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Economía divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-443-1
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CAPITULO NUEVE

LA ECONOMIA DIVINA
EN EL HECHO DE QUE CRISTO
LLEGA A SER EL ESPIRITU VIVIFICANTE

Lectura bíblica: Jn. 7:38-39; 14:16-20, 26; 15:26; 16:7, 13-15; 20:22; 1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17; Hch. 16:6-7; Ro. 8:9-10; Fil. 1:19; 2 Ti. 4:22; Ap. 1:4; 5:6; 2:7; 22:17a

LOS DOS PASOS PRINCIPALES DE CRISTO

El Nuevo Testamento nos revela que Cristo dio dos pasos principales. El primer paso fue Su encarnación, y el segundo fue Su resurrección. Los cristianos de los siglos pasados le han dado mucha atención a la encarnación de Cristo, pero le han dado poca atención a Su resurrección. El Señor Jesús, quien era Dios, el Creador del universo, dio un gran paso llegando a ser un hombre. El Nuevo Testamento nos dice que Dios como el Verbo se hizo carne (Jn. 1:14). Esto significa que aunque Dios se unió a la humanidad caída, El no tuvo pecado. Dios dio el gran paso de llegar a ser un hombre, y este hombre era maravilloso. El no era un hombre común sino un Dios-hombre, quien vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, y pasó por el vivir humano. Al final de Su vida humana El fue a la cruz y murió una muerte todo-inclusiva para quitar todas las cosas negativas del universo, abriendo así el camino para dispensarse a Sí mismo en el pueblo que Dios escogió. Por medio de Su muerte, la vida divina que estaba en este Dios-hombre fue liberada. Esa vida divina liberada produjo muchos creyentes, produjo la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo. El dio el paso de la encarnación para llegar a ser un hombre en la carne. Por medio de la muerte El dio el segundo paso, el de la resurrección, para llegar a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). Como el Dios-hombre resucitado, El llegó a ser el Espíritu que da vida (2 Co. 3:6, 17).

Necesitamos poner toda nuestra atención a dos versículos cruciales del Nuevo Testamento: Juan 1:14, que dice: “Aquel Verbo fue hecho carne”, y 1 Corintios 15:45b, que dice: “El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante (gr.)”. Muchos maestros en asuntos bíblicos le han dicho a la gente que el Verbo fue hecho carne, pero no muchos han enseñado que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. En estos dos versículos se usa el mismo predicado: fue hecho. El Verbo fue hecho carne. El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. Debemos ser impresionados con la palabra clara y exacta de la Biblia.

El Señor Jesús como Dios se hizo carne. El se hizo hombre y este hombre era el postrer Adán. Este postrer Adán, quien era Jesús en la carne, llegó a ser Espíritu vivificante. Antes de Su encarnación, el Señor Jesús era pura, mera, simple, total y completamente Dios. El era el Dios completo, el Dios entero, el Dios total, sin embargo, no era hombre. Antes de Su encarnación El no tenía la naturaleza humana, el elemento humano, ni la esencia humana. En cuanto a Su esencia, El sólo tenía el elemento divino y la naturaleza divina. Un día, hace cerca de dos mil años, El dio un paso maravilloso: Dios nació de una virgen en un pesebre para ser un hombre. Este pequeño niño que estaba en el pesebre era el Dios fuerte (Is. 9:6). El no era meramente Dios, sino un Dios-hombre. ¡Esta es la más grande maravilla del universo!

El nombre de este Dios-hombre es Jesús. Cada vez que digamos el nombre de Jesús, tenemos que recordar que Jesús era Dios hecho hombre y que El vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. El vivió en Nazaret, un pequeño pueblo despreciado por la gente. Vivió en una familia pobre y en el humilde hogar de un carpintero. Es maravilloso que el Creador del universo, de los cielos y de la tierra, haya vivido en el humilde hogar de un carpintero, no como huésped sino como hijo. El vivió allí como un carpintero (Mr. 6:3), así que, Dios en la forma de un hombre trabajó como carpintero. Exteriormente tenía la apariencia de hombre, pero interiormente El era Dios. Este es nuestro Señor Jesús. El Dios ilimitado, el Dios infinito, se limitó y se restringió a ser carpintero en un hogar pequeño. ¡Qué paciencia! ¡Qué sufrimiento! ¡Qué limitación! ¡Qué restricción!

Cuando este Dios-hombre llegó a la edad de treinta años, dio principio a Su ministerio. El Espíritu descendió sobre El como paloma a fin de darle poder para Su ministerio. Luego, murió en la cruz y limpió de todo lo negativo al universo, para que El, como la incorporación del Dios Triuno, pudiera dispensarse a Sí mismo dentro de nosotros. El entró en resurrección, que era el segundo paso para que El llegara a ser algo. Como el postrer Adán, El llegó a ser Espíritu vivificante.

El punto crucial que la teología tradicional ha pasado por alto es este asunto de que Cristo llegó a ser Espíritu vivificante. Debemos ver por qué el Señor Jesús como el propio Dios necesitaba dar estos dos pasos. Primero, El necesitaba realizar la redención para limpiar el universo, esto es, para quitar todas las cosas negativas. Para esto, El necesitaba dar el primer paso, hacerse hombre. Si El no hubiera sido un hombre, no hubiera podido realizar la redención. De este modo, El llegó a ser un hombre típico con sangre y carne humanas (He. 2:14). Su muerte en la cruz realizó una redención todo-inclusiva que quitó todas las cosas negativas y limpió el universo para el dispensar divino. El hizo la obra maravillosa de quitar todas las cosas negativas, de quitar todos los estorbos, para que todo el universo quedara muy limpio y claro a fin de que Dios viniera a dispensarse a Sí mismo en Su pueblo escogido.

Lamento mucho que tantos judíos no crean que Dios se hizo un hombre cuyo nombre es Jesús. Ellos creen en Dios y respetan y toman en cuenta el Antiguo Testamento, pero no aceptan la enseñanza neotestamentaria de que el Dios de ellos se ha hecho hombre, y que Su nombre es Jesús. Cuando Jesús estaba con ellos e indicó que El era Dios, dijeron que estaba blasfemando (Mt. 9:3; Jn. 10:33). Ellos consideraban absurdo que un hombre de Nazaret pudiera ser Dios. No entendían que para que Dios los salvara, es decir, los redimiera, El necesitaba hacerse hombre. Ellos no tomaron en cuenta Isaías 7:14: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará Su nombre Emanuel”. Emanuel significa “Dios con nosotros” (Mt. 1:23). El Hijo nacido de una virgen es Dios con el hombre: Jesús.

Por el lado negativo, Jesús como el Dios-hombre limpió todo el universo para realizar una redención todo-inclusiva. Por el lado positivo, como el postrer Adán, El llegó a ser el Espíritu vivificante. En Su encarnación El tenía un cuerpo físico de carne y sangre, de huesos y piel. Después de haber sido resucitado, Su cuerpo fue transfigurado en otra forma. En 1 Corintios 15 nos dice que este es un cuerpo espiritual (v. 44). Filipenses 3:21 se refiere al “cuerpo de la gloria suya”. Este es el cuerpo resucitado de Cristo, saturado por el Espíritu y de la gloria de Dios (Lc. 24:26), cuerpo que trasciende sobre la corrupción y la muerte (Ro. 6:9). En 1 Corintios 15 Pablo nos dice que cuando una semilla es sembrada en la tierra, tiene una forma, pero que cuando muere y crece tiene otra forma (vs. 35-38). Una semilla sembrada en la tierra muere y vuelve a vivir; esto es resurrección. El cuerpo resucitado de la semilla tiene diferente forma y está en un nivel más alto. El cuerpo de Jesús, que fue crucificado en la cruz, era un cuerpo físico, pero Su cuerpo resucitado es un cuerpo espiritual. Después de Su resurrección, El todavía posee un cuerpo, un cuerpo espiritual.

En la noche de Su resurrección El volvió a Sus discípulos, quienes estaban temerosos de los judíos que los perseguían (Jn. 20:19). Los discípulos, quienes estaban bajo amenaza de muerte, tenían la puerta cerrada en el lugar en que se habían reunido. Repentinamente Jesús apareció en medio de ellos. El Señor entró teniendo un cuerpo resucitado (Lc. 24:37-40; 1 Co. 15:44) al cuarto donde estaban los discípulos. Lucas 24:37 nos dice que “espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu”. Pero el Señor Jesús les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies” (Lc. 24:39-40). El Señor tenía carne y huesos, pero, ¿cómo pudo haber entrado en un cuarto cerrado donde las puertas estaban cerradas? Una mentalidad limitada no puede comprenderlo, pero ¡es un hecho! Si el Señor fuera meramente físico, ¿cómo podía entrar sin que algo estuviera abierto? Si El no hubiera tenido la forma física, ¿cómo hubiera sido posible tocarlo? Todo lo que podemos decir es que éste es el Señor Jesús en Su cuerpo espiritual resucitado, el cual es un cuerpo de gloria.

La resurrección es un fenómeno maravilloso. Es asombroso que una semilla pueda ser sembrada en la tierra y que crezca hasta llegar a ser una flor hermosa. Después de la resurrección, el Señor Jesús todavía poseía un cuerpo, un cuerpo espiritual, sin embargo, ese cuerpo espiritual seguía siendo tangible. En el primer paso, la encarnación, El se hizo hombre para ser nuestro Redentor, nuestro Salvador; luego El dio el segundo paso, el paso de la resurrección, para hacerse Espíritu vivificante a fin de impartir la vida divina en usted y en mí. El se hizo hombre para morir por nosotros, y llegó a ser Espíritu vivificante para impartir vida en nosotros a fin de llevar a cabo el dispensar de Dios.

Algunos teólogos tradicionales enseñan que las tres personas de la Trinidad divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no deben ser confundidas y que deben ser mantenidas claramente separadas todo el tiempo. Pero la Biblia enseña que Jesús, el Hijo de Dios, llegó a ser el Espíritu. Cuando el Señor Jesús nació, El se hizo carne. Cuando fue resucitado, llegó a ser el Espíritu. Algunas personas han discutido conmigo diciendo que el Espíritu vivificante mencionado en 1 Corintios 15:45b no es el Espíritu Santo. Les señalé el modificador “vivificante”. Luego dije: “¿Creen ustedes que, aparte del Espíritu Santo, haya en el universo otro Espíritu que también dé vida?” En todo el universo hay un solo Espíritu que puede dar vida: el Espíritu Santo.

Debemos admitir que el hecho de que el Señor Jesús como el postrer Adán se hiciera el Espíritu Santo es bíblico y aun lógico, sin embargo, quizás nos parezca que no podemos entender completamente este asunto. No obstante, debemos darnos cuenta de que hay muchas cosas que no podemos comprender. Cada persona tiene dos corazones: un corazón físico y un corazón psicológico. Jeremías 17:9 nos dice que nuestro corazón es engañoso y perverso. Esto se refiere a nuestro corazón psicológico. Nuestro corazón físico puede ser visto por medio de radiografías, pero, ¿quién puede decir dónde está el corazón psicológico? Sabemos que tenemos tal corazón porque tenemos emociones, pensamientos, voluntad y conciencia. Experimentamos la acción del corazón todos los días, pero no podemos decir dónde se localiza este corazón. De la misma manera, cada hombre tiene un espíritu humano y un alma, pero, ¿puede alguien señalar dónde se encuentran estas partes en su ser? Todo lo que podemos hacer es adorar al Señor porque tenemos un espíritu, un alma y un corazón. Dónde están y cómo se relacionan uno con otro, no lo sabemos. En nuestro entendimiento finito estamos limitados, pero podemos recibir los hechos conforme a la santa Palabra. La santa Palabra nos dice muchas verdades con respecto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Nosotros recibimos estos hechos y decimos amén a ellos. Este Espíritu vivificante debe de ser el Espíritu Santo. Es posible que no comprendamos esto, pero debemos decir amén al hecho y a la revelación bíblicos de que en la resurrección el Señor Jesús como el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante.


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