Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3898-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1 Corintios 9:24-27 Pablo dijo que él corría la carrera. En este pasaje de la Palabra él nos dice claramente que estaba preocupado por sí mismo. En 1 Corintios 9:27 dice: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. Pablo comprendía que aunque predicaba el evangelio del reino a otros, él mismo podía llegar a ser reprobado, es decir, desechado. Algunas versiones dicen “descalificado”. En una carrera algunos son aceptados y otros son descalificados; algunos son aprobados y otros reprobados. Si somos aprobados, recibiremos el premio, que es la corona. Pero si somos reprobados, seremos desechados y no recibiremos la corona.
En Filipenses 3 Pablo dijo claramente que no consideraba haberlo alcanzado. En los versículos 13 y 14 dijo: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. La manera en que Pablo proseguía a la meta para alcanzar el premio era al conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Él quería conocer cómo Cristo sufrió por el reino, y quería participar en dicho sufrimiento. Pablo comprendía que Cristo había sido hilado hasta ser el hilo fino, y quería ser igual a Él, e incluso ser configurado a Su muerte. Cristo había sido crucificado al grado de ser reducido a nada, y Pablo quería experimentar lo mismo. Pablo comprendía que en sí mismo no podía lograr esto; para ello él tenía que conocer el poder de la resurrección de Cristo. Fue por eso que Pablo dijo que podía hacerlo todo en Aquel que lo revestía de poder. Esta persona resucitada es hoy el Espíritu vivificante. Él es esa abundante suministración en nosotros. Si estamos dispuestos a cooperar con Él y le abrimos nuestro ser, Él nos llenará por completo. El torrente de la abundante suministración del Espíritu nos llenará y nos inundará. De hecho, no tendremos necesidad de nadar, pues el torrente vendrá y nos arrastrará.
En 2 Timoteo 4:6 Pablo dijo que ya estaba siendo derramado en libación. Los dos versículos siguientes dicen: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día”. Observen que en el versículo 8 Pablo no habla de una corona de misericordia, ni de gracia, ni de amor, sino de una corona de justicia. En 2 Timoteo 4:18 él dice: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me salvará para Su reino celestial”. Aquí el apóstol Pablo incluso usa la expresión reino celestial. Esto se refiere a la recompensa del reino. Sin duda alguna, Pablo será uno de los co-reyes con Cristo, es decir, uno que reinará sobre las naciones durante los mil años. Ésa será la recompensa y el disfrute de Pablo.
Recibir la recompensa del reino es experimentar el disfrute más elevado del Señor de una manera muy especial. Hoy en día disfrutamos a Cristo, y en la eternidad también le disfrutaremos. Pero el Cristo que disfrutamos hoy y que también disfrutaremos en la eternidad es la porción común de todos los creyentes. Después del milenio, Cristo será la porción común de todos Sus creyentes; pero durante el milenio, Él será una porción especial para los vencedores, quienes reinarán juntamente con Él como reyes. Esta porción especial será el premio, la recompensa, dada a Sus seguidores fieles. Ésta es la recompensa del reino, la cual está relacionada completamente con el disfrute. Hoy en día disfrutamos de un maravilloso anticipo de lo dulce que es disfrutar a Cristo. Pero si nos ejercitamos en el reino hoy, disfrutaremos a Cristo como la porción más excelente y especial.
Incluso hoy en día, mientras nos ejercitamos en el reino, estamos disfrutando a Cristo. Aparentemente, no es nada agradable negar el yo, tomar la cruz y perder el alma. Sin embargo, una vez que empezamos a ejercitarnos en el reino, todo esto llega a ser un deleite para nosotros. Una vez que gustemos esto, jamás desearíamos dejarlo. Usted deseará negarse a sí mismo porque el mayor disfrute de Cristo lo experimenta al negar el yo y al perder su alma. Si no me cree, le pido que usted mismo lo compruebe. Algunos dirán: “Esto suena como a hinduismo. Yo no quiero sufrir de esta manera”. Si ésta es su actitud, le resultará difícil orar o sonreír interiormente. La única sonrisa que tendrá será una sonrisa externa y fingida. Aunque diga que es feliz, no se sentirá contento interiormente. Pero aquellos que estén dispuestos a tomar a Cristo como Su vida, al recibir Su abundante suministración, para negar el yo, tomar la cruz y al perder el alma, estarán rebosantes de gozo. ¡Cuánto gozo tendrán! Cuando les llegue el momento de alabar al Señor, estallarán de gozo. ¿Qué prefieren ustedes, tener una sonrisa externa o experimentar un gozo profundo?
Yo no soy un ángel, sino más bien un ser humano. A veces puedo ofenderme con un hermano. Sin embargo, si no me niego a mí mismo, ni tomo la cruz ni pierdo mi alma cuando me ofenden, estaré salvando mi alma. Siempre que salvo mi alma de esta manera, me es imposible orar y leer la Biblia adecuadamente. Además, tampoco puedo sentarme cómodo ni descansar bien. Pero si, por la misericordia y la gracia del Señor, tomo a Cristo como mi abundante suministración y vivo por Él, ejercitándome en el reino, perderé mi alma, me negaré a mí mismo, tomaré mi cruz y tendré gozo. Éste es el disfrute que tenemos de Cristo.
Negar el yo, tomar la cruz y perder el alma no es una enseñanza hindú ni una forma de ascetismo; al contrario, es disfrutar a Cristo en lo más profundo de nuestro ser. ¡Cuánto alivio experimentamos y cuán íntimo es esto! ¡Cuán real es la presencia de Cristo! Éste es el disfrute que experimentamos al ejercitarnos en el reino. Esto nos hará aptos para recibir la recompensa del reino, a fin de entrar en el disfrute más elevado de Cristo en Su reino milenario.
Este tema del ejercicio del reino no debe ser una simple enseñanza para nosotros, sino más bien, nuestra verdadera experiencia hoy por el bien de la edificación de la iglesia. Si continuamos participando en este ejercicio, el reino será nuestro, espontáneamente la iglesia será edificada, seremos hechos aptos para reinar con Cristo en el reino, y recibiremos la recompensa del disfrute de Cristo en la era venidera.
Como ejercicio, el reino es nuestro hoy, y nosotros estamos en él (Mt. 5:3, 10); como recompensa, el reino será nuestro disfrute en el futuro, y nosotros entraremos en él (v. 20, 18:3). En el ejercicio del reino hoy, estamos bajo el gobierno celestial; pero en la recompensa del reino en la próxima era, reinaremos como reyes sobre las naciones. Por lo tanto, mientras nos ejercitamos en el reino hoy, siendo regidos por los cielos, estamos perdiendo nuestra alma, es decir, estamos perdiendo el disfrute de nuestra alma; pero en la recompensa del reino en el futuro, regiremos las naciones, salvaremos nuestra alma, es decir, hallaremos el disfrute de nuestra alma.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.