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Diez 'unos' extremadamente cruciales para la edificación del Cuerpo de Cristo, Lospor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-951-1
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La constitución única

La ciudad es la constitución única del Dios Triuno procesado y consumado con Su pueblo redimido, regenerado, transformado y glorificado, al cual El escogió en la eternidad pasada.

El tabernáculo de Dios y el templo de Dios

La ciudad en su aspecto humano es el tabernáculo de Dios (la morada de Dios entre los hombres, quien es el Rey que rige en todo el cielo nuevo y la tierra nueva), y en su aspecto divino es el templo de Dios (la morada de los redimidos que sirven a Dios como familia sacerdotal y real, quienes son los reyes que rigen a las naciones que están alrededor de la Nueva Jerusalén en la eternidad). En cuanto a lo humano, la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios, donde el hombre es la morada de Dios. En cuanto a lo divino, la Nueva Jerusalén es el templo de Dios, en el cual Dios es la morada del hombre.

Los materiales de su estructura

Quisiéramos ver los materiales que constituyen la estructura de la ciudad. Su base es de oro, el cual representa la naturaleza de Dios (Ap. 21:18b); sus puertas son perlas, las cuales representan el producto de la muerte redentora de Cristo y Su resurrección que dispensa vida (21:21a), y su muro y sus cimientos son de piedras preciosas, las cuales representan lo que produce el Espíritu transformador (21:18a, 19-20). Por consiguiente, los tres materiales principales de la ciudad son Dios el Padre como base, Dios el Hijo como las puertas, y Dios el Espíritu como el muro y los cimientos.

Su calle

La calle de la ciudad, que está sobre la base de oro unida a su trono, es de oro, el cual representa la naturaleza de Dios; es exclusivamente una, y desciende en espiral desde la cumbre de su base hasta llegar a las doce puertas (21:21b).

Su gloria

Su gloria es la excelentísima gloria de Dios que resplandece en Cristo por toda la ciudad (21:11).

Su luz

Su luz es el Dios que resplandece en Cristo, quien es el Cordero, la lámpara (21:23).

Su trono

El trono que hay en la ciudad es el trono del Dios-Cordero, que está sobre su base de oro unida a la calle de oro como su centro de gobierno (22:1b). Debemos prestar atención al hecho de que el trono está unido a la base y a la calle de oro, la cual desciende en espiral hasta llegar a las doce puertas.

Su suministro

Su suministro es el árbol de la vida, que representa al Cristo todo-inclusivo de vida y crece a los dos lados del río de agua de vida (22:2), y el río de agua de vida, el cual representa al Espíritu todo-inclusivo y consumado y fluye del trono del Dios-Cordero (22:1a).

La esposa de Cristo

La ciudad es la esposa, el complemento, de Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno procesado y consumado (21:9b, 2).

Expresa la unidad del Cuerpo de Cristo

Cada parte de esta ciudad única expresa la unidad del Cuerpo de Cristo. Hoy la obra que llevamos a cabo para el Señor con su correspondiente resultado debe ser gobernada y dirigida por este patrón. Lo que revela la visión de esta ciudad única debe ser el modelo de lo que somos y de la manera en que obramos.

Las naciones restauradas

Las naciones que son restauradas pero no salvas, o sea las ovejas, vienen del juicio de Cristo sobre Su trono de gloria, y son justificadas y enviadas por El (Mt. 25:31-46) para ser los súbditos de la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Las naciones son los súbditos gobernados por la familia real, compuesta de Cristo y sus correyes.

NOTA DE CONCLUSION

Todos nosotros los colaboradores y ancianos necesitamos recibir la visión de los diez “unos” extremadamente cruciales. Todos los “unos” deben ser principios firmes que nos dirijan, nos corrijan y nos regulen para que se logre la unidad apropiada del Cuerpo de Cristo hoy, y para que nos mantengamos en el camino correcto de la obra del Señor, a fin de no ser avergonzados en el tribunal de nuestro Señor, sino que recibamos de El el galardón de participar en Su reinado y Su sacerdocio en el reino.

Estos diez “unos” nos dicen que si no seguimos el camino del Señor en la edificación del Cuerpo, no iremos a ninguna parte. Esto significa que si no tomamos el camino del recobro, no podremos seguir adelante. En la Nueva Jerusalén hay un solo camino, una sola calle. Esta calle nos hace uno con todos los demás. Tengo que ser fiel en presentarles estos diez “unos” y declararles que éste es el único camino. No existe ningún otro modo de edificar el Cuerpo de Cristo.

Creo que a la larga las verdades del recobro del Señor vencerán la teología del cristianismo, y la revelación que existe en el recobro cautivará a todos los que buscan del Señor, y hará de ellos vencedores. Esto concluirá esta edad y traerá el reino con sus reyes. Debemos traer al altar todo lo que somos, todo lo que tenemos y todo lo que podemos hacer, y orar así: “Señor, te lo ofrezco todo a Ti para que venzas el cristianismo con las revelaciones divinas que has dado en el recobro”.


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