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Ley del avivamiento, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7399-9
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 5 Sección 4 de 4

NO DEBEMOS MANTENERNOS DÉBILES NI OPRIMIDOS

En la era neotestamentaria Cristo lo es todo para nosotros. Si estamos abatidos, Él está en ascensión; si estamos en una condición de muerte, Él es la resurrección; si somos débiles, Él es fuerte; y si nos hallamos en tinieblas, Él es luz. Cada debilidad que poseemos nos deja ver una virtud de Cristo en particular. Él puede satisfacer la necesidad en cada debilidad. Por esta razón, como cristianos que somos, no tenemos por qué sentirnos miserables constantemente. Debemos regocijarnos cuando nos sentimos miserables. Tampoco tenemos ninguna razón para estar débiles por mucho tiempo; debemos ser poderosos cuando somos débiles. Hablando en sentido figurado, no tenemos razón para padecer hambre continuamente. Si hubiese una hambruna que redundara en una escasez de alimento, tendríamos razón de estar hambrientos. Pero tenemos una abundancia de alimento; el Cristo resucitado mora en nosotros para satisfacer cada una de nuestras necesidades. Por consiguiente, ya no debemos tener hambre. No hay ninguna razón para suspirar y lamentarse, porque podemos comer si tenemos hambre.

No tenemos razón de sentirnos como muertos en las reuniones, porque cuando estamos en una condición de muerte, entonces somos vivificados. Pablo dijo que cuando él era débil, entonces era poderoso. Ser débil incluye una sensación de miseria, opresión, agobio, muerte, de estar cerrado y en tinieblas, y de toda otra condición negativa. De igual manera, ser poderoso incluye sentirse gozoso, radiante, animado, liberado, viviente, abierto y toda otra condición positiva. Por esta razón, el principio rector de “cuando soy débil, entonces soy poderoso” puede aplicarse a todas nuestras situaciones.

En el pasado explicamos la manera de vivir por fe, de disfrutar las riquezas de Cristo, de comer, beber y disfrutar a Dios, y de tener comunión con el Señor y vivir en esta comunión, pero desatendimos el tema de la ley del avivamiento. El Señor ahora nos está guiando para que veamos que un vivir espiritual adecuado involucra la ley del avivamiento, el ciclo del avivamiento. Cuanto más avivados seamos, más seremos refrescados, vivientes, fuertes, abiertos y maduros.

ES NECESARIO CONOCER
LA LEY DEL AVIVAMIENTO Y APLICARLA

A veces sentimos la necesidad de tener un avivamiento aun cuando nuestra vida espiritual marcha muy bien. Sentimos quizás que nos hemos envejecidos. Esto es una señal de que debemos ser renovados y vivificados. Por ejemplo, un hermano puede percibir cierta escasez en los mensajes que él imparte. Esta sensación es una señal de que él necesita un nuevo comienzo en relación con la liberación de los mensajes. Una hermana que recibía el suministro cuando leía la Biblia, tal vez pierda el sentir de satisfacción. Esta insatisfacción también es una señal que demanda que ella sea vivificada en lo que se refiere a leer la Biblia.

Además de estas condiciones en nuestro fuero interno, el Señor ha dispuesto que la disciplina del Espíritu Santo haga surgir diferentes situaciones en nuestro entorno para obligarnos a percibir nuestra necesidad de un avivamiento. Podemos sentirnos desalentados por las noticias que recibimos, o podemos sentirnos perturbados a causa de un malentendido o por los problemas que hay en nuestra familia, entre los santos o en el trabajo. Todo ello es una señal de que necesitamos un nuevo avivamiento. Quizás citemos lo que el Señor dijo en Mateo 11:28: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Sin embargo, este versículo tal vez sólo sea una doctrina para nosotros, puesto que no lo hemos experimentado. Pero cuando el Espíritu Santo opera en nuestro entorno, posiblemente haya cargas muy pesadas que nos agobiarán. Estas cargas indican que necesitamos disfrutar y experimentar a Cristo de nuevo. Estas cargas revelan también que Cristo es nuestro reposo. Al recibir a este Cristo y disfrutar de Su reposo por fe, seremos avivados de nuevo.

En el pasado hemos dicho que cuando se presente una situación nueva en nuestro medio ambiente, inmediatamente debemos entregarle el problema al Señor. Sin embargo, debemos ver que no se trata simplemente de entregarle nuestro problema al Señor; más bien, se trata de que experimentemos la ley del avivamiento en nuestra vida espiritual. Algunas personas tienden a permanecer en el problema en que se encuentren en vez de ser avivados contactando y experimentando al Señor. Permanecer en nuestros problemas indica que no conocemos la ley del avivamiento. Conocemos la ley del avivamiento en la esfera física, y espontáneamente vivimos según esta ley: somos avivados al comer cuando estamos hambrientos y al beber cuando estamos sedientos. Sin embargo, en la esfera espiritual no comemos cuando estamos hambrientos, ni bebemos cuando estamos sedientos. En vez de tener contacto con el Señor cuando se suscitan los problemas, suspiramos, lamentándonos de nuestra situación, y sufrimos una gran pérdida.

Que Dios nos permita ver la ley del avivamiento y aplicar esta ley a fin de que seamos liberados de nuestro yo y vivamos en Cristo. Cuanto más experimentemos el ciclo del avivamiento, más disminuirá nuestro elemento natural, y más el elemento de Cristo aumentará. Es así como podemos crecer y ser fuertes. Además, a pesar de nuestro entorno, seremos vivientes y frescos, es decir, seremos avivados.

ESTAR ABIERTOS A FIN DE VIVIFICAR A OTROS

También debemos aprender a estar abiertos. Después de ser avivados y vivientes, no debemos cerrarnos. Al contrario, debemos permanecer abiertos a fin de que haya un fluir entre nosotros y los demás santos. Debemos permitir que el agua viva fluya de nuestro interior hacia los demás y recibir el agua viva que fluye de ellos. Cuanto más haya un fluir de nuestro interior a otros, tanto más recibiremos en nuestro ser el fluir de ellos. Como resultado, seremos vivificados y los demás también serán vivificados.

Los hermanos y hermanas han escuchado muchos mensajes, pero aun así ellos no son vivientes. Por esta razón, no necesitamos más mensajes. Necesitamos vivificar a los santos, pero primero nosotros debemos ser vivificados antes de poder vivificar a otros. Cuando todos seamos vivificados, podremos avanzar. No debemos apegarnos a las rutinas, reuniéndonos y sirviendo según las viejas maneras y las viejas formalidades. Tenemos que “voltear” a los santos hasta que sean vivificados. No hay normas a seguir; simplemente necesitamos vivificar a los santos uno por uno. Los santos simplemente deben reunirse a fin de vivificarse el uno al otro. Aquellos que toman la delantera deben ser los primeros en ser vivientes; solo entonces pueden vivificar a los demás santos. Esto es crucial. El hecho de que seamos vivificados depende de que conozcamos la ley del avivamiento y de que la apliquemos con regularidad. Entonces podemos ser avivados momento a momento, y nuestra condición siempre será fresca y viviente.


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