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Puente y canal de Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3840-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 8 Sección 2 de 3

GUARDAR EL ORDEN EN EL SERVICIO
Y LA COORDINACIÓN DE LA IGLESIA

Además, cuando sirvamos en los diferentes lugares, no debemos hacerlo de manera desordenada e impráctica. En nuestro servicio primeramente debemos tener en cuenta la soberanía del Señor. Siempre que el Señor disponga las circunstancias para que sirvamos, debemos servir con sencillez de corazón, sirviendo tanto a los santos como a los pecadores. En segundo lugar, debemos llegar a conocer nuestro lugar en la coordinación con los santos; debemos llegar a conocer el orden que hay entre los santos. Entre todos los hermanos y hermanas necesitamos saber quién está debajo de nosotros y quién está por encima, es decir, quién es nuestra autoridad. Tercero, después de que descubramos el orden y sepamos quién está por encima de nosotros, debemos inmediatamente orar y sujetarnos a esa persona. Podemos orar de una manera concreta y específica, sujetándonos a dicha persona. En particular, los hermanos y hermanas jóvenes deben encontrar a alguien que esté por encima de ellos para que los supervise. Esto no debe ser asignado por otros, porque este tipo de organización puede no ser lo más conveniente. Por tanto, es necesario que inquiramos adecuadamente delante del Señor. Una vez que tengamos claridad al respecto, debemos aprender a restringirnos a nosotros mismos permaneciendo sujetos a la autoridad. Cualquier hermano o hermana, al cual se le haya pedido que asuma una posición de autoridad, debe primero acudir al Señor para orar y discernir si el Señor desea que él o ella asuma la responsabilidad de supervisar a otros, y después de esto, guiar a los santos apropiadamente, hacerse responsable por ellos y restringirlos. Aquellos que sirven como autoridad deben tomar este asunto con la debida seriedad, y aquellos que están bajo autoridad deben someterse de corazón a dicha autoridad.

NUESTRO SERVICIO DEBE SER SISTEMÁTICO
Y NO ALGO SIN PROPÓSITO

Cada uno de nosotros debe inquirir delante del Señor con respecto al área en la cual Señor nos ha comisionado servir. Ésta puede ser el área del evangelio, la de visitar a las personas, la de ministrar la palabra o la de administrar asuntos generales. Esto exige que nosotros oremos mucho individualmente y que busquemos juntos, con los hermanos y hermanas con quienes coordinamos. Una vez que hayamos recibido claridad como fruto de nuestra búsqueda, y empecemos a servir, debemos servir de la manera apropiada. No debemos hablar al azar de un tema hoy y de otro tema mañana. No debemos hacer esto. Más bien, debemos orar apropiadamente, y después de haber observado a los santos, debemos presentar las necesidades de los hermanos y hermanas delante del Señor, pidiéndole que nos hable de una manera clara. Si hacemos esto, podremos ministrar la palabra y servir a la iglesia.

Independientemente de que hayamos servido en la iglesia por uno, dos, tres o muchos años, todavía necesitamos aprender a no servir al azar. Por ejemplo, si sentimos deseos de visitar más, no debemos hacerlo sin un propósito. Por un lado, debemos estar dispuestos a contactar a todos los hermanos y hermanas; pero por otro, debemos ser dirigidos por el Señor para ver qué hermanos y hermanas en particular necesitan el cuidado y la visita en ese momento. Una vez que el Señor nos ponga Su carga por estos hermanos y hermanas, les debemos prestar especial atención a ellos. Así, cuando vengan a las reuniones, debemos tener comunión especialmente con ellos. Mientras tengamos comunión con ellos, debemos estar atentos a su condición espiritual. ¿Se han consagrado? ¿Ya han tomado medidas con respecto a sus pecados? Si aún no lo han hecho, debemos ayudarlos en el momento apropiado a que se consagren a sí mismos y a que tomen medidas con respecto a sus pecados. Una vez que hayan resuelto el problema de sus pecados, debemos ayudarlos a abandonar el mundo. Después de dos semanas debemos ayudarles a aprender otra lección, y luego, después de medio año, ayudarles con otra lección. Además de esto, debemos prestar especial atención al desarrollo de los dones espirituales que Dios les ha dado. Debemos determinar si ellos son las personas adecuadas para predicar el evangelio, para servir como diáconos o para ministrar la palabra. En cualquier área en que ellos se desempeñen mejor, debemos instruirlos, por un lado, para que sean guiados en la vida divina y prosigan poco a poco, y, por otro lado, para que sean perfeccionados en su función. De este modo la iglesia no sólo será fuerte, sino que también producirá a muchas personas que serán útiles.

Todos debemos aprender a hacer esto. Si nuestro servicio es el de ministrar la palabra o el de visitar a las personas, todos debemos servir en una manera bien planeada, y no al azar. Si algunos son designados para la propagación del evangelio, ellos deben primero estudiar las áreas o zonas adonde irán. Por ejemplo, si en algunas áreas hay fábricas y en otras hay escuelas, deben primero considerar la situación de una manera sistemática y luego empezar la labor de evangelización. No deben hacer esto al azar, sin una meta definida. Esto es un asunto muy serio e importante. Servir de esta maneara hará que todos aprendamos una muy buena lección. Debemos aprender a laborar paso a paso de forma sistemática. No debemos tener un comienzo firme y positivo, y después no llevar a cabo lo que empezamos. Todos debemos orar delante del Señor apropiadamente, pidiéndole que cada uno de nosotros pueda hallar nuestro lugar en la obra, y fielmente hacer lo que nos corresponde. De este modo, tendremos buenos resultados, ya sea que sirvamos en la edificación de los santos, en las visitaciones o en el evangelio. Debemos orar lo que hemos oído hasta que lo asimilemos completamente y lo tomemos muy en serio.


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