Evangelio de Dios, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-1-57593-940-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En segundo lugar, ¿fue nuestra salvación un accidente o una acción deliberada por parte de Dios? ¿Es la salvación de Dios como los dos centavos que un hombre da a un mendigo, cuando cruza con éste en la calle? o ¿Dios a propósito trata de hallar un hombre a quien El puede darle dinero? ¿Es la salvación de Dios un accidente o concuerda con un plan definido? Los que no entienden la salvación, quizá piensen que la salvación de Dios es un accidente. Sin embargo, todos aquellos que entienden la Biblia y que conocen a Dios comprenden que la salvación no es un accidente. Más bien, fue planeada hace mucho según un plan definido. Romanos 8:29 dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo”. El versículo 30, una sección parentética, dice: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. La salvación de la cual estamos hablando involucra todas las cosas mencionadas en los versículos 29 y 30. La historia de nuestra salvación comienza con la justificación mencionada en el versículo 30. Fuimos salvos en el momento en que fuimos justificados. Solamente sabemos que hemos creído en Jesús y que hemos sido salvos y justificados. Pensamos que la justificación es nuestro primer encuentro con Dios. Pensamos que la primera vez que tocamos a Dios en nuestra vida fue cuando fuimos justificados. Sin embargo, la Biblia dice que Dios nos tocó hace mucho tiempo. El nos conoció hace mucho. Nuestra justificación viene después. Dios nos conoció primero.
Algunos han dicho que Romanos 8:29-30 es la única cadena mencionada en toda la Biblia. Es una cadena de diferentes eslabones unidos. Es una cadena muy preciosa y completa. El primer eslabón de esta cadena es la presciencia de Dios con respecto al hombre. El segundo eslabón es la predestinación para ser conformado a la imagen de Su Hijo. El tercer eslabón es el llamamiento de aquellos que han sido predestinados. El cuarto eslabón es la justificación de aquellos que han sido llamados. El quinto eslabón es la glorificación de aquellos que han sido justificados. Esta es una serie de eslabones entrelazados unos con los otros. Pensamos que primero conocimos a Dios cuando fuimos salvos y justificados. Sin embargo, la Biblia nos dice que antes de que fuéramos salvos y justificados, Dios ya nos conocía. A los que Dios conoció hace mucho, los marcó. Ser marcado significa tener una marca de aprobación junto a nuestro nombre, lo cual indica que El nos ha reclamado para Sí mismo. Fuimos marcados así para que fuéramos como Su Hijo unigénito, Jesucristo. Dios no solamente quiere un Hijo, Jesucristo; El vino para marcarnos, para que fuéramos idénticos a Su Hijo. Los que fueron marcados, son llamados. Los que son llamados, son los conocidos por El. Dios llamó a quienes conoció y marcó. Después de llamarlos, los justificó.
Si la justificación es la primera etapa de la relación de un cristiano con Dios, entonces no importa mucho si no es justificado en el futuro. Si tomo dos centavos hoy y mañana los arrojo al fuego, no me importa mucho. Por supuesto, no ser justificado es una pérdida por parte del hombre. Sin embargo, Dios no pierde nada. No obstante, tenemos que saber que la historia de nuestra relación con Dios no empieza con la justificación y la salvación. Más bien, comienza con la presciencia de Dios. La presciencia de Dios es el comienzo de todo. Ser marcados es el segundo paso. Luego, ser llamados es el tercer paso. Solamente después del tercer paso tenemos justificación. Si fuésemos a perder nuestra justificación y venir a ser pecadores de nuevo, pondríamos en duda la omnisciencia de Dios. Puesto que Dios nos conoció de antemano y nos marcó, ¿cómo podemos todavía perecer después de que somos salvos? Una persona predestinada por Dios nunca puede ser arrojada al lago de fuego y quemarse como un pedazo de madera.
Para nosotros es muy sencillo hacer una decisión ya que cambiamos con facilidad. Podemos estar un minuto en el cielo y el siguiente minuto en el infierno. Es posible que cambiemos una vez al día durante los 365 días del año. Pero, puesto que Dios es Dios, Su presciencia y Su predestinación no pueden cambiar. El Dios que conocemos y a quien adoramos no puede cambiar lo que ha decidido. Puesto que El tiene la presciencia, la predestinación, y el llamamiento, nuestra justificación es eterna. Es algo insignificante que perdamos nuestra justificación. Sin embargo, para Dios es algo muy grande que pierda Su presciencia. Que nosotros perdamos nuestra justificación, no significa mucho. Sin embargo, que Dios tenga un error en conocernos de antemano y llamarnos es un asunto muy serio. Dios no puede anular la justificación sin afectar Su presciencia, predestinación y llamamiento. Si usted quita un eslabón, los otros tres eslabones no se sostendrán. Si nuestra salvación se pierde, la presciencia de Dios, la predestinación y el llamamiento son negados.
Además, hay otra cosa. El Señor dice: “y a los que justificó, a éstos también glorificó” (v. 30). A menos que Dios traiga a la gloria a los que justificó, Su obra es incompleta. Si no podemos entrar en el cielo nuevo y en la tierra nueva y si no podemos entrar en la gloria eterna, la obra de Dios no es completa. El último eslabón de la obra de Dios es la gloria. Hasta que estemos en la gloria, la obra de Dios no será completa. Esta es la Palabra de Dios. ¿Qué va usted a hacer con ella? No podemos hacerla a un lado. Dios dice que los justificados entrarán en la gloria incondicionalmente. No dice que los justificados entrarán en la gloria si hacen buenas obras. El no dice que aquellos cuyas obras son aprobadas pueden entrar en la gloria. Tampoco dice Dios que a los que justificó también deben ser considerados salvos por el hombre antes de que puedan entrar en la gloria. No existen tales condiciones. Todas las cosas que se mencionan aquí están relacionadas con Dios. Dios es Aquel que nos conoció de antemano, nos predestinó, nos destinó para que fuéramos como Su Hijo y hechos conforme a la imagen del Hijo de Dios, y Aquel que nos llamó y nos justificó. También es Aquel que nos introducirá a nosotros, los que hemos sido justificados, en la gloria. De nuevo digo, Dios es Aquel que nos introducirá en el cielo nuevo y la tierra nueva para que heredemos la gloria eterna.
En la Biblia, ¿cuál eslabón es el más grande? Algunos dicen que la gloria es el más grande. Otros dicen que la presencia es el más grande. En realidad no existe diferencia entre ellos, cada uno es igual. No podemos decir que uno es más importante que otro. Todos los que Dios conoció de antemano, los marcó. Todos los que Dios marcó, los llamó. Todos los que Dios llamó, los justificó, y todos los que han sido justificados entrarán en la gloria. ¡Aleluya! ¿Puede Dios conocer de antemano a cien para que sean salvos y sin embargo, marcar sólo a noventa, llamar sólo a ochenta, justificar sólo a cincuenta e introducir a la gloria sólo a diez? Dios no puede cambiar. Es imposible marcar a muchos y llamar sólo unos cuántos. Recordemos que las palabras “a los que”, mencionadas en estos versículos conllevan este significado. “A los que” antes conoció, a éstos también predestinó. “A los que” predestinó, a éstos también justificó. “A los que” justificó, a éstos también glorificó. La expresión “a los que” une a los cinco eslabones. En el idioma original, las palabras “a éstos” significa “a éstas personas”. Así que, a los que antes conoció, a éstas personas también marcó. A los que marcó, a éstas mismas personas también llamó. A los que llamó, a éstas personas también justificó. A los que justificó, a éstas personas también glorificó. No podemos carecer de ninguno de estos puntos. Todos estos son obras de Dios. Si fueran nuestras obras, salvaríamos a algunos por error ya que no sabemos quienes deberían ser salvos. Sin embargo, si son obras de Dios, no puede haber error. Si no conocemos a Dios y Sus obras, quizás pensemos que aún existe la posibilidad de perder a algunas personas. Pero si conocemos a Dios y Sus obras, comprenderemos que nadie puede ser quitado o añadido.
La Biblia dice que Dios es eterno; El no es como nosotros, quienes tenemos principio pero carecemos de un final. Dios dice que El es el principio y el fin, el Alfa y la Omega (Ap. 22:13). Con respecto a nosotros, a veces tenemos un principio sin fin. En otras ocasiones tenemos un buen fin, sin embargo, no sabemos cómo tener un buen principio. Pero Dios es el principio y el fin. La obra de Dios no puede detenerse a la mitad. Si la salvación es solamente el resultado de nuestra obra, entonces fallar con respecto a la salvación simplemente significa que nos hemos detenido a medio camino. Sin embargo, sabemos que la salvación es la obra de Dios. Dios es quien nos ha salvado. Por lo tanto, si no podemos ser salvos al máximo, esto no significa que nos hemos detenido a medio camino, sino que Dios lo ha hecho. Indudablemente, nunca podríamos imaginarnos que Dios pueda detenerse a medio camino.
Filipenses 1:6 dice que Dios comenzó una buena obra en nosotros. Puesto que Dios la ha iniciado y El mismo nos ha dado la salvación, El tiene que completar esta obra hasta el día de Cristo Jesús. Debemos recordar que la obra de Dios nunca se queda a medias. El completará esta obra hasta el día de Cristo Jesús, es decir, hasta que Dios nos glorifique. Con esto podemos ver el alcance que tiene la Palabra de Dios, cuán amplia es, cuánto dura y cuán profundas son sus raíces. El versículo 6 dice: “Confiando en esto, que el que comenzó en vosotros una buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. Si Dios inicia algo, tiene que terminarlo. Si Dios no estuviera dispuesto a salvarnos, allí terminaría todo. Sin embargo, si el deseo de Dios es salvarnos, no habrá manera de que no seamos salvos. Por lo tanto podemos decir: “Dios, te agradecemos y te alabamos, ya que nuestra salvación es eternamente segura”. Si de nosotros depende seguirla, fallaremos. La obra de seguirla es llevada a cabo por El, la obra de preservación también es llevada a cabo por El. Nosotros nunca podemos seguir lo que El ha iniciado.
Cuando estuve en la escuela, tenía que practicar caligrafía china. En muchas ocasiones no lo hacía por perezoso, así que les pedía a algunos de mis compañeros que eran buenos para esto, que lo hicieran por mí. Por supuesto, más tarde confesé este pecado. Cada semana teníamos que hacer cinco páginas de caligrafía. Todas eran hechas por mis compañeros de clases. En una ocasión, después de que mi compañero había terminado un renglón de caligrafía, lo llamaron. Me dijo que estaba muy ocupado y que yo debía terminar lo que él había comenzado. Cuando tomé el pincel, me di cuenta de que nunca podría continuar lo que él había iniciado. Su caligrafía era tan fina que mis caracteres simplemente no podían igualarla. De la misma manera, la obra de salvación fue comenzada por Dios. El debe ser quien la concluya. Si tuviéramos que concluirla, nunca lo lograríamos. Si la obra de salvación fuera iniciada por Dios y nosotros tuviésemos que continuarla, ninguno de nosotros estaría calificado para ser salvo. Los que quieren continuarla no conocen a Dios ni se conocen a sí mismos. Si lo conocemos, comprenderemos que no hay manera de que terminemos lo que El ha comenzado. Y si en realidad nos conocemos a nosotros mismos, comprenderemos que simplemente no podemos continuar esta obra. Toda la obra de salvación es llevada a cabo por Dios. El mismo nos ha dado la salvación y nos salvará al máximo. Nosotros no hacemos nada para preservar nuestra salvación.
Por lo tanto, aquí vemos dos cosas. Primero, debido a que la naturaleza de la salvación de Dios es la gracia, es imposible que nosotros la perdamos. En segundo lugar, puesto que Dios es Aquel que comenzó la obra y que nos conoció de antemano, nos predestinó, nos llamó, nos justificó, nos salvó y nos introducirá en la gloria, el atributo de Dios se pondría en duda si perdiéramos nuestra salvación.
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