni una sola vez. Todos los hermanos testificaron que él crecía y progresaba rápidamente.
Debo decirles que Dios sí puede lograrlo. Si deseamos tener un entendimiento completo de que hemos sido crucificados juntamente con Cristo, debemos comprender que no podemos lograrlo y que tampoco debemos intentarlo. Por último, debemos darle gracias a Dios y alabarlo porque no podemos lograrlo. Ni nuestra debilidad ni nuestros fracasos ni nuestros pensamientos ni nuestros hábitos ni siquiera nuestro mal genio nos estorbarán. El Señor Jesús es capaz. Repito, El puede. Esta tarde el Señor Jesús hará un milagro en todos aquellos que reconozcan que no pueden hacer nada. Debemos ver que no podemos hacer nada y debemos permanecer sobre la base en la cual Dios nos ha puesto. Dios nos ha mostrado que no podemos hacer nada. A los ojos de Dios, solamente merecemos la muerte. Debemos decir: “Señor, sólo merezco la muerte. Ya no trataré de cambiarme o de mejorar. Vengo a Ti tal como soy con mis debilidades. Te agradezco porque no puedo lograrlo”.
En los últimos meses Satanás ha venido a mí y me ha hablado muchas veces. El nunca desiste, siempre me pregunta: “¿Has logrado vencer? Veo que sigues siendo el mismo”. Yo entonces le respondo: “Si fuera asunto mío me preocuparía. Pero el Señor es mi victoria”. Luego el diablo me dice que no soy bueno en esto o aquello; pero yo solamente le digo: “Doy gracias al Señor y lo alabo porque no soy bueno”. El viene a decirme que soy débil, pero yo sólo le digo: “Eso es maravilloso, ahora Cristo tiene la oportunidad de manifestar Su poder”. Podemos ver entonces lo valioso que es ser débil. ¡Qué gozo es ser débil! No tenemos ningún temor y nuestros corazones se llenan de agradecimiento y alabanzas al darnos cuenta de que no podemos hacer nada por nuestra cuenta.
Hermanos y hermanas, nuestra incapacidad no es un obstáculo sino una ayuda. Cuanto más impotentes seamos para alcanzar la victoria, más oportunidad tendrá Cristo de manifestar Su poder. El se especializa en ocuparse de nuestra incapacidad y debilidad. Cuanto más desvalidos, débiles y fracasados seamos, más oportunidad tiene nuestro Señor de manifestar Su poder en nosotros. ¡Aleluya! ¡Jesús es el Salvador! ¡Aleluya! El es nuestro Señor. ¡Aleluya! El es nuestra vida. ¡Aleluya! Su poder nos es dado a propósito para extender tabernáculo sobre nuestras debilidades. Nuestros ojos deben estar puestos en El y no en nosotros mismos.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.