Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6926-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ahora hablaremos acerca de qué es la edificación. La edificación es sencillamente el crecimiento en vida. Quisiera recordarles que el título de este mensaje es la edificación que se efectúa al guardar la unidad mediante el crecimiento en vida. Al reflexionar sobre nuestra experiencia y al examinar la Palabra, hemos descubierto que si no guardamos la unidad, no podremos crecer en vida. No guardar la unidad perjudica nuestro crecimiento en vida. El crecimiento genuino en vida es salvaguardado al guardar la unidad. En otras palabras, una vez que la unidad sufre daño, no puede haber crecimiento en vida. Esto no es una simple doctrina, sino que corresponde a nuestra experiencia. Por medio de nuestra experiencia, hemos aprendido que el verdadero crecimiento en vida se experimenta al guardar la unidad. Tal vez podamos avanzar en conocimiento o mejorar nuestro comportamiento, pero no podremos tener el verdadero crecimiento en vida a menos que guardemos la unidad. El verdadero crecimiento en vida es regulado por nuestra práctica de guardar la unidad. Por lo tanto, es crucial que sepamos cómo ser uno.
Efesios 4:3 nos dice que debemos guardar la unidad del Espíritu, y en el versículo 13 vemos que necesitamos llegar a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. En estos versículos vemos los dos extremos de la unidad: guardar la unidad y llegar a la unidad. Por un lado, ya tenemos la unidad; de lo contrario, no se nos diría que la guardemos. Para guardar algo se requiere que primero lo tengamos. La unidad que ya poseemos es la unidad del Espíritu, y la unidad del Espíritu es el Espíritu mismo. Debido a que ya tenemos al Espíritu en nosotros, tenemos la unidad; ahora simplemente tenemos que guardarla. Por ejemplo, las lámparas del salón de reuniones tienen la misma electricidad. La electricidad que está dentro de ellas es su unidad. Ellas no son uno en sí mismas, sino en virtud de la electricidad. Asimismo, nosotros tenemos al único Espíritu en nosotros. Este Espíritu es nuestra unidad. De ahí que la unidad sea llamada la unidad del Espíritu.
Debemos guardar esta unidad hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. En un extremo de la unidad está la unidad del Espíritu, y en el otro está la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. Debemos guardar la unidad del Espíritu a medida que avanzamos hasta llegar a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios.
La unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios equivale a un hombre de plena madurez. Llegar a esta unidad significa haber llegado a un hombre de plena madurez. Esta unidad es también la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Cristo tiene una plenitud, la plenitud de Cristo tiene una estatura, y la estatura tiene una medida. Por lo tanto, Efesios 4:13 habla de la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Como hombre que soy, tengo una estatura, y mi estatura tiene una medida. La medida de mi estatura corresponde a mi plenitud. La unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios es tanto el hombre de plena madurez como también la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Aunque todavía no hemos llegado a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, éste es nuestro destino. Hoy en día nos encontramos en el camino. Algunos de nosotros pueden hallarse muy cerca de este destino y otros muy lejos de él. La manera de llegar allí es crecer en la vida divina. Cuanto más crezcamos, más cerca estaremos de dicho destino. Una vez que hayamos crecido plenamente, habremos llegado a nuestro destino. En otras palabras, la plena madurez es nuestro destino. Por lo tanto, el proceso para llegar a nuestro destino es crecer en vida.
En una familia hay abuelos, padres e hijos de diferentes edades. Conforme a Efesios 2:19, nosotros somos la familia de Dios. En la familia de Dios, como en cualquier familia humana, nos encontramos en diferentes etapas según el crecimiento que tengamos. Por lo tanto, es normal que haya diferencias entre nosotros; sin embargo, todos somos parte de la misma familia. Los más pequeños tal vez griten y se peleen por los juguetes. Sin embargo, es normal que peleen de esta manera y, hasta cierto punto, es necesario. Pero a medida que los niños crecen, no deben seguir peleándose por los juguetes. La familia incluye a personas de todas las edades. Los mayores no pueden excluir a los jóvenes, ni los jóvenes pueden excluir a los más pequeños. Si excluimos a alguno de ellos, estaremos quebrantando la unidad. En ese caso, la unidad de la familia se verá dañada.
En Efesios 4 podemos ver este asunto de las diferencias. No se preocupe por si estas diferencias son correctas o incorrectas; son normales. Aunque mi esposa y yo ya no somos jóvenes, no excluyo a ninguno de mis traviesos nietos. Si ellos nunca vinieran a visitarnos, los extrañaríamos mucho. Así es la vida familiar. Todas las iglesias en el recobro del Señor deben ser así.
El problema con los cristianos de hoy es que en lugar de una familia, tienen una clase como si fueran una escuela. En la escuela primaria, se agrupa a los niños conforme a su edad. Casi todos los grupos cristianos son una clase escolar. Pero en la iglesia no somos una clase; somos una familia.
La unidad genuina, la unidad del Espíritu, es lo primero. A fin de guardar la unidad del Espíritu, necesitamos el crecimiento en vida. Hoy todos nos encontramos en el proceso de crecer en vida. Mientras continuemos en este proceso, habrá diferencias entre nosotros. No obstante, sin el debido crecimiento en vida, no podremos guardar la unidad apropiada, puesto que la unidad del Espíritu se conserva mediante el crecimiento en vida.
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