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Gran misterio: Cristo y la iglesia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8704-0
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UNA PRESENTACIÓN DEL RECOBRO
SEGÚN EL EVANGELIO REVELADO EN ROMANOS

La Reforma comenzó a finales del siglo XV. Martín Lutero recobró la verdad de la justificación por la fe y abrió la Biblia. Por consiguiente, la Biblia vino a ser un libro abierto. Después de la Reforma, algunos que amaron la verdad descubrieron muchas verdades en la Biblia y estuvieron dispuestos a practicar lo que veían. Así que, se establecieron muchas congregaciones independientes. Tales congregaciones fueron el comienzo de las denominaciones del presente. Por ejemplo, algunos vieron que el bautismo según la Biblia se realiza por inmersión en el agua, no por rociamiento. Conforme a esta luz, ellos practicaron el bautismo por inmersión en agua. Esto dio como resultado la Iglesia Bautista. Otros vieron la verdad de que la iglesia es gobernada por un cuerpo de ancianos, así que ellos predicaron esta verdad, lo cual resultó en la Iglesia Presbiteriana. La Iglesia Wesleyana, o Iglesia Metodista, fue el resultado de las enseñanzas de John Wesley. El término Metodista proviene de la palabra método y se refiere al seguimiento de métodos y reglamentos. Los creyentes que formaron la Iglesia Metodista valoraban altamente la disciplina, y vivieron estrictamente por las normas de una vida santa. Sin embargo, les hacía falta el conocimiento y la visión genuinos con relación a Cristo y la iglesia.

La Reforma no avivó a la iglesia. No fue sino a comienzos del siglo XIX que el Señor hizo surgir a la Asamblea de los Hermanos en Inglaterra, quienes continuaron abriendo la verdad hallada en la Biblia y recobraron la vida de iglesia. Al inicio, los Hermanos le prestaban mucha atención a Cristo. Pero luego fueron distraídos y volvieron su atención a las diferentes doctrinas y prácticas, lo cual trajo divisiones. Como resultado, en menos de cinco décadas ellos se marchitaron y se amortecieron. Aunque los Hermanos practicaban la vida de iglesia, se basaban demasiado en la línea del conocimiento. Era muy común que los creyentes no le prestaran atención al Espíritu Santo. Sin embargo, otros creyentes reaccionaron ante esta condición y, como resultado, se inició el movimiento pentecostal. El movimiento pentecostal enfatiza el hablar en lenguas, la interpretación de las lenguas, la profecía que predice, la sanidad y el echar fuera demonios. Este movimiento fue una reacción ante las doctrinas muertas de los Hermanos. Sin embargo, si bien los creyentes en el movimiento pentecostal no están muertos, ellos no enseñan la verdad, ni poseen gran medida de Cristo.

En la historia de la iglesia hubo ciertas personas que poseían conocimiento y experiencia de la vida interior de manera profunda. Ellos fueron conocidos como el grupo de la vida interior. El movimiento de la vida interior comenzó en el siglo XVII con los místicos católicos, tales como Francisco de Fénelon y Madame de Guyón. Estos creyentes fueron muy prevalecientes en términos de la vida interior y dieron énfasis a negar el yo y llevar la cruz. Sin embargo, no tenían conocimiento acerca de que Cristo es el Espíritu y que, como tal, puede ser la vida del hombre y hacer del hombre Su Cuerpo, el cual es expresado en las localidades.

William Law surgió en el siglo XVIII. Él hizo mejoras con base en los escritos de los místicos y ayudó a mucha gente. Luego, Andrew Murray desarrolló los escritos de William Law. Andrew Murray es una figura importante porque él recobró la verdad con respecto a que Cristo es la vida interior y la experiencia de los creyentes. Su obra maestra es el libro El Espíritu de Cristo. Él conocía a Cristo en calidad de Espíritu, a Cristo en calidad de vida y a Cristo en resurrección. Sin embargo, no tenía conocimiento acerca del Cuerpo de Cristo y tampoco vio la expresión local del Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, su revelación no fue más allá de Romanos 8.

El último maestro notable acerca de la vida interior, el hermano T. Austin-Sparks, conocía la resurrección de Cristo y del Cuerpo de Cristo en principio. Sin embargo, no vio cómo el Cuerpo de Cristo podía ser expresado en una localidad de manera práctica. Además, se opuso y condenó la práctica de la iglesia local. Por lo mismo, la revelación que él recibió sólo pudo llegar hasta Romanos 12.

EL RECOBRO DE LA IGLESIA LOCAL
COMO UN CANDELERO DE ORO
QUE SE MANIFIESTA EN UNA LOCALIDAD

A la postre, el Señor no pudo avanzar más en el Occidente y se vio forzado a ir a China, una tierra de paganos y gentiles. El pueblo de China no conocía a Cristo; por ende, era un terreno virgen que no había sido afectado por la confusión en que se hallaba el cristianismo. El recobro del Señor ha permanecido en China por sesenta años. Durante este tiempo, el Señor poco a poco nos ha revelado que la primera sección de Romanos trata de la justificación, la segunda sección de Romanos trata de la santificación, la tercera sección de Romanos trata del Cuerpo de Cristo y la cuarta sección de Romanos trata de las iglesias locales. Los libros espirituales que hemos publicado durante los últimos sesenta años también pueden clasificarse dentro de estas cuatro secciones: la justificación, la santificación, el Cuerpo de Cristo y las iglesias locales. Sin embargo, no debemos ser orgullosos y pensar que hemos llegado a la estación final. En algunos aspectos aún no hemos llegado a la estación final. Aun si lo hubiésemos alcanzado, debemos tener cuidado, ya que si no permanecemos firmes, habremos de caer de la condición victoriosa de la iglesia en Filadelfia a la condición degradada de la iglesia en Laodicea (Ap. 3:7-22). Por esta razón, las iglesias locales tienen que examinar su condición espiritual para que sepan si ellos han llegado a la última estación y para que sean cuidadosos y velen a fin de no caer.

El Señor también nos condujo de las iglesias locales en Romanos 16 a las siete iglesias locales en Apocalipsis 1. Las siete iglesias locales en Apocalipsis 1 son siete candeleros de oro intensificados por los siete Espíritus (vs. 12, 4). Por lo tanto, debemos prestar suma atención a los siete Espíritus, los cuales son el Espíritu siete veces intensificado. El Espíritu siete veces intensificado es Cristo, quien está haciendo Su hogar en nosotros (Ef. 3:17).

Los siete Espíritus no son siete Espíritus diferentes, sino un solo Espíritu siete veces intensificado. Podemos usar como ejemplo una lámpara de pie que tiene siete lámparas. Cuando no necesitamos una luz intensa, basta con encender sólo una lámpara. Si se necesita una luz más fuerte, podemos encender más lámparas hasta que todas las siete lámparas estén encendidas. En este momento la luz está siete veces intensificada. No tenemos siete candeleros, sino un solo candelero con siete lámparas, el cual produce una luz siete veces intensificada. Los siete Espíritus están en nosotros; por tanto, nuestro espíritu está siete veces intensificado.

Nuestra urgente necesidad es permitir que Cristo haga Su hogar en nosotros y ocupe todo nuestro ser. A fin de que la expresión local de la iglesia sea resplandeciente, el resplandor del candelero de oro debe ser siete veces intensificado. Si cada santo permite que Cristo haga Su hogar en él, las iglesias resplandecerán como candeleros de oro en cada localidad. Entonces la gente en Tokio, en Osaka y en Tokushima verá un solo candelero de oro como la expresión de la iglesia universal, el candelero único.

No debemos detenernos en la experiencia de la mezcla del Dios Triuno con el hombre; también debemos permitir que Cristo crezca y aumente en nosotros. Además, diariamente tenemos que experimentar la renovación, la transformación, el despojarnos del viejo hombre y el vestirnos del nuevo hombre (Ef. 4:22-24); debemos permitir que Cristo sea nuestra persona a fin de que seamos un solo y nuevo hombre en Él (2:15). Por lo cual, tenemos que recibir la palabra del Señor, ya que Cristo con Sus riquezas se halla en Su palabra. Además de esto, la capacidad de crecer, de ser renovados y de ser transformados también se halla en la palabra del Señor. La palabra del Señor en nosotros puede lavarnos de la vieja creación y traer la nueva creación, y hace esto hasta que seamos transformados en la misma imagen de Cristo para ser Su iglesia gloriosa y santa, la cual no tiene mancha ni arrugas (2 Co. 3:18; Ef. 5:27). Éste es el recobro del Señor.

NUESTRA VISIÓN ES CRISTO Y LA IGLESIA

Nuestra visión es Cristo y la iglesia. Esta visión nos salvará de cometer muchos errores y de centrarnos en asuntos triviales, tales como la sanidad, echar fuera demonios, el bautismo por inmersión o por rociamiento, y el gobierno de la iglesia ejercido por los ancianos. Tenemos que preguntarnos: ¿En qué medida ha hecho Cristo Su hogar en nosotros? ¿Cuánto hemos crecido en vida? ¿Cuánto hemos sido renovados? ¿Cuánto experimentamos el estar mezclados con el Dios Triuno? ¿Disfrutamos la Palabra del Señor diariamente? ¿Nos suministra Su Palabra nuestra comida y bebida? ¿Estamos siendo renovados y transformados por la Palabra? Debemos prestar atención a estos asuntos a fin de que se manifieste la iglesia gloriosa.


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