Ministerio de la Palabra de Dios, Elpor Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0700-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cuando ejercemos nuestra función como ministros de la Palabra, debemos adiestrar nuestra mente. Por lo general, expresamos lo que nos viene a la mente; es decir, decimos lo que pensamos. La mente controla las palabras; por ello, debe estar llena, mas no de pensamientos vanos y triviales. La memoria es la base de los pensamientos; y la materia prima con la que elaboramos el mensaje proviene de lo que hemos aprendido, de lo que ocupa nuestra mente, de lo que experimentamos y del quebrantamiento que hayamos recibido, todo lo cual recibimos del Señor. La obra que El ha hecho, y el quebrantamiento que ha producido en nosotros, constituyen los materiales con los que se lleva a cabo la edificación. Aparte de la disciplina, acumulamos experiencias, enseñanzas y conocimiento bíblico. Todo esto está depositado en nosotros. En el momento de hablar por el Señor, el Espíritu de Dios guía nuestra mente a escudriñar en nuestra memoria a fin de usar todo lo que hayamos adquirido. El Espíritu Santo dirige nuestra mente, la cual, a su vez, dirige lo que expresamos. La materia prima que la mente provee para el mensaje, proviene de la memoria. Así que si no tenemos experiencias, no hay nada asentado en ella. Lo que recordemos puede proveerle a la mente las palabras correctas que fortalezcan el mensaje. Nuestra disertación debe ser fortalecida con una mente diligente y unos pensamientos claros, los cuales provienen de la memoria y no son repentinos ni imaginarios, sino adquiridos por medio de las experiencias pasadas.
La predicación se apoya en la mente; la mente, en la memoria, y la memoria, en la experiencia. Cuando comenzamos a hablar, hacemos uso de las experiencias acumuladas a lo largo de nuestra vida, las cuales son como los artículos almacenados en una bodega. El Señor nos ha conducido por muchas experiencias, y hemos aprendido muchas lecciones y recibido muchas verdades. Todo esto se halla almacenado en la bodega de nuestra experiencia. Nuestro discurso se apoya en nuestras experiencias. ¿A qué nos referimos con esto? Todo lo que expresamos está íntimamente relacionado con la mente; por ello, cada vez que deseamos transmitir algo, nuestra mente va al almacén de nuestra memoria, pues es la única que tiene acceso a ella, y puede recobrar las experiencias acumuladas en toda nuestra vida. La memoria es como el administrador de una enorme bodega; solo ella puede sacar a luz lo que hemos aprendido y experimentado. La mente organiza los materiales que la memoria le proporciona y los comunica por medio de nuestro mensaje. Vemos cuán importante es la memoria. Debemos juntar al administrador y los materiales. El ministerio de la Palabra tiene su origen en el Espíritu Santo; sin embargo, cuando el Espíritu Santo habla, usa la mente como vehículo. Para ello, El la examina primero para ver qué tiene almacenado, pues cuando El desea comunicar algo, la mente debe suministrar la palabra correspondiente; así que tiene que recordarlo primero. Nosotros no nos damos cuenta de cuán inepta es nuestra mente, pues olvidamos lo que el Espíritu desea decir, y recordamos lo que El no desea expresar. Con una sola vez que el ministro hable por el Espíritu, se postrará humildemente pues se dará cuenta de su ineptitud mental. Su mente es como un volante que no está alineado con la rueda. En ciertos días el ministro está bien, y expresa espontáneamente todo lo que el Señor desea decir. En esas ocasiones, su mente es semejante a un volante bien centrado. Cuando el Espíritu se mueve, su mente responde y lo sigue. Pero esto no ocurre siempre. A veces, aunque el Espíritu desea expresar algo, la mente está embotada y no puede pensar con claridad.
El Espíritu Santo debe dirigir nuestra mente, y ésta, a su vez, debe gobernar las palabras. Si el Espíritu Santo no puede gobernar nuestra mente, tampoco podrá nuestra mente regir nuestras palabras. Para que la mente tenga control de lo que expresamos, necesitamos que la memoria le ayude, pues ella no inventa palabras; sólo repite lo que ya sabe. Las palabras se encuentran almacenadas en la memoria; ellas no son producto de la imaginación ni etéreas. El Señor primero nos disciplina para que podamos recordar cuando la necesidad surja. Por ello, al predicar debemos utilizar la memoria. El Espíritu Santo gobierna nuestra mente y, ésta, a su vez, escudriña todas las experiencias que ocupen nuestra memoria y las expresa en palabras. Esto produce un buen ministerio de la Palabra. Una memoria saludable es útil y práctica, y suple la necesidad oportunamente. En el ministerio de la Palabra, el Espíritu Santo se vale de la mente del hombre para que éste recuerde lo que haya aprendido. Es decir, uno no necesita esforzarse en lo absoluto, ya que el Espíritu trae a la mente lo que aprendimos o vimos. Cuando nuestra mente recuerda algo, lo comunica. Muchos detalles se recuerdan simplemente en forma de palabras, pero si la mente no está disciplinada, no las puede recordar y, en consecuencia, el espíritu no puede fluir. Si parte de nuestro ser no ejerce su función bien, el espíritu no puede fluir, no importa cuánto prediquemos. Para poder brotar, el espíritu necesita la cooperación activa de la mente y de la memoria. Si nuestra mente y nuestra memoria no están adiestradas, no podremos ejercer debidamente nuestra función, lo cual es un asunto muy serio.
Supongamos que el Señor desea que expresemos algo extenso que no se pueda sintetizar en una sola oración. Quizás necesitemos unas cuantas palabras; sin embargo, tememos que se nos olviden. Así que, ponemos nuestra mente y nuestro empeño en tratar de recordarlas. Con todo, al llegar a la reunión, las olvidamos. Es inútil tratar de retener las palabras en la mente de esta manera. Un mensaje proclamado así no logra activar el espíritu. Cuando la memoria no funciona bien, el espíritu no puede fluir. La memoria de un ministro de la Palabra debe funcionar espontáneamente y sin artificialidad para que no se desvíe cuando el Espíritu la necesite.
Además de tener una mente perfecta, el ministro de la Palabra necesita una memoria exacta. La memoria es como una conexión eléctrica: si un extremo se desconecta, la electricidad se detiene. Cuando cierta parte de nuestra memoria se bloquea, el Espíritu del Señor no puede fluir. Si nuestra memoria se desconecta de la fuente, o si tratamos de que ella o la mente sean la fuente, no habrá fruto. La mente y la memoria sólo pueden ser útiles cuando su fuente es el Espíritu Santo. Al iluminar El nuestro interior, reconocemos las limitaciones de nuestra mente. Si nuestro espíritu carece de luz, nos sentiremos orgullosos de nuestra mente, de nuestra memoria y de nuestra elocuencia. Posiblemente estas facultades funcionen bien, pero al ser iluminados por el Espíritu Santo, nos daremos cuenta de cuán inútiles son. Por esta razón tenemos que orar para que nuestra memoria llegue a ser la memoria del Espíritu Santo, y para que El pueda usarla cuando sea necesario. Hay una gran diferencia entre recordar y olvidar las palabras cruciales que debemos expresar en un mensaje. Si las recordamos, nuestro espíritu brotará y el mensaje causará impacto; pero si no las recordamos, nos sentiremos como si tuviéramos una piedra de molino sobre nuestra espalda. El peso de esta carga nos abrumará, extinguirá la Palabra y detendrá el espíritu.
Debemos concentrarnos a fin de que el Espíritu pueda usarnos sin ningún obstáculo. Debemos poner a disposición del Espíritu las experiencias que tengamos, la disciplina que hayamos recibido, lo que hayamos leído y escuchado, la revelación que poseamos en el lapso de nuestra vida, y toda enseñanza que, bajo la luz divina, hayamos aprendido. Antes éramos como una casa con las ventanas abiertas y estábamos distraídos por el ruido y los colores de afuera. Pero ahora esas ventanas deben cerrarse a las influencias foráneas. Todo lo que hayamos adquirido debe ponerse a disposición del Espíritu. El Espíritu Santo usa todas estas experiencias en cuestión de cinco a diez minutos, lo cual produce una ministración prevaleciente. Para que el espíritu fluya en el ministerio de la Palabra, necesitamos hacer el esfuerzo y cerrar todas “las ventanas” del hombre exterior. Nuestra memoria debe concentrarse, y todo nuestro ser debe estar bajo estricta vigilancia. Si en el momento crítico lo todo ponemos a disposición del Espíritu Santo, podremos ministrar la Palabra con poder. No debemos permitir ninguna interrupción ni distracción ni descuido. Nuestra mente debe mantenerse en la mejor condición posible, y nuestra memoria debe estar completamente alerta cada vez que ministremos la Palabra. Debemos recopilar toda nuestra vida, como nunca lo hayamos hecho, y ponerla a la disposición del Espíritu Santo. Este es el servicio que la memoria rinde en el ministerio de la Palabra.
Para que la memoria cuente con el debido material, necesitamos experimentar muchos sufrimientos y aprender muchas lecciones delante del Señor. La base del ministerio de la Palabra es la disciplina del Espíritu Santo, ya que sin ésta, no hay suministro y, por ende, no tenemos nada que anunciar. A medida que nuestro depósito aumenta gradualmente, la bodega de nuestra memoria provee más espacio para almacenar recursos. Cuando hemos sido disciplinados por el Espíritu Santo en una pequeña medida, tenemos limitados recursos, puesto que casi no hay nada almacenado en nuestra memoria; en consecuencia, es poco lo que puede utilizar el Espíritu. Así que, las riquezas del ministerio de la Palabra dependen del caudal de disciplina que el ministro reciba. Cuanto más disciplina recibimos, más lecciones aprendemos y más espacio posee nuestra memoria para administrar los bienes y proporcionar el material que le permita a la mente producir las palabras precisas. En nuestro servicio como ministros de la Palabra, lo que expresamos debe tener contenido; no debemos expresar trivialidades. Además, necesitamos suficiente memoria para suministrar a nuestra predicación lo que hayamos aprendido durante nuestra vida. Si el Espíritu de Dios dirige lo que expresamos, todas las experiencias adquiridas serán de mucha utilidad.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.