Estudio-vida de Lucaspor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1203-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los atributos divinos del Señor fueron expresados en la limpieza del leproso. Es imposible para cualquier ser humano limpiar a un leproso. Por lo tanto, Aquel que limpió a este leproso debió de ser Dios.
En la compasión del Señor vemos Su virtud humana, y en la limpieza del leproso vemos Su atributo divino. El era el Dios-hombre genuino. El, como hombre, estaba lleno de las virtudes humanas, y como Dios tenía los atributos divinos que le permitieron limpiar la lepra del hombre. En este caso, las virtudes humanas del Señor expresan Sus atributos divinos.
Según los ejemplos bíblicos, la lepra viene de la rebelión y la desobediencia. Miriam quedó leprosa debido a su rebelión contra la autoridad delegada de Dios (Nm. 12:1-10). La lepra de Naamán fue limpiada debido a su obediencia (2 R. 5:1, 9-14). A los ojos de Dios todos los seres humanos caídos han quedado leprosos a causa de su rebelión. Pero el Salvador-Hombre vino a salvar a los hombres de su rebelión y a limpiarlos de su lepra.
Un leproso, según la ley, debía ser excluido del pueblo a causa de su inmundicia, y nadie lo podía tocar (Lv. 13:45-46). Pero el Salvador-Hombre tocó al que estaba lleno de lepra. ¡Qué misericordia y qué compasión! Por un toque de El, “al instante la lepra se fue de aquél”.
Un leproso representa un pecador típico. La lepra es la enfermedad más contaminadora y dañina, pues hace que su víctima sea aislada tanto de Dios como de los hombres. Limpiar al leproso indica restaurar el pecador a la comunión con Dios y con los hombres. Es significativo que el leproso no fue solamente sanado sino también limpiado. Alguien con lepra no sólo requiere sanidad como otras enfermedades, sino que también necesita limpieza del pecado (1 Jn. 1:7); esto se debe a la naturaleza sucia y contaminadora de la enfermedad.
En el caso en que se sana al paralítico (5:17-26), vemos también los atributos divinos del Señor expresados en Sus virtudes humanas. En 5:20 El dijo al paralítico: “Hombre, tus pecados te son perdonados”. Cuando los escribas y los fariseos oyeron esto, comenzaron a cavilar, diciendo: “¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (v. 21). El Señor Jesús ejercitó Su autoridad divina para perdonar los pecados del paralítico y Su poder divino para sanarle. Pero en este caso también vemos que el Señor ejercitó Su bondad, la cual es una virtud humana. Por lo tanto, en este caso la virtud humana del Señor también expresa Su atributo divino.
Lucas 5:24 dice: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. El Salvador-Hombre era Dios mismo encarnado, y no se consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Exteriormente, El tenía la semejanza y el porte del hombre, pero interiormente El era Dios (Fil. 2:6-7). El era el Salvador-Hombre y también el Dios-Salvador. Así que, no sólo tenía la capacidad de salvar pecadores, sino también la potestad para perdonar pecados. En este caso, siendo Dios, perdonó los pecados del paralítico, pero afirmó que era el Hijo del Hombre. Esto indica que El era el Dios verdadero y un hombre auténtico, que poseía deidad y humanidad. En El los hombres pueden ver tanto Sus atributos divinos como Sus virtudes humanas.
En 5:27-39 tenemos el caso de la llamada de un recaudador de impuestos menospreciado llamado Leví o Mateo. El versículo 27 dice: “Después de estas cosas salió, y vio a un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme”. La oficina de impuestos era una casa de peaje, donde Mateo recaudaba impuestos para los romanos. Mateo era uno de los recaudadores de impuestos (Mt. 10:3) y probablemente ocupaba una posición elevada, era un hombre censurado, menospreciado y aborrecido por los judíos (Lc. 18:11; Mt. 5:46). No obstante, fue llamado por el Salvador-Hombre y más tarde fue escogido y designado como uno de los doce apóstoles. ¡Qué misericordia!
Lucas 5:28 dice de Mateo: “Y dejándolo todo, se levantó y le siguió”. Parece ser que ésta fue la primera vez que el Señor se encontró con Mateo. Debe de haber existido algún poder atrayente en la palabra o en la apariencia del Señor que motivó a Mateo a seguirlo.
Hemos mencionado que los judíos menospreciaban a los recaudadores de impuestos porque recaudaban impuestos para los imperialistas romanos. Eran considerados traidores, y los judíos los repudiaban y los menospreciaban a lo sumo. No obstante, el Señor Jesús vino a uno de estos recaudadores de impuestos y le llamó.
Cuando Mateo fue llamado no se hizo ningún milagro. Cuando el Señor Jesús vino a Pedro, le atrajo de su ocupación por medio de un milagro. Pero El no hizo un milagro cuando vino a Mateo. El hecho de que estuvo dispuesto a ir a Mateo fue una gran misericordia.
Los judíos se mantenían apartados de los recaudadores de impuestos, puesto que los consideraban peores que los leprosos. Así que, Mateo debió de haberse sorprendido cuando el Señor Jesús se le acercó. Quizás Mateo se dijera: “¿Quién soy yo que éste se me acerque? Soy un recaudador de impuestos, una persona menospreciada. ¿A quién le importo yo? No obstante, Jesús se me acerca y me dice que le siga”.
En la llamada del Señor a Mateo vemos el alto nivel de moralidad de Su virtud humana. Quizás el Señor se dijera a Sí mismo cuando estaba a punto de llamar a Mateo: “Sí, éste es un recaudador de impuestos. Sin embargo, es un ser humano, y no le voy a rechazar ni me desahuciaré de él. Más bien, iré a él, me pondré en contacto con él, y le llamaré. Yo no solamente llamo a los ocupados, sino también a los menospreciados”.
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