Predicar el evangelio en el principio de la vidapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3771-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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También debemos aprender a observar a los incrédulos. Si vemos a cuatro incrédulos sentados juntos, tenemos que hacer un cambio y sentarnos con ellos para acompañarlos. En el transcurso de la reunión, podemos ayudarlos a orar, cantar y hablar. La obra de predicar el evangelio es verdaderamente una batalla. Cooperamos con la palabra que es ministrada al colaborar con el orador y al observar atentamente a los incrédulos. Hay un secreto en esto. Tal vez nos demos cuenta de que una persona se siente muy inspirada y motivada por la obra del Espíritu. Entonces podemos orar internamente, diciendo: “Señor, revélale el secreto para creer y ser salvo”. Si oramos de esta manera, muchas veces veremos que el rostro de la persona cambiará. En otras ocasiones, podemos percibir que una persona es muy obstinada y que sacude la cabeza, mostrando su desacuerdo. Entonces debemos orar silenciosamente en nuestro interior, diciendo: “Señor, ata al hombre fuerte; ata al rebelde”. Al orar, controlamos la situación. Es así como la iglesia predica el evangelio. Cada uno de los hermanos es como los músculos del cuerpo. No sólo la boca habla, sino que cada uno de los miembros ejerce su función. Entonces veremos el impacto. Es así como debemos sentarnos en el lugar apropiado para colaborar con la predicación.
Debemos ejercitar todo nuestro ser. En primer lugar, por supuesto, debemos ejercitar nuestro espíritu, y luego ejercitar nuestra alma, nuestro entendimiento, para leer a las personas. Si aprendemos a hacer esto, podremos incluso leer sus rostros, y por sus rostros podemos leer su corazón. No habrá necesidad de hablar con ellos después de la reunión para saber si fueron salvos o no, pues ya lo sabremos. De esta manera, debemos ayudar a los incrédulos, con nuestra oración, con los himnos y al observarlos.
Después del mensaje, debemos dedicar unos minutos para concluir la reunión cantando algún himno o un coro, y pedir a las personas que tomen la decisión de recibir al Señor. Entonces, inmediatamente después de esto, los hermanos y hermanas deben contactar a dos o tres, o al menos a una persona, para cuidarlos. Antes de acercarnos a ellas, estuvimos observándolas y nos dimos cuenta de la reacción que tuvieron. Luego, basándonos en esto, nos acercamos para hablarles. Éste es un momento muy crucial, pues es el momento de segar la cosecha, es el momento de dar a luz. Durante la labor del parto, hay un momento específico, un momento muy particular, en el cual ocurre el parto. Todos debemos aprender a ser parteras. En la labor que sigue a la predicación del evangelio, cada uno de nosotros debe ser una buena partera, y debe saber cómo asistir el nacimiento de un niño. Debemos orar por esto.
Con respecto a la labor que realizamos después de la reunión, hay algunos detalles a los cuales debemos prestar mucha atención. En primer lugar, no debemos hablar demasiado, ni tampoco hablar palabras vanas. Antes de hablar con las personas, debemos haberlas observado y habernos dado cuenta de la reacción que tuvieron. Con base en esto, podemos hablar con ellas sobre el mensaje. Debemos aprender a ser breves para “cerrar el trato”, al igual que un vendedor. Si hablamos demasiado, perderemos la venta. Nuestro propósito no es hablar. Algunos hermanos usan el tiempo después de la reunión simplemente para hablar de todo, extendiéndonos desde Génesis hasta Apocalipsis, de la luna al sol, y desde los ancestros pasados hasta la generación presente. Parece que tienen mucho de que hablar, pero al final no cierran el trato.
Debemos cerrar el trato de una manera breve ayudando a las personas a que oren. Después de hablar con alguien por dos o tres minutos, cuando mucho cinco o seis, tenemos que conducirlo a orar. Debemos aprender el secreto de cómo ayudar a las personas a que oren. Muchas veces las personas dirán que no saben orar, así que podemos pedirles que repitan nuestra oración. Podemos decirles: “Yo voy a hacer una oración, y luego usted puede repetir después de mí; diga lo mismo, pero desde lo profundo de su corazón”. De una manera sencilla tenemos que ayudar a las personas a confesar sus pecados, a reconocer que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador y Redentor, y a recibir y aceptar al Señor Jesús de manera personal como Su salvador. También debemos ayudarlas a comprender que gracias a la muerte redentora de Cristo, gracias a la cruz de Cristo, sus pecados fueron perdonados. Debemos orar con ellos de una manera breve, eficaz y específica. El Señor respaldará esta clase de oración. Después de orar de esta manera, muchas personas experimentarán un cambio en su vida, y el Espíritu Santo será real y viviente para ellas. Por medio de esta clase de oración, el Espíritu Santo verdaderamente tocará los corazones y los espíritus de ellas.
Después de orar, es muy bueno dar a las personas uno o dos versículos de las Escrituras según su situación, los que sean más apropiados para cada caso. Para algunas personas Juan 3:16 puede ser bueno, mientras que para otras puede ser mejor Romanos 6:23. Debemos darles uno o dos versículos como una confirmación, y ayudarlas a que cojan o sean cogidos por los versículos. Una palabra viva de la Biblia es una confirmación para un nuevo creyente, una prueba de su salvación de una manera concisa.
Después de orar, debemos también hablar amigablemente con las personas. Pregúntenles cómo vino y si vino con alguien, y tomen nota de su nombre y dirección. Sin embargo, debemos hacer todo esto de manera espontánea y flexible, y no de forma legalista. Si la persona con la cual ella vino tiene ya su nombre y dirección, no hay necesidad de que usted anote sus datos personales.
Antes de la reunión para predicar el evangelio, debemos dedicar otro tiempo para visitar a las personas. Luego los hermanos y hermanas pueden entregar los formularios con la fecha, el nombre y dirección de sus amigos y algunos comentarios acerca de ellos, como por ejemplo si fueron salvos o no. Luego con estos formularios sabremos cuántos fueron influenciados por nuestra predicación y lo que debemos hacer durante la reunión. Si diez o veinte ya han sido salvos, entonces el siguiente día del Señor debemos realizar una reunión de bautizos con ellos. No debemos pensar que esto es demasiado apresurado; no hay necesidad de esperar. Las Escrituras dicen que las personas deben ser bautizadas tan pronto como hayan creído (Mr. 16:16; Hch. 2:38, 41; 8:36-38; 22:16). Creer es sólo la mitad de un paso completo; el paso completo para ser salvos es creer y ser bautizados. No creemos en el agua del bautismo de una manera supersticiosa como creen algunos. No obstante, sí creemos que hay algo especial acerca del bautismo. En el pasado vi cómo personas que estaban enfermas fueron sanadas después del bautismo, y algunas incluso experimentaron el derramamiento del Espíritu Santo. Hay muchos casos así. El bautismo no es un formalismo ni una superstición; más bien, creemos que es necesario porque el Señor lo ordenó. Después de predicar el evangelio debemos tener un tiempo para tener bautizos, cuanto más pronto sea, mejor.
Puede ser que haya un buen número de personas nuevas que aún no entiendan claramente acerca de la salvación y el bautismo, así que debemos darle seguimiento a ellas por unas cuantas semanas. Luego, en cuanto tengan claro estos asuntos, podremos realizar otra reunión de bautizos. Hay muchas cosas que tenemos que hacer antes de poder introducir a estas personas a la vida de iglesia, y los hermanos y hermanas pueden cuidar de estos nuevos creyentes. Nuestro trabajo no habrá terminado hasta que ellos hayan sido introducidos en la vida de iglesia; entre tanto, debemos seguir cuidando de ellos. Si alguno de nuestros amigos no es salvo durante la reunión del evangelio, entonces tenemos que seguir pendientes de él e invitarlo al siguiente mes cuando vuelva a haber otra reunión para predicar el evangelio.
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