Entrenamiento y la práctica de los grupos vitales, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0320-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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También tenemos que comprender un segundo principio. Este segundo principio consiste en que en el Nuevo Testamento existen muchos mandatos con los cuales se nos pide hacer algo. Todas las palabras habladas en cuanto a los vencedores son mandatos. Las palabras de Pablo: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos”, son un mandato. Es obligatorio hacerlo. El libro de Apocalipsis es un libro especial lleno de mandatos para los que desean vencer. El Señor aconsejó a los de Laodicea que de El compraran oro refinado en fuego para que fuesen ricos, vestiduras blancas para que se vistieran y no se manifestara la vergüenza de su desnudez, y colirio con el cual ungirse los ojos para que vieran (Ap. 3:18). Nadie nos dará estas cosas. Tenemos que comprarlas a un costo; debemos pagar el precio. Desde el principio del Nuevo Testamento hasta el final, cada paso de la gracia de Dios para nosotros es un mandato. Se nos dice que debemos arrepentirnos y creer en el Señor Jesús, lo cual es un mandato. El Señor nos dice que vengamos a El, lo cual también es un mandato. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Tenemos que hacerlo nosotros.
En 2 Timoteo 1 se nos dice que Dios no nos dio un espíritu de cobardía. El no nos dio un espíritu débil o endeble, sino un espíritu de poder, con una voluntad fuerte, un espíritu de amor, con una emoción que ama, y un espíritu de cordura, con una mente sobria (v. 7). Debemos tener una voluntad fuerte. Todos los seguidores de Cristo, todos los mártires del Señor, tienen una voluntad fuerte. No debemos ser endebles. Si lo somos, no podremos hacer nada. Nosotros, los seguidores del Señor, debemos aprender a tener una voluntad fuerte. Debido a que he recibido una visión y estoy bajo la iluminación del Señor, tengo que ser fuerte por los intereses del Señor.
Repito que cada uno debe pasar un tiempo con el Señor. Usted debe ir al Señor una y otra vez hasta que sea iluminado y expuesto en Su luz. Si usted acude a El, será expuesto y se arrepentirá y confesará. Entonces será llevado a una comunión íntima con El. Esto lo hará vital. Ser vital no es un asunto de proclamar un lema o llevar a cabo algún movimiento. Escuchar la comunión en cuanto a los grupos vitales y luego hacerlo en nosotros mismos es un movimiento. No significa nada. Sólo una cosa cuenta: tocar al Señor por uno mismo. Hacerlo con alguien más será una frustración para usted. Es necesario que cada uno vaya al Señor por sí mismo. Sólo por uno mismo se puede hacer una confesión cabal ante el Señor.
Espero que puedan aceptar esta comunión y recibir los mandatos del Señor contenidos en Su Palabra. Yo les puedo decir que deben arrepentirse, pero no puedo arrepentirme por ustedes. Les puedo preparar comida, pero no puedo comer por ustedes. Nadie puede comer por otro. Se les puede aconsejar para que coman, pero necesitan comer ustedes mismos. Mi deber, mi responsabilidad y mi ministerio consiste en decirles que necesitan comer. Si ustedes no reciben este consejo, entonces todo lo que escuchen carece de valor. Hoy estamos en una etapa donde necesitamos ser vitales. Necesitamos ser vivientes, ardientes y fructíferos. ¿Quién puede hacer esto por nosotros? Sólo el Señor mismo. Lo que necesitamos en esta etapa es ir directamente al Señor. Tenemos que darle al Señor un tiempo para estar con El.
Quisiera presentarles un breve testimonio de mi experiencia en este asunto. Estuve con los Hermanos por más de seis años —desde 1925 hasta 1931— cuando el Señor me alumbró de una manera especial. En agosto de 1931, mientras caminaba por la calle, algo dentro de mí me dijo: “Has estado con los Hermanos todos estos años. Has ido a reunión tras reunión y escuchado mensaje tras mensaje, pero mira cuán muerto estás. En estos años no has traído ninguna persona al Señor”. Estaba verdaderamente molesto por haberme dado cuenta de eso. A la mañana siguiente, fui a la cima de una montaña a pasar algún tiempo solo con el Señor. Lloré y oré: “Señor, ten misericordia de mí. ¿Qué debo hacer?” Eso fue algo vital. Por algún tiempo hice eso todos los días.
Después de algunos meses, un íntimo amigo mío, quien también era un querido hermano en el Señor, vino de Shanghái. El había ido a Shanghái por asuntos de negocios y permaneció allí algunos años. El me habló acerca de la reunión de la iglesia en Shanghái. Por medio de él mandé a decir al hermano Watchman Nee que deseaba invitarlo a que viniera a nuestro pueblo. Luego vino y celebró una conferencia en nuestra denominación. Al día siguiente de haberse ido, el Señor me envió a alguien y espontáneamente llegamos a ser compañeros. Ese fue el comienzo de la iglesia en mi pueblo natal. Nosotros dos llegamos a ser vitales. No había necesidad de que buscáramos a otros. El Señor enviaba a otros uno por uno a buscarnos. Sólo después de dos semanas ya había once hermanos tomando la mesa del Señor. Aquella situación era vitalizada.
Hoy día existe la necesidad de que tengamos un verdadero comienzo. Debe haber algún contacto entre usted y el Señor. Cuando pasaba un tiempo con el Señor en la cima de aquella montaña, tenía que arrepentirme y confesar. Esto me llevó a una íntima comunión con el Señor. Hice eso día tras días por algunas semanas. Lo que les he estado enseñando es conforme a lo que he experimentado. Las muchas enseñanzas que recibí de los Hermanos no me ayudaron en los asuntos de vida. No fue sino hasta que el Señor me alumbró que empecé a ser llevado en el sendero de la vida.
Tal vez diga: “Bueno, el Señor no ha venido a mí todavía”. Pero yo le diría: “El Señor lo está esperando a usted. Es necesario que vaya usted a El”. El Señor está dentro de usted, pero tal vez usted no quiere escucharlo. El siempre habla. Debe dejar de hacer todo lo demás. Vaya a un cuarto cerrado, a la cima de una montaña, o a algún otro lugar y pase personalmente un tiempo con el Señor. Lo único que me ha ayudado y que lo puede ayudar a usted es tener contacto con el Señor directamente. Nadie puede escapar de la presencia del Señor. El es el origen. Vaya a El y será iluminado.
Debemos prestar atención a otro principio al tener comunión con el Señor. Cuando vayamos al Señor, debemos ser sinceros. No debemos tratar de evitar al Señor escogiendo el camino fácil o comprometiéndose. Eso significa que no nos apreciamos mucho. Al estar con el Señor, debemos decir amén a todo lo que El diga.
No diga que no puede o que puede hacer algo. No podemos hacer nada en nosotros mismos, pero podemos confiar en El. Este es un gran don. Un bebé no necesita cocinar, pero debe confiar en lo que cocina su mamá. Nuestro problema consiste en que o bien no hacemos nada o tratamos de hacerlo todo por nosotros mismos. Ambas maneras son incorrectas. No haga nada, pero confíe en El. Entonces El obrará por usted siempre. Pablo dijo que todo lo podía en Aquel que lo reviste de poder (Fil. 4:13). El nos dijo claramente que no podemos hacer nada, pero también nos dijo que podemos confiar en El. Así que, Pablo nos dio muchos mandatos. Necesitamos aceptar esos mandatos confiando en el Señor. No tomen los grupos vitales como un movimiento. Sólo vayan al Señor. Sean vitalizados. Luego produzcan un grupo vital, no formen uno.
El versículo 14 de Efesios 5 es un mandato: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos”. Debemos prestar atención a esta palabra. Aquí no hay ninguna doctrina. Debemos despertarnos. De no hacerlo, no tendremos nada. Decimos que detestamos la muerte de Sardis, pero tenemos que levantarnos de la muerte. ¡Despiértense y levántense! Creo que este versículo es muy práctico para nosotros. Si nos despertamos y nos levantamos, Cristo nos alumbrará. Su iluminación obrará muchas cosas y nos mostrará dónde estamos. Con Su iluminación El nos expondrá. Si no nos levantamos, Cristo no nos alumbrará. Su iluminación depende de que nos levantemos. Necesitamos ser vitalizados debido a que estamos durmiendo. Necesitamos ser salvos de nuestra muerte.
No confíen en que otros los ayudarán en este asunto. Ustedes tiene que orar. Tienen que poner su confianza en el Señor. Sólo el Señor es el origen. Sólo El puede alumbrar. Sólo El puede conducirle a la luz, exponiéndolo totalmente. Sólo El puede producir una confesión y arrepentimiento verdaderos. Acudir al Señor es lo que da comienzo a los grupos vitales. En esto consiste sembrar la semilla, y algo crecerá de ella.
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