Conocer la vida y la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8903-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El significado de la cruz es la muerte, y la función de la cruz es darnos muerte. Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, Él no sólo estaba sufriendo; Él moría. El significado consumado acerca de que el Señor Jesús estuviese en la cruz se relaciona con la muerte. La muerte de cruz es aplicada a nosotros mediante el poder del Espíritu Santo, y su eficacia consiste en darnos muerte, en aniquilarnos. Cada día el Espíritu Santo opera a fin de forjar la cruz de Cristo y la muerte de cruz en nuestro ser, de modo que cada parte de nuestro ser pueda ser introducida en la muerte.
La verdad en cuanto a la muerte no es un asunto sencillo. La muerte de ninguna persona es simple y sencilla. En nuestra experiencia espiritual, cuando el Espíritu Santo nos alumbra para ver que hemos sido crucificados, nos regocijamos, estamos contentos y alabamos al Señor. Muchos santos han tenido esta experiencia. Cuando comenzamos a ver que fuimos crucificados con Cristo, alabamos y nos regocijamos. Hace veinte años atrás, cuando yo recibí esta luz, me hallaba en mi estudio, y sentí tanto gozo y exultación que estuve saltando, corriendo, alabando y dando gracias. Aun cuando yo era una persona corrupta, llena de injusticias, que ofendía a Dios, se oponía a Dios y que era incurable, aun así vi que yo estaba crucificado. Aun una persona como yo había sido aniquilada en la cruz. El Señor dijo: “Tú has muerto”, y yo también dije: “He muerto”. Creí la palabra del Señor. En aquel día yo morí. Esto me hizo regocijar en exultación; estaba más contento que cuando fui salvo. Sin embargo, después de un corto tiempo, comprendí que yo seguía vivo y que no había muerto. Era el mismo de antes, y no había cambiado en nada. Por lo cual me sentía confundido. Continué fracasando, y mis fracasos eran mayores, más serios y más graves que antes. Aunque vi que había sido crucificado con Cristo, comprendí que yo seguía viviendo.
Entonces el Espíritu del Señor me mostró que morir con Cristo implica más que sólo pasar por la puerta de la muerte. Todavía necesitaba ser guiado por el Espíritu a fin de andar en el camino de la muerte y llevar la vida de la muerte. Desde ese día en adelante, el Espíritu aplicó y forjó la muerte en mí. La muerte comenzó a operar y a surtir efecto en mí. Tal operación me daba muerte cada día, aniquilando cada parte de mi ser. El primer día dio muerte a algunas de mis emociones; al día siguiente aniquiló algunas de mis opiniones; al otro día dio muerte a algunos de mis pensamientos; y otro día puso fin a varios de mis conceptos. Los elementos de mi persona estaban siendo aniquilados a diario. El Espíritu Santo usó la muerte de cruz, la cual yo había visto, para hacer una obra aniquiladora y darme muerte. La aniquilación efectuada por el Espíritu gradualmente se hizo más profunda, más fuerte y más intensa. El Espíritu operaba en mí continuamente. En términos de mi vivir, yo vivía bajo la cruz cada día; en términos de mi andar, cada día me hallaba en el camino de la cruz.
Algunos podrían preguntar: “¿Qué significa aplicar la muerte de la cruz a fin de hacer morir el elemento natural en nosotros? ¿Qué significa que la cruz nos dé muerte cada día?”. Como ejemplo, digamos que un hermano ve la visión de que él ha muerto con el Señor y comprende que ha sido crucificado con Cristo. Él se dirá para sí que él ha visto el asunto de su muerte y de su aniquilación en la cruz. Ésta es la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, cuando se despierta a la mañana siguiente, él tiene en mente hacer esto y aquello, y decidirá lo que va a hacer con base en sus propios gustos y aversiones. Sin embargo, mientras él está pensando y decidiendo, percibe de forma maravillosa que el Espíritu Santo está obrando en él, como si el Espíritu Santo estuviese hablándole y preguntándole: “¿Es éste tu pensamiento o el de Cristo? ¿Es ésta tu decisión o la del Señor? ¿Son éstos tus gustos y aversiones o los del Señor?”. El Espíritu Santo operará en él de esta manera. Si él piensa y elige según sus propias elecciones y preferencias, el Espíritu Santo luchará enérgicamente contra él, y el Espíritu lo detendrá, lo condenará y lo reprenderá. Por consiguiente, el hermano sabrá claramente que sus preferencias no son las del Señor.
Mientras el Espíritu Santo opera, resplandece y reprende de esta manera, y el hermano confiesa sus pecados, en él se está llevando a cabo una obra aniquiladora imperceptible, la cual pone un clavo en sus ideas y opiniones. Aun cuando el Espíritu Santo lo condena, él sigue teniendo una voluntad férrea y sigue aferrado a su opinión. No obstante, aun cuando él insiste en su opinión, ahora ésta tiene un agujero y ha cambiado un poco. El Espíritu Santo ha realizado una pequeña obra de aniquilación y quebrantamiento. Si él sigue así, el Espíritu Santo operará con mayor intensidad en este hermano hasta que sea conquistado interiormente por el Espíritu. Entonces él se postrará y dirá: “Oh Señor, Te doy gracias y te alabo. Ya estoy en la cruz, y he sido crucificado”. Sus ideas, opiniones y pensamientos estarán crucificados, y sus gustos y aversiones también estarán en la cruz. La cruz puede penetrarle a tal grado que sus preferencias, su voluntad, su mente y todo su ser serán afectados. Éste es el Espíritu Santo que opera y aplica la muerte de cruz en él, la cual produce el efecto de hacer morir sus pensamientos, sus preferencias y su yo. Después de esta experiencia, habrá un poco más de agujeros y fisuras en el ser interior de este hermano, puesto que él ha sido quebrantado un poco más.
Aunque él todavía vive y anda, ha recibido cierta luz acerca de la cruz y ha experimentado la cruz un poco. Sin embargo, la mayor parte de su elemento natural sigue existiendo y está presente en la vida que él lleva. Su yo se levanta de manera inconsciente y continúa dando opiniones, tomando decisiones, y eligiendo. Sin embargo, el proceso de la muerte también se repite en él. Con base en que el hermano ha visto la cruz, el Espíritu lo alumbrará, y la luz lo condenará y le preguntará: “¿Proviene esto de ti o del Señor? ¿Eres tú, o es Cristo?”. En un momento determinado, él será conquistado y subyugado otra vez, y de nuevo él se postrará y dirá: “Oh Señor, Te doy gracias y te alabo. Mi persona ya está en la cruz”. De ahí que, sus preferencias, pensamientos y opiniones serán puestos a muerte en la cruz, y él recibirá y experimentará la cruz otra vez. A medida que el Espíritu Santo intensifica Su obra en él, la marca y el quebrantamiento de la cruz en él se profundizarán. Experimentará otro quebrantamiento más, y más de su propio elemento será puesto a muerte. Por consiguiente, poco a poco, día tras día, y evento tras evento, él experimentará la cruz en el Espíritu Santo.
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