Cristo como la realidadpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3063-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Para hacer y constituir una persona dotada se requiere la humanidad de Jesús. Jesús no llevó a cabo esto en Su divinidad, sino en Su humanidad. Él recibió los dones en el hombre. La Nueva Traducción de Darby usa la frase en hombre. El Señor recibió los dones como un hombre, en la condición y posición de hombre. Después de Su ascensión, Él no recibió los dones en la posición de Hijo de Dios, sino en la posición de hombre. El hecho de que Él recibiera los dones, significa que Él los hizo dones.
Cristo nos recibió del Padre cuando fuimos salvos. Fuimos llamados y escogidos por Dios en la eternidad, así que le pertenecíamos al Padre. Pero después el Padre nos dio a Jesús. El Padre dio y el Hijo recibió. Después que el Hijo nos recibió, nos envió, por ejemplo, a la iglesia en Los Ángeles, donde llegamos a ser dones para la edificación de la iglesia. Primero fuimos escogidos, predestinados y llamados por el Padre, y después fuimos dados a Su Hijo Jesús. Finalmente Jesús nos dio como dones a la iglesia en Los Ángeles. Sin embargo, si todos los que fueron escogidos, predestinados, llamados y dados serán o no dones adecuados, depende de que la humanidad de Jesús se haya forjado en ellos y forme parte de su constitución. El factor determinante es cuánto de la humanidad de Jesús ha sido forjada en nuestro ser. Así pues, el Señor no nos recibió en Su divinidad, sino en Su humanidad. Esto es muy significativo.
En el pasado hemos hablado mucho acerca de que necesitamos que la vida y la naturaleza divinas se forjen en nosotros. No obstante, si pasamos más tiempo orando-leyendo la Palabra, veremos que Dios tiene la intención de forjar Su vida divina en nosotros con una naturaleza humana. Dios desea forjar a Cristo en nosotros, y Cristo no es sólo el Hijo de Dios, sino también el Hijo del Hombre. Dios intenta forjar a una Persona en nosotros que tiene la vida de Dios y la naturaleza de hombre.
Recuerdo algunos misioneros que conocí hace años en el Lejano Oriente. Algunos tenían estudios de doctorado y eran excelentes predicadores, pero no eran muy útiles. Sin embargo, otros no eran eruditos ni tenían un grado universitario, pero el Señor los usaba sobremanera. En ese tiempo no entendía la razón de esto, pero ahora sí sé la razón. Los que eran más útiles en las manos del Señor, eran los que disfrutaban la humanidad de Jesús. Tal vez ellos no conocían esta terminología; sin embargo, participaban de la humanidad del Señor. Algunos misioneros no podían ni predicar ni enseñar bien; pero debido a que ellos experimentaban la humanidad de Jesús, trajeron un buen número de personas al Señor.
He visto muchas clases de cristianos: los formales, los fundamentalistas, los pentecostales y los de la vida interior. No sólo he visto estas diferentes clases de cristianos, sino que, bajo la soberanía del Señor, estuve entre muchos de ellos. Debo decirles que todos ellos experimentaban muy poco la humanidad de Jesús. Se supone que los pentecostales son poderosos y que los fundamentalistas conocen bien la Biblia, pero a la postre no son muy útiles al Señor porque carecen de la humanidad de Jesús. Ellos son dones dados al Cuerpo, pero están carentes de la humanidad de Jesús.
Por favor, no me malentiendan cuando les hablo de la humanidad apropiada. Me doy cuenta de que algunos piensan que simplemente debemos ser humanos; así que dicen: “Seamos humanos. Dios no quiere ángeles; quiere seres humanos. Vamos a la playa, juguemos deportes y miremos televisión”. Eso será muy humano, pero no es ser “Jesusmente” humanos. Nosotros debemos ser “Jesusmente” humanos, y no sólo humanamente humanos. Tampoco me refiero a nuestra humanidad natural y caída. No debemos traer nada natural a la esfera de Jesús. Ya tenemos suficiente de esa clase de humanidad. Necesitamos otra categoría de humanidad, una naturaleza nueva, santa, como la menciona Andrew Murray en su libro El Espíritu de Cristo. Jesús no perfeccionó Su naturaleza humana de manera natural, sino de manera divina. Es humanidad y, sin embargo, es también divina.
Jesús es un hombre, pero Su humanidad tiene una fuente distinta a la nuestra. Por medio de Su muerte y resurrección Él elevó esta humanidad. Ahora Su humanidad no es solamente nueva y santa, sino también elevada. Nuestra humanidad natural nunca puede corresponder a Su humanidad. Es difícil poder discernir la diferencia entre estas dos mediante nuestras palabras, pero en nuestra experiencia hay una gran diferencia. Nuestra humanidad en el mejor de los casos es sólo una sombra; la humanidad de Jesús es la realidad. Una flor verdadera y una artificial se ven iguales en tamaño, color y forma. Si no se tiene el discernimiento, podríamos decir que son idénticas; pero no lo son en lo más mínimo. Una procede de la vida; la otra no tiene el elemento de vida.
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