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Ministerio de la Palabra de Dios, Elpor Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0700-0
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CAPITULO SEIS

LA INTERPRETACION PROVIENE
DEL ESPIRITU SANTO

Debemos notar, para nuestro beneficio y el de los demás, que la palabra que los ministros proclaman no debe ser privada ni ajena a lo que consta en la Biblia. Todas las palabras subsiguientes que Dios ha expresado se basan en Su Palabra original. Lo que consta en el Nuevo Testamento tiene como base lo dicho en el Antiguo Testamento. De la misma manera, todo lo que digamos en la actualidad debe tener la Biblia como base. La Palabra de Dios es viva y orgánica, así que si alguien no se basa en ella cuando habla y afirma que lo dicho por él es independiente, separado y distinto de las palabras que Dios asentó en la Biblia, podemos decir con certeza que lo que dice esa persona es herético y que su doctrina es satánica. Los ministros de la palabra que Dios tiene en esta época no hablan al azar, sino que edifican su ministerio sobre el sólido fundamento de la Palabra.

Vayamos más adelante. Los ministros deben hablar con base en lo que Dios ya dijo; sin embargo, Dios tiene que explicarles la Palabra y darles la interpretación de la misma. Así que, no todos los que toman la Palabra de Dios como base para hablar son necesariamente ministros de Su palabra, ni tampoco pueden declarar que son mensajeros de la Palabra de Dios simplemente por conocerla. Si bien una persona puede ser versada en el Antiguo Testamento, ese solo factor no la hace apta para escribir el Nuevo Testamento. De la misma manera, uno puede estar bien familiarizado con el Nuevo Testamento, pero eso no significa que sea ministro de la Palabra. Aunque debemos descartar todo discurso que no tenga la Escritura como base, debemos ser cuidadosos, pues no tenemos que recibir cualquier mensaje sólo porque tenga el fundamento adecuado. Debemos examinar lo que la persona dice para ver si contiene la interpretación de Dios.

Sólo Dios puede interpretar la Palabra que El dio. Es decir, su interpretación no depende de nuestra mente, ni de nuestra excelente memoria, ni de nuestra diligencia. También debemos tener presente que no podemos tomarla en su forma original y anunciarla diciendo que es el ministerio actual de la Palabra. Podemos memorizar los ciento cincuenta capítulos del libro de los Salmos, o el libro de Cantar de Cantares, o el libro de Isaías, o dedicar cincuenta años al estudio del libro de Daniel, pero esto no garantiza que podamos interpretar dichos libros. Si no basamos nuestras palabras en la Palabra ya establecida por Dios, no podemos ser Sus heraldos, pero esto no significa que por hablar basándonos en ella, ya seamos sus ministros. Muchos escribas y fariseos conocían muy bien el Antiguo Testamento; sin embargo, ninguno de ellos era ministro de la Palabra. Es posible que algunas personas hayan estudiado la Biblia exhaustivamente, pero esto no significa que sean sus ministros. El ministro de la Palabra no solamente conoce la Palabra, sino que además Dios se la ha abierto y explicado. Un ministro de la Palabra de Dios debe contar primero con un fundamento apropiado, y luego con la interpretación correcta. Si no reúne estos dos requisitos, no puede ser ministro de la Palabra de Dios.

¿Cómo explica Dios Su palabra? ¿Cómo interpretó el Antiguo Testamento a los ministros del Nuevo Testamento? En el Nuevo Testamento tenemos por lo menos tres clases de interpretaciones: la interpretación de las profecías, la interpretación de la historia y la interpretación por síntesis, o sea, por medio de la recopilación y combinación de algunos pasajes de la Biblia. Al leer el Antiguo Testamento, los ministros del Nuevo Testamento tenían ante ellos las profecías, la historia y el compendio de algunos pasajes; sin embargo, todo esto necesitaba la interpretación del Espíritu Santo.

LA INTERPRETACION DE LAS PROFECIAS

Tomemos por ejemplo el evangelio de Mateo y estudiemos la manera en que su autor sirvió como ministro de la Palabra de Dios.

Mateo fue dirigido por el Espíritu Santo al narrar la historia del Señor Jesús. Mientras escribía, el Espíritu Santo lo iluminaba. El evangelio de Mateo no dependió del tiempo que dedicó al estudio, sino de la iluminación del Espíritu Santo. Con esto no quiero decir que Mateo no estudiara el Antiguo Testamento. Aunque era un recaudador de impuestos, es probable que después de ser salvo haya dedicado mucho tiempo a estudiar las Escrituras. Por eso, el Espíritu Santo pudo traer a su memoria muchas citas, como la de Isaías 7, en Mateo 1:23: “He aquí, una virgen estará encinta y dará a luz un hijo, y llamarán Su nombre Emanuel”. Pero, ¿qué significan estas palabras? El Espíritu Santo le dio la explicación y la interpretación: este pasaje se refiere al nacimiento del Señor Jesús. El momento llegó en que Dios vino para estar con nosotros; antes El estaba con nosotros, pero de una manera diferente. Ahora está con nosotros porque el Señor Jesús vino a la tierra. Esta es la interpretación que dio el Espíritu Santo. Necesitamos conocer la Palabra ya establecida por Dios, pero también necesitamos la interpretación que el Espíritu Santo da. El Espíritu Santo es el único que puede determinar el significado de la Palabra de Dios.

En Mateo 2:15 dice que el Señor Jesús salió de Egipto. En este pasaje, Mateo cita Oseas 11:1. Al leerlo, posiblemente no notemos que este pasaje se refiere al Señor Jesús; pero debido a que el Espíritu Santo lo interpretó, Mateo pudo ver esto claramente.

En Mateo 2:18 leemos: “Voz fue oída en Ramá, llanto y lamento grande; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque ya no existen”. Esta es una cita de Jeremías 31:15. Al leer este pasaje, nunca se nos hubiera ocurrido que se refería a lo que hizo Herodes tratando de matar al Señor Jesús. Sin embargo, debido a que el Espíritu Santo lo interpretó, ahora conocemos su significado.

En Mateo 3:3 dice: “Pues éste es aquel de quien se habló por medio del profeta Isaías, cuando se dijo: ‘Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad Sus sendas’ ”. Al leer Isaías 40:3 es posible que no hubiéramos pensado que este pasaje se refería a Juan el Bautista. El Espíritu Santo interpretó su significado a Mateo.

En Mateo 4:13 descubrimos que el Señor Jesús habitaba en Capernaum, que está en la región de Zabulón y de Neftalí. Y en los versículos 14 al 16, cita Isaías 9:1-2 diciendo: “Para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: ‘Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí; camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región y sombra de muerte, luz les amaneció’”. Sólo el Espíritu Santo nos puede revelar que Isaías 9 se refiere al Señor Jesús. Esto nos muestra una vez más que no es suficiente conocer la Palabra; el ministro de Dios también debe saber interpretarla según la revelación que procede del Espíritu Santo. Sólo entonces podemos afirmar que la Palabra de Dios es la base de nuestra disertación. Sin la interpretación del Espíritu Santo, la Palabra está sellada para nosotros y, por consiguiente, no es la base de nuestro discurso.

En Mateo 8, el Señor Jesús sanaba enfermedades y echaba fuera demonios. El versículo 17 cita Isaías 53:4, diciendo: “Para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo: ‘El mismo tomó nuestras debilidades, y llevó nuestras enfermedades’”. La revelación que recibió Mateo fue la base de lo que escribió. El ministerio de la Palabra de Dios tiene como base lo que Dios ya expresó; sin embargo, tiene que ser revelada a los ministros a fin de que sea la base de lo que anuncian. Sin revelación, cualquier cita que se haga es simplemente una aplicación artificial y no encaja en el ministerio de la Palabra de Dios. Así que necesitamos el fundamento y también la interpretación apropiada.

En Mateo 12:10-16, el Señor Jesús sanó a un hombre que tenía una mano seca. Le dijo: “Extiende tu mano” y aquel hombre la extendió, y le fue restaurada. Entonces el Señor “se retiró de allí; y muchos le siguieron, y sanaba a todos, y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen”. Al llegar a esta parte, Mateo cita Isaías 42:1-4 de esta manera: “Para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo: ‘He aquí Mi Siervo, a quien he escogido; Mi Amado, en quien se complace Mi alma; pondré Mi Espíritu sobre El, y a los gentiles anunciará juicio. No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles Su voz. La caña cascada no quebrará, y el pábilo humeante no apagará, hasta que saque a victoria el juicio. Y en Su nombre pondrán los gentiles su esperanza’” (Mt. 12:17-21). La interpretación del Espíritu Santo hizo posible la vinculación de Isaías 42 con Mateo 12. Esta interpretación permitió que Mateo tuviera el ministerio de la Palabra.

El ministerio de la Palabra requiere que el Espíritu Santo interprete la Palabra de Dios. Dicha interpretación está fuera del alcance de las personas comunes como los escribas y los fariseos. A fin de poder comunicar esta Palabra, Dios tiene que explicárnosla. Mateo no era un ministro de la Palabra que hablara al azar; lo que decía tenía como fundamento el Antiguo Testamento. ¿Cómo logró esto? El primero estudió minuciosamente el Antiguo Testamento, y luego, el Espíritu Santo abrió y explicó la Palabra. La palabra de Dios interpretada por el Espíritu Santo es la base del ministerio de la Palabra. Sin este fundamento el ministerio no existe. El libro de Mateo contiene muchas citas del Antiguo Testamento, muchas de las cuales son expresadas por el Señor Jesús. Los ejemplos mencionados fueron citados por Mateo. El dice que lo acontecido era el cumplimiento de lo que Isaías y otros profetas habían dicho. Sabemos que Mateo era un recaudador de impuestos; no obstante, es sorprendente ver que cite el Antiguo Testamento con tanto acierto. El no era ni escriba ni fariseo como Pablo, pero tenía el ministerio de la Palabra. El se basaba en el Antiguo Testamento, y el Espíritu Santo le daba la interpretación. No es suficiente tener la Biblia sola; necesitamos que el Espíritu Santo la abra a nosotros.

Estudiemos ahora el capítulo veintisiete de Mateo. La partida del Señor Jesús estaba cerca; Judas se había ahorcado; y el sumo sacerdote y los ancianos habían tomado el dinero que Judas había recibido por traicionar al Señor Jesús y lo usaron para comprar un terreno. “Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de Sangre” (Mt. 27:8). Notemos que Mateo después de relatar esto, añade: “Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: ‘Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del que fue tasado, aquel a quien pusieron precio los hijos de Israel; y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor’” (vs. 9-10). Mateo nos muestra que éste es el cumplimiento de la profecía de Jeremías. Es difícil ver el significado de este pasaje en el libro de Jeremías, pero el Espíritu de Dios le abrió esta palabra a Mateo, y él pudo asociarla con lo acontecido. Vemos entonces que Mateo tenía el ministerio de la Palabra.


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