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Mensajes para creyentes nuevos: Sacerdocio, El #23por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0125-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 1 Sección 6 de 7

D. Como cristianos tenemos
que ejercer el sacerdocio

Espero que ustedes no permitan que surja ninguna clase mediadora. Defienda esto desde el mismo principio. Sólo entre los que han caído o han vuelto atrás, y entre aquellos que andan según sus propios caminos, puede ser necesaria una clase intermediaria. Es normal que entre los derrotados unos sirvan al Señor y otros no. Aquellos que no sirven al señor se dedican a sus propios asuntos, mientras que los que sirven al Señor se entregan a los asuntos espirituales. Quienes no se dedican a servir al Señor, cuando menos ofrendan dinero para sostener a quienes sí lo hacen. Quizá sean empresarios, profesores o doctores; el caso es que todos están dedicados a sus propios asuntos y se rigen por sus propios criterios. Da la impresión de que no tuvieran nada que ver con el servicio de Dios. En un caso como éste, ¿qué necesita una persona para ser considerada un buen creyente? Solamente necesita apartar un poco de su tiempo cada semana para asistir al servicio de adoración, y si tiene dinero, lo único que se le exige es que ofrende una fracción del mismo. Sin embargo, esto crea una diferencia bastante marcada entre el pueblo de Dios y Sus sacerdotes. Hoy tenemos que comprender que, o no somos cristianos en absoluto, o nos consagramos por entero al Señor. Si somos cristianos, tenemos que ser sacerdotes para Dios.

VII. LA RESTAURACION DEL SACERDOCIO

A. Las primeras iglesias no tenían problemas

El peligro que se cierne sobre la nación de Israel es el mismo problema que la iglesia ha confrontado durante dos mil años. Desde la partida del Señor hasta poco después de que se escribiera el libro de Apocalipsis, todos los hijos de Dios eran sacerdotes. Todo el que se consideraba hijo de Dios era sacerdote de Dios. No hubo ningún problema en este aspecto desde el siglo primero hasta el tercero. Surgieron problemas aislados en diferentes lugares, donde algunos hijos de Dios se rehusaban a ser sacerdotes, pero en general todo iba bien. Cuando alguien llegaba a ser hijo de Dios, venía a ser sacerdote de Dios.

B. La naturaleza de la iglesia cambió
cuando el Imperio Romano acogió el cristianismo

Cuando el Imperio Romano recibió en su seno al cristianismo, mucha gente se infiltró en la iglesia. Cuando alguien creía en el Señor, recibía ciertas garantías materiales, pues se convertía en correligionario y hermano del César, el emperador. El Señor había dicho claramente: “Devolved, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22:21). Ahora se le daba a Dios tanto lo que era de César como lo que era de Dios. Esto en verdad era una gran victoria para el cristianismo, pues Constantino se convirtió a Cristo. El resultado fue un cambio gradual pero significativo para la iglesia. Los creyentes ya no eran como aquellos que profesaban su fe al comienzo. Durante los diez períodos de persecución que sufrieron los cristianos en el Imperio Romano, decenas de millares de creyentes fueron inmolados como mártires. No era fácil ser reconocido como cristiano, pero esto cambió totalmente, y se volvió acomodaticio llamarse creyente y compartir la misma fe del emperador y llamarlo hermano. Cuando se produjo este cambio, muchos decidieron hacerse cristianos. Como resultado, la cantidad de personas que se autodenominaban cristianas aumentó, mas no sucedió lo mismo con el número de sacerdotes. Es fácil infiltrarse furtivamente en el rebaño cristiano, pero es absolutamente imposible hacerlo en el servicio de Dios.

C. La separación entre espirituales y mundanos

La iglesia fue testigo de un cambio radical en el siglo cuarto. Durante ese período, muchos de los que se unieron a la iglesia eran o incrédulos, o creyentes no genuinos. Se decían creyentes, pero tenían posiciones en el mundo. No tenían interés en servir al Señor en la iglesia. Es posible que hayan sido salvos, pero no estaban dispuestos a servir al Señor. Espontáneamente algunas personas espirituales se encargaron de los asuntos de la iglesia. Así que los demás les decían: “Ustedes hagan esas tareas y sirvan al Señor, y nosotros seremos los seglares”. La palabra seglar [del siglo] surgió en el siglo cuarto. Algunos atenderían los asuntos terrenales, y los demás se encargarían de la obra espiritual. Como resultado muchos servían a Dios, pero la mayoría dejó de hacerlo.

En los días de los apóstoles, en el siglo primero, todos los creyentes servían al Señor. Del siglo cuarto en adelante, se empezó a decir: “Nosotros solamente somos el pueblo de Dios. Atenderemos nuestros propios asuntos en el mundo y mantendremos nuestros cargos dentro de la sociedad. De vez en cuando, daremos algo de dinero, y así seremos contados como creyentes. Dejaremos, entonces, que los espirituales atiendan las cosas espirituales por nosotros”. Desde ese momento, la iglesia siguió los pasos de la nación de Israel: adoró el becerro de oro y creó una clase mediadora. El sacerdocio ya no correspondía a todo el pueblo de Dios. Muchos seguían siendo el pueblo de Dios, pero no Sus sacerdotes.

En la actualidad, a los clérigos de la Iglesia Católica Romana se les llama sacerdotes o, informalmente, padres. Algunas iglesias nacionales siguieron el ejemplo de la Iglesia Católica Romana y asignaron a sus dirigentes el título de sacerdotes. Aquellos que se dedican a los asuntos terrenales son el pueblo, mientras que los que administran las cosas espirituales son llamados sacerdotes. La iglesia se ha dividido en sacerdotes y laicos.


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