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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 079-098)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7011-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 85 de 17 Sección 2 de 4

N. EL ESPÍRITU DE REALIDAD

Los escritos de Juan revelan que el Espíritu es el Espíritu de realidad (Jn. 14:17; 15:26; 16:13; 1 Jn. 4:6). El Espíritu es llamado el Espíritu de realidad porque todo cuanto el Padre es en el Hijo y todo cuanto el Hijo es, es hecho real para nosotros en el Espíritu. El Espíritu es la realización de lo que Dios el Padre y Dios el Hijo son. Dios el Padre es luz, y Dios el Hijo es vida. La realidad de esta luz y vida es el Espíritu. Si no tenemos al Espíritu, no podemos tener la luz de Dios el Padre. Si no tenemos al Espíritu, no podemos tener a Dios el Hijo como nuestra vida. La realidad de todos los atributos divinos de Dios el Padre y de Dios el Hijo es el Espíritu. En Juan 14:17; 15:26 y 16:13 el Señor Jesús habla del Espíritu de realidad. En 1 Juan 4:6 también se usa este título del Espíritu. Además, en 1 Juan 5:6 se nos dice que el Espíritu es la verdad, la realidad. Como Espíritu de realidad, el Espíritu es la realidad de Dios y del Hijo. El Espíritu es la realidad de toda cosa divina y, como tal, Él es la realidad de la vida eterna. Finalmente, debido a que el Espíritu es la realidad, Él es Dios, el Hijo y la vida eterna. Aparte del Espíritu de realidad, la vida eterna sería algo vacío y vano para nosotros. Por tanto, el Espíritu es la realidad de Dios, el Hijo, la vida eterna, la gracia y todo asunto divino. Debido a que el Espíritu es la realidad de todas las entidades y cosas divinas y espirituales, Él es llamado el Espíritu de realidad.

O. EL CONSOLADOR (PARACLETO)

Juan 14:16 revela que el Espíritu es el Consolador (el Paracleto): “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Aquí la palabra griega traducida “Consolador” es parákletos. Paracleto es la forma castellanizada de esta palabra griega. En el griego, parákletos denota a alguien que estando a nuestro lado, se encarga de nuestro caso, de nuestros asuntos. Esta palabra se compone de dos vocablos: una preposición que significa “con” y una forma del verbo “llamar”. En tiempos antiguos, un paracleto era un ayudante, un defensor, un consejero, un intercesor. Un paracleto era alguien que servía a una persona particular atendiendo a todas sus necesidades. Como alguien que siempre está presente, un paracleto puede también considerarse un servidor, un ayudante e, incluso, un abogado. En una nota a Juan 14:16, Darby dice que un paracleto es “uno que se hace cargo del caso de otro y le ayuda”. En su traducción de 1 Juan 2:1 —donde se usa esta misma palabra en el griego—, Darby dice que tenemos ante el Padre un patrón, o protector; después, en una nota, Darby explica que usa la palabra patrón con el sentido del patronazgo romano, es decir, alguien que atendía a los intereses de sus clientes en todo sentido. Podríamos decir que en la actualidad el Espíritu es nuestro Patrón. Él está con nosotros todo el tiempo para encargarse de nuestra situación.

El Paracleto, el Consolador, se refiere a alguien que es llamado a acudir al lado de otro para ayudarle; por tanto, el Paracleto es un ayudante. El Espíritu, como Paracleto, está siempre disponible para ayudarnos; además, el Paracleto es un Abogado y un Consejero. Él también es Aquel que nos consuela; por ende, es el Consolador, Aquel que conforta. Por ser la consumación del Dios Triuno, el Espíritu como Consolador, el Paracleto, es nuestro ayudante, patrón, consejero y consolador, quien se encarga de nuestras necesidades en nuestro diario vivir.

P. EL ESPÍRITU DE PODER

El Espíritu no solamente es el Espíritu de vida, sino también el Espíritu de poder. Internamente nosotros tenemos el Espíritu de vida en el aspecto esencial, y externamente tenemos el Espíritu de poder en el aspecto económico. En Lucas 24:49 el Señor Jesús dice: “He aquí, Yo envío la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Aquí la promesa es la promesa de Joel 2:28 y 29, la cual fue cumplida el día de Pentecostés (Hch. 1:4-5, 8; 2:1-4, 16-18), y se refiere al derramamiento del Espíritu como poder desde lo alto para el ministerio de los creyentes en el aspecto económico. Esto es diferente del Espíritu de vida, infundido en los discípulos por el soplo del Cristo resucitado para que residiera en ellos a fin de que Él pudiese ser vida para ellos en el aspecto esencial. En Hechos 1:8 el Señor les dijo a los discípulos que ellos recibirían poder cuando el Espíritu Santo hubiera venido sobre ellos. Finalmente, el Espíritu, como “viento recio que soplaba”, vino en calidad de poder sobre los discípulos para su obra (2:2). En cuanto al Espíritu de vida, nosotros necesitamos inhalarle como aliento; en cuanto al Espíritu de poder, necesitamos ponérnoslo como uniforme. A fin de ser investidos de poder, debemos tener el Espíritu como nuestro uniforme; fue por ello que el Señor Jesús les dijo a los discípulos que serían investidos de poder desde lo alto.

El Espíritu de vida y el Espíritu de poder son dos aspectos del mismo Espíritu con miras a nuestra experiencia. Vemos ambos aspectos en 1 Corintios 12:13. Por un lado, en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo; por otro, a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Ser sumergidos en el agua es algo externo, pero beber del agua es algo interno. Además, beber del Espíritu internamente se relaciona con el aspecto esencial, mientras que ser bautizados en el Espíritu externamente se relaciona con el aspecto económico. El aspecto interno del Espíritu tiene por finalidad la vida esencialmente, y el aspecto externo tiene por finalidad el ministerio y la obra económicamente. El aspecto externo se relaciona con el Espíritu como Espíritu de poder. Tal como el Espíritu de vida es la realidad de la vida, del mismo modo el Espíritu de poder es la realidad del poder.


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