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Tratar con nuestras partes internas para el crecimiento en vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7381-4
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LOS DONES MILAGROSOS
SIRVEN SÓLO PARA PROPÓSITOS ESPECIALES

Si leemos el libro de Hechos, veremos que los dones milagrosos sirven para tres propósitos. En primer lugar, ellos son para comenzar una obra en un lugar o territorio nuevo, en donde el nombre de Cristo nunca se ha predicado. En tales casos, Dios puede hacer algo milagroso para dar inicio a la obra. Segundo, los actos milagrosos son para ocasiones especiales. Por ejemplo, el apóstol Pablo, tuvo varias ocasiones especiales. En cierta ocasión, en una noche el Señor se le presentó, no de forma interior, sino exteriormente (23:11). Esto fue algo especial. No fue nada común, sino milagroso. Pablo nos dijo que el Señor está siempre dentro de nosotros, pero en Hechos, en esa ocasión el Señor estuvo al lado del apóstol. Esto fue algo muy especial que hizo el Señor con el fin de fortalecerlo.

Hace más de treinta años oí a mucha gente hablar de sueños milagrosos. Cada vez que ellos tenían una reunión, parecía que era una “reunión de sueños”. Alguien se ponía en pie y decía algo así: “Anoche tuve un sueño. Estuve en el tercer cielo, y vi a Pablo comer del árbol de la vida”. Luego al día siguiente otro se ponía en pie y decía: “La noche anterior soñé que todos comíamos maná. Vi cuán grande era el maná, e incluso pude olerlo”. Oí de muchos sueños como ésos, lo cual me llevó a no creer mucho en sueños milagrosos. Estas personas basaban sus sueños en Hechos 2:17 que dice: “Vuestros ancianos soñarán sueños”, pero entre ellos no solamente los ancianos soñaban, sino también los jóvenes.

Sin embargo, durante el tiempo que fui perseguido por el ejército japonés a causa del evangelio, tuve algunos sueños milagrosos. Antes de la llegada del enemigo, tuve un sueño en el que veía claramente cómo ellos vendrían. De este modo supe que la policía militar japonesa vendría a arrestarme, así que pude resolver mis asuntos con anticipación. Como resultado, ellos no pudieron encontrar ninguna evidencia en mi contra. Después, me llevaron a su oficina y finalmente me pusieron en la prisión. En ese tiempo, tuve otro sueño que vino a mí por la noche, mostrándome la manera en que ellos me someterían a juicio y me torturarían. Sin embargo, en ese sueño, el Señor me mostró que Él preservaría mi vida y saldría ileso; por lo cual me sentí con mucha confianza. Sabía que por mucho que ellos me torturaran, yo seguiría con vida. Después de más de tres semanas, ellos habían hecho mucho daño a mi cuerpo. En la última semana antes de ser liberado, me vino un tercer sueño en la noche. En él vi claramente cómo sería liberado y cómo el enemigo se iría.

Una vez liberado, los japoneses no me dieron completa libertad. Ellos seguían ejerciendo cierto control sobre mí, y aún estaba bajo sus amenazas. En ese tiempo no sólo tuve un sueño, sino una visión. En la tarde del primer día del Señor, después que fui liberado de la prisión, estábamos reunidos alrededor de la mesa del Señor. Mientras estaba sentado allí, al distribuirse el pan y la copa, súbitamente estaba como en un sueño, pero no estaba durmiendo. Vi una visión y oí una voz que decía: “Ten paz. El enemigo será derrotado”.

Cosas como sueños milagrosos y visiones acontecen en ocasiones especiales. Sin embargo, aparte de esas ocasiones especiales, tenemos al Señor que mora en nosotros y nos unge todo el tiempo. Conocemos la voluntad del Señor principalmente por medio de Su unción interior (1 Jn. 2:20, 27). Como hemos dicho, según el libro de Hechos, las obras milagrosas son para comenzar una obra o para alguna ocasión especial. El tercer propósito de las obras milagrosas es cuidar de una condición enfermiza. Cuando las personas se hallan espiritualmente enfermas, necesitan cierta clase de don para ser sanadas. Si no estamos sanos, quizás necesitemos de algún don milagroso que venga a sanarnos.

LOS DONES MÁS NECESARIOS
NOS TRANSMITEN A CRISTO

Es preciso ver que los dones más necesarios no son los dones milagrosos, sino los talentos mencionados en Mateo 25, los dones comunes que se hallan en Romanos 12, y las personas descritas en Efesios 4. Los talentos, los dones comunes y las personas en calidad de dones son los medios que nos transmiten a Cristo. Por consiguiente, la iglesia no es para ninguno de los dones. La iglesia es para Cristo. Necesitamos las enseñanzas, pero nuestra meta no son las enseñanzas. Si estamos aquí para cualquier enseñanza, a la larga nos convertiremos en una secta de esa enseñanza. Asimismo, necesitamos los dones, pero nuestra meta no son los dones. Si estamos aquí para algún don, llegaremos a ser una división de ese don. Es por esto que en el pasado siempre hemos proclamado que debemos ser muy generales. Recibimos todas las enseñanzas apropiadas como el medio que nos transmite a Cristo. De la misma manera, recibimos los dones apropiados como el medio que nos transmite a Cristo, pero nuestra atención nunca se centra en las enseñanzas ni en los dones. Nuestra atención está en Cristo.

En Hechos 8 hay un buen ejemplo de esto. Cuando Pedro manifestó su don para realizar algo, un hombre llamado Simón vino para tratar de recibir ese don (vs. 18-24). Este hombre no tenía ningún deseo por Cristo; sólo tenía la intención de obtener el don. Nosotros no estamos aquí para ninguna otra cosa que no sea Cristo. Debemos tener mucha claridad a fin de ayudar a las personas a que conozcan a Cristo mediante las enseñanzas y para que entiendan y experimenten a Cristo por medio de los dones, pero debemos tener cuidado de no hacer que las personas presten más atención a las enseñanzas o a los dones.


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