Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1502-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Salmos 119:147-148 dice: “Me anticipé al alba y clamé; en Tus palabras esperé. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para reflexionar sobre Tu palabra”.
Juan 15:7 dice: “Si permanecéis en Mí, y Mis Palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será hecho”.
Antes de hablar sobre el significado de la oración, veamos cómo la oración y la lectura de la Palabra se complementan. Los dos pasajes antes mencionados muestran claramente que estos dos asuntos —la oración y la lectura de la Palabra— van a la par. En el salmo 119 vemos a una persona que busca a Dios y vive delante de Él. Dicha persona complementa su deseo por la lectura de la Palabra de Dios con su clamor, es decir, con su oración ante Dios. En Juan 15, donde el Señor habla de la promesa de dar respuesta a nuestras oraciones, Él nos muestra desde otro aspecto cómo debemos complementar nuestra oración con la lectura de la Palabra. La palabra del Señor nos muestra que las oraciones serán contestadas con base en dos condiciones: una condición es que permanezcamos en el Señor, y la otra es que también Sus Palabras permanezcan en nosotros. El Señor promete que si estas dos condiciones básicas se cumplen, podemos pedir lo que queramos, y nos será hecho. Así pues, este pasaje habla de complementar la oración con la lectura de la Palabra.
Hermanos y hermanas, estas dos prácticas: leer la Palabra y orar, constituyen para un cristiano normal los dos aspectos de su vivir; ambos son imprescindibles. Podemos ver que en cuanto a todo lo que Dios ha dispuesto, prácticamente todo lo que hay en el universo tiene dos lados. Por ejemplo: tenemos arriba y abajo, izquierda y derecha, sí y no, día y noche, masculino y femenino, etc., todo tiene dos lados, o podríamos decir que ambos lados se complementan para funcionar de una manera completa y apropiada.
Nuestro cuerpo humano nos provee muchos ejemplos de esto. Por ejemplo, poseo dos piernas, que me facilitan ya sea para estar de pie o caminar. Supongamos que sólo tuviera una pierna. Entonces no podría estar de pie adecuadamente, y tendría muchos problemas para caminar. Además, nuestras manos, oídos, ojos y fosas nasales también existen en pares, y están ubicados simétricamente. La vida práctica que un cristiano lleva ante el Señor también tiene dos lados: un lado es la lectura de la Palabra, y el otro es la oración. Cuando caminamos, debemos usar ambos pies simultáneamente para mantener nuestro equilibrio. No debemos dar veinte pasos con nuestro pie derecho y solamente dos con nuestro pie izquierdo. Como cristianos viviendo delante de Dios, también necesitamos leer la Palabra y a la vez orar, manteniendo así un equilibrio.
Sin embargo, es lamentable que cuando las leyes ordenadas por Dios están en nuestras manos, muchas veces prestamos más atención a cierto aspecto a expensas de los otros. Dios ha ordenado que el creyente le dé igual importancia a la lectura de la Palabra y a la oración. No obstante, algunos hermanos y hermanas disfrutan únicamente la lectura de las Escrituras, mas no la oración. Cuando leen la Biblia, es posible que se sumerjan en ella desde la mañana hasta la noche; cuanto más la leen, más sabor tiene. Cada página de su Biblia ha sido subrayada con muchas líneas —algunas gruesas, otras delgadas, algunas rojas y otras azules; casi el libro entero está lleno de líneas. Aunque algunos de ellos apenas han sido salvos por cuatro años, ya han subrayado dos o tres Biblias completas. Pero lo extraño es que ellos oran muy poco; y a veces no oran ni cuando son motivados por el Espíritu Santo. Su disfrute es ilimitado cuando leen la Palabra, pero cuando oran es como si tomaran una medicina amarga. Por otra parte, hay algunos que solamente disfrutan la oración. Tan pronto se arrodillan, se conmueven hasta las lágrimas, e incluso entonan cánticos espirituales. Al orar ellos se sienten maravillosamente bien y llenos de energía. Pero si usted les pide que lean la Biblia, muy pronto se quedan dormidos. Prefieren orar a diario que leer la Palabra. De nuevo, esto es prestar atención a un aspecto a expensas de otro.
Hermanos y hermanas, si alguno lee mucho la Biblia y ora poco, con frecuencia caerá en la letra y los reglamentos, lo cual conduce a una condición espiritual seca y muerta. Pero el que se incline por el otro extremo, que ora más que lee la Biblia, carecerá de un equilibrio espiritual. Si queremos mantener una vida cristiana normal, debemos prestarle la misma atención a la lectura de la Palabra y a la oración. Así como usamos ambos pies para caminar, debemos siempre leer tanto como orar, y orar tanto como leer. Cada vez que oremos debemos tocar la Palabra de Dios, y cada vez que leamos las Escrituras debemos complementar la lectura con la oración.
Consideremos el siguiente ejemplo que confirma este asunto. En Efesios 5, del versículo 18 al 20, inmediatamente después de decir que debemos ser llenos del Espíritu, la Palabra nos dice que debemos hablarnos unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en nuestros corazones, y dando siempre gracias por todo a nuestro Dios en el nombre de nuestro Señor. Nuevamente, en Colosenses 3:16 y 17, después de enterarnos de que debemos permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, se nos dice que debemos cantar salmos, himnos y cánticos espirituales con gracia a Dios, y en todo dar gracias a Dios en el nombre del Señor. Aunque ambas porciones de la Palabra hablan de la manera en que los cristianos alaban a Dios y le dan gracias, las razones por las que ellos hacen esto son diferentes en cada caso. En un caso se debe a que son llenos del Espíritu, mientras que en el otro se debe a que son llenos de la Palabra del Señor. Al comparar estos dos pasajes de las Escrituras, podemos ver que la lectura de la Palabra y la oración son dos asuntos que los hombres experimentan en el Espíritu. Nunca podemos separar la Palabra y el Espíritu, porque la Palabra es la corporificación del Espíritu, y el Espíritu está depositado en la Palabra. Bajo circunstancias normales, siempre que seamos llenos de las palabras de la Biblia, también seremos llenos del Espíritu. Y una vez que seamos llenos del Espíritu, no podremos hacer otra cosa que orar. Hay varias formas de orar, tales como dar gracias a Dios, bendecirle, cantarle alabanzas, sollozar e invocar ante Él, hacer ayuno y súplicas delante de Él, etc. Todas estas clases de oración son motivadas por el mover del Espíritu dentro del hombre. Cuando tocamos la Palabra, seguramente estaremos conscientes de la presencia del Espíritu dentro de nuestro ser. Al percibir la presencia del Espíritu, no podemos hacer otra cosa que orar; si no lo hacemos, apagaremos al Espíritu. Por tanto, siempre debemos complementar nuestra lectura de la Biblia con la oración.
Por el contrario, si oramos pero no leemos las Escrituras ni tocamos la Palabra del Señor, inevitablemente nuestras oraciones procederán de nuestras propias ideas, entendimiento, visión, opinión y tendencias. A fin de orar desde nuestro Espíritu y no desde nuestro ser natural, debemos contar con la Palabra del Señor. Ahora podemos entender por qué en Juan 15:7 el Señor Jesús primero dice: “Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros”, y después dice: “Pedid lo que queráis, y os será hecho”. Estas palabras nos muestran que si alguien aprende a tener siempre comunión con el Señor y a vivir en el Señor, la Palabra del Señor permanecerá en él. La persona que lee apropiadamente la Palabra permanece en el Señor, pero la persona que permanece fuera del Señor, definitivamente no puede leer espiritualmente la Palabra; lo más que puede hacer es ejercitar su mente para entender, pero no puede usar su espíritu para tocar la Palabra. Sin embargo, la palabra del Señor permanece con facilidad en aquel que permanece en el Señor. Puesto que la palabra del Señor permanece en él, no puede evitar tocar al Espíritu, porque la palabra del Señor es espíritu. Y una vez que está lleno del Espíritu del Señor, no puede sino orar. El Señor promete que cualquier cosa que esta persona pida en oración, le será hecha, porque en ese momento lo que desea en su corazón no proviene de sí misma, sino de la palabra del Señor y de Su Espíritu, esto es, del Señor mismo. Por tanto, para ofrecer una oración apropiada, debemos primero leer la Palabra de la manera apropiada.
Así pues, hermanos y hermanas, la lectura apropiada de la Palabra ciertamente va acompañada de la oración, y las oraciones apropiadas son ciertamente el resultado de la lectura de la Palabra. Ambos asuntos son de igual importancia; ninguno de ellos debe enfatizarse más que el otro. Por otra parte, no es posible determinar cuál de los dos debe ocurrir primero; más bien, deben ir a la par. Cuando leemos la palabra del Señor en Juan 15:7, pareciera que debemos primero leer la Palabra y después orar. Pero el salmo 119 dice: “Me anticipé al alba y clamé; en Tus palabras esperé”. Eso parece indicar que la oración precede a la lectura de la Palabra. Por tanto, no es necesario tomar una decisión rigurosa acerca del orden de estos dos asuntos; simplemente debemos permitir que ocurran espontáneamente.
Frecuentemente me han preguntado: “Hermano Lee, durante nuestra vigilia matutina, ¿es mejor leer la Biblia primero y después orar, u orar primero y después leer la Biblia?”. Esto no es fácil de responder. He vivido por muchos años, pero hasta el día de hoy cuando camino, aún no estoy seguro si debo comenzar con el pie derecho o con el izquierdo. ¿Podría usted responderme esto con toda seguridad? Esta mañana cuando usted se levantó y comenzó a caminar, ¿comenzó con su pie derecho o con el izquierdo? Si alguien al caminar se pone a pensar con qué pie debe comenzar, si con el derecho o con el izquierdo, usted seguramente sospecharía que tiene una enfermedad mental. Al caminar, simplemente lo hacemos de una manera natural, sin importarnos con qué pie comenzamos. Por favor, recuerde que tampoco es necesario que decida cada mañana ante el Señor si debe leer primero y después orar o viceversa. Simplemente permanezca ante el Señor de una manera normal. Algunas veces podría leer la Palabra primero y después orar, mientras que otras veces quizá ore primero y después lea la Palabra. No es necesario establecer un reglamento rígido en cuanto a esto. A veces después de levantarse por la mañana, simplemente podría hacer algunas oraciones primero y después leer la Biblia. Pero otras veces, en lo profundo de su ser tal vez tenga el deseo de abrir la Biblia y leer un poco; después de esto, tendrá cierto sentir y entonces puede ser que comience a orar. Estos dos asuntos ocurren generalmente el mismo número de veces y toman el mismo tiempo. A modo de ilustración, citemos al hermano Müller, quien dirigió un orfanato en Gran Bretaña. Él fue una persona del siglo pasado que oraba y leía, leía y oraba. En su autobiografía él nos dijo que cada mañana dedicaba cierto tiempo para acercarse a Dios. No podemos decir que durante ese tiempo él solamente leía la Palabra, y tampoco podemos afirmar que solamente oraba. Al acudir al Señor cada mañana, él le prestaba la misma atención a la lectura como a la oración y mantenía un equilibrio en ambas cosas. Por tanto, con respecto al aspecto práctico de la lectura y la oración, casi todos reconocen que durante el siglo pasado Müller era el ejemplo más apropiado. Él no tenía el problema de limitarse a un solo aspecto. Era una persona que usaba su mente para entender la Biblia y ejercitaba su espíritu para tener contacto con la Palabra. Además, era también una persona que complementaba la lectura con la oración. Por esta razón, él era una persona muy viviente y fresca, y también constante y sólida ante el Señor. Hermanos y hermanas, les pido que primero presten atención a este asunto antes de seguir adelante con las lecciones en cuanto a la oración.
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