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Ministerio de oración de la iglesia, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-1-57593-908-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 5 Sección 2 de 8

NO USAR VANAS REPETICIONES COMO LOS GENTILES

El Señor no sólo nos enseñó a orar en lo secreto sino también a “no usar vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”. La voz “palabrería” se usa en griego para describir el sonido monótono y repetitivo que hace un tartamudo. Algunas personas en sus oraciones repiten las mismas palabras de manera monótona. Esta clase de oración tiene sonido, pero carece de significado. Cuando usted se encuentra al lado de una persona así, y oye su oración, es como si estuviera cerca de una corriente y oyera el ruido monótono e interminable del agua que golpea contra las rocas. Es como si fuera por una carretera pedregosa y oyera el ruido interminable y monótono de las ruedas del coche. Estas personas repiten muchas veces las mismas palabras. Suponen que sus oraciones serán contestadas por la mucha repetición. Pero esta clase de oración es vana; no es eficaz en absoluto y no la debemos usar.

Hermanos y hermanas, sus oraciones no deben ser simplemente sonidos sin significado. Las oraciones de muchas personas, en la reunión de oración, no tienen sentido. Si usted no les da el amén cuando oran, lo condenan por no ser uno con ellos, pero si dice amén a sus oraciones, seguirán repitiendo las mismas palabras. Tales personas no oran para que se realicen algunas metas sino para generar algarabía. Sus oraciones no tienen el propósito de aliviar la carga sino el de producir un discurso. Se ofrecen muchas oraciones como resultado de la influencia humana, y se expresan muchas palabras que van mas allá de lo que uno desea. Estas oraciones son como el ruido de una corriente de agua que golpea contra las rocas o como el ruido de las ruedas de un carruaje que va por un camino de piedras. Esta clase de oración tiene sonido pero carece de significado. No debemos orar de esa manera.

“No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Esto nos muestra que la respuesta a nuestras oraciones depende de nuestra actitud delante de Dios y de nuestra necesidad; no depende de nuestras muchas palabras. Si oramos por lo que no necesitamos, no seremos oídos aunque usemos más palabras. Si lo que pedimos no procede de la necesidad, es avaricia y es pedir en vano. A Dios le place darnos lo que necesitamos; pero no le gusta satisfacer los deseos de nuestro yo. Algunos han dicho que puesto que Dios sabe lo que necesitamos, no es necesario pedirle. Decir esto es una insensatez. El propósito de nuestra oración no es notificarle a Dios nuestros asuntos, sino expresarle nuestra confianza, nuestra fe, nuestra dependencia y nuestro deseo. Por lo tanto, es correcto que oremos, pero al hacerlo, nuestro deseo y nuestra fe deben ir más allá de nuestras palabras.

“ORAREIS ASI”

Ahora examinemos la oración que el Señor enseñó. Esta oración se conoce comúnmente como el Padrenuestro, lo cual es un error. Esta oración no es la oración de El, sino una oración que El utilizó para enseñarnos. Lucas 11 señala esto muy claramente (vs. 1-4). Debemos aprender cuidadosamente de esta oración.

El Señor dijo: “Vosotros, pues, oraréis así”. El no dijo que oráramos con estas palabras. Si lo hubiera dicho, todo lo que tendríamos que hacer sería repetirlas cada vez que orásemos. No, esto no es a lo que El se refería. Lo que quiso decir fue que debíamos orar de esa manera. En otras palabras, el Señor nos enseñaba cómo orar; no nos insta a imitar Sus palabras, sino a que oremos de la manera que El lo hace.

Desde el comienzo del mundo, Dios ha estado escuchando las oraciones del hombre. De generación en generación y de edad en edad, los hombres han estado orando a Dios. Pero es difícil encontrar personas cuyas oraciones lleguen al blanco. Muchas personas prestan atención a sus necesidades, no a las de Dios. Por esta razón, el Señor nos dijo: “Vosotros, pues, oraréis así”. El “así” aquí, es algo muy significativo, grandioso y profundo. Hermanos y hermanas, si de verdad queremos aprender a orar, necesitamos aprender a orar “así”. Esta es la primera vez, desde que Dios vino a la tierra como hombre, que nos dice cómo debemos orar y cómo hacerlo de manera concisa.

El Señor nos dijo que debemos orar a “nuestro Padre que está en los cielos”. La palabra “Padre” es un título, un nuevo nombre por medio del cual el hombre se puede dirigir a Dios. Antes, el hombre lo llamaba “el Dios Todopoderoso”, “el Altísimo”, “el Dios viviente” o “Jehová”. Nadie se atrevía a llamar “Padre” a Dios. Esta fue la primera vez que se empleó la palabra “Padre”, lo cual nos muestra claramente que esta oración es para los salvos, los que ya poseen la vida eterna. Después de ser salvos, podemos dirigirnos a Dios como Padre, pues sólo los que fueron engendrados por Dios son hijos Suyos, y sólo ellos pueden llamarlo Padre. Esta es una oración dirigida a nuestro Padre que está en los cielos. ¡Cuán agradable es esto y qué gran consuelo! Originalmente, sólo nuestro Señor Jesús podía llamar Padre a Dios. Pero en estos versículos, El nos instruye a que lo llamemos Padre nuestro. Esta es una gran revelación. Si Dios no nos hubiera amado y dado a Su Hijo unigénito, ¿cómo podríamos llamarlo Padre nuestro? Damos gracias a Dios que Su Hijo murió y resucitó por nosotros, para que podamos llegar a ser Sus hijos y así recibir una nueva posición. De aquí en adelante, podemos orar a nuestro Padre que está en los cielos. ¡Cuán íntimo, liberador y animante es esto! Que el Espíritu del Señor nos enseñe más a entender que Dios es nuestro Padre y a creer que el Padre es amoroso y paciente, y que El no sólo desea oír nuestras oraciones, sino también compartir el gozo de la oración.

Esta oración puede dividirse en tres secciones. La primera sección está relacionada con las cosas de Dios; es una oración que expresa tres deseos acerca de Dios (Mt. 6:9-10), y puede considerarse como el fundamento. La segunda sección se relaciona con nosotros; es nuestra petición por la protección de Dios (vs. 11-13a). La tercera sección es nuestra declaración; es nuestra alabanza a Dios (v. 13b). Veamos las secciones de la oración.


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