Principios básicos en cuanto al ancianatopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4731-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1 Timoteo 3:1-7 el apóstol Pablo escribe sobre los requisitos que deben cumplir los que vigilan, los cuales son los requisitos de los ancianos. Los versículos 2 y 3 hablan principalmente de las virtudes y de la conducta apropiada que deben tener los ancianos, o de la manifestación y expresión de lo que ellos mismos son en vida. En los versículos del 4 al 7 Pablo habla de las relaciones humanas de los ancianos. Todo ser humano tiene relaciones humanas. Tenemos una familia y vivimos en una comunidad. El que vigila en la iglesia debe asegurarse de tener una buena relación con los demás.
La primera clase de relaciones en la vida humana es las relaciones familiares. El versículo 4 dice: “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda dignidad”. Gobernar su propia casa está relacionado con el hecho de tomar la delantera, pero el concepto de Pablo aquí no tiene que ver principalmente con la autoridad. El que vigila, como esposo y como padre, debe tomar la iniciativa en su familia no simplemente gobernándola, sino siendo un buen ejemplo y modelo. Una familia no es como un gobierno o una organización, los cuales son dirigidos mediante el ejercicio de la autoridad. El liderazgo que ejerce un padre en su familia no debe basarse principalmente en que él rija con autoridad, sino en que sea un modelo en su vivir diario. De igual manera, ser anciano no significa gobernar la iglesia con autoridad. Este concepto es absolutamente equivocado. La manera en que un padre gobierna su familia es muy diferente a la manera en que un supervisor administra un negocio. Un supervisor puede contratar y despedir a sus empleados, pero un padre no puede contratar ni despedir a sus hijos. La necesidad básica en una familia es el ejemplo del padre. Como padre que es, un anciano debe tener un vivir apropiado ante su familia. Ésta es la manera apropiada de gobernar su propia casa. En nuestro hogar no debemos tratar de ejercer nuestra autoridad al igual que un rey, un agente de la ley, un administrador o un director de escuela. El concepto de Pablo en esta sección tiene que ver con el vivir diario del que vigila. No servirá de mucho si simplemente disciplinamos a nuestros hijos. El principio que Dios ha establecido es que un padre debe llevar una vida que sirva de modelo, de ejemplo, a sus hijos.
Nosotros, como los que vigilan, debemos tomar la delantera en nuestra familia presentando un modelo en nuestro modo de vivir. Éste es nuestro deber. Sin embargo, si nuestros hijos en efecto están en sujeción con toda dignidad, no debemos pensar que ello se debe a nosotros, sino que más bien debemos adorar al Señor por Su misericordia. Aunque la manera de ser de nuestros hijos no es algo que está bajo nuestro control, eso no significa que debamos descuidar nuestro deber de vivir como un modelo y de invertir el tiempo y energía que podamos en nuestros hijos. No obstante, al mismo tiempo debemos entender que en última instancia lo que nuestros hijos lleguen a ser depende de la misericordia del Señor. Sabemos que eso es cierto, porque dos niños que son hermanos y han sido criados por los mismos padres y con el mismo cuidado, pueden llegar a ser muy diferentes. Uno puede tener un buen carácter y llegar a ser un creyente que busca al Señor, mientras que el otro puede tener un mal carácter y ni siquiera ser salvo. Por lo tanto, debemos cumplir con nuestra responsabilidad de llevar una vida apropiada que sirva de ejemplo a nuestros hijos y, al mismo tiempo, no desanimarnos ni enorgullecernos de lo que nuestros hijos lleguen a ser.
Las palabras de Pablo respecto a los hijos del que vigila en el versículo 4 no tienen que ver con la salvación o espiritualidad de ellos. Debemos ser un buen ejemplo para nuestros hijos; no obstante, si ellos con el tiempo han de ser salvos, dependerá de la predestinación de Dios. Jacob y Esaú eran gemelos, pero Romanos 9:10-13 nos muestra que el destino de ellos dependía de la elección de Dios. No podemos hacer que nuestros hijos ni ninguna otra persona sean espirituales, pero sí podemos establecer un ejemplo llevando una vida que sea sensata, moderada y decorosa, y que busque del Señor. Si dos hermanos en la carne escuchan el mismo mensaje del evangelio, es posible que uno de ellos sea salvo, y el otro no. Hemos visto casos así. Por lo tanto, debemos ser fervientes en la predicación del evangelio y convencer a las personas a que reciban al Señor, pero al mismo tiempo debemos entender que la salvación de una persona en última instancia depende de la predestinación de Dios, no de nuestro esfuerzo. No obstante, no debemos pensar que porque depende de la predestinación de Dios, no necesitamos predicar el evangelio. Nosotros debemos cumplir con nuestro deber. De manera semejante, no debemos suponer que nuestros hijos se comportarán bien si somos un buen ejemplo para ellos, pero tampoco podemos descuidar nuestra responsabilidad. La mejor manera de ser padres, y la más apropiada, es llevar una vida que sirva de modelo para nuestros hijos y orar al Señor pidiéndole Su misericordia.
Si nuestro vivir establece una norma apropiada, no seremos responsables si nuestros hijos se portan indebidamente. Sin embargo, si nuestra vida no es ejemplar, seremos responsables por el mal comportamiento de nuestros hijos. Si somos buenos padres, no recibiremos ningún crédito, pero si no lo somos, ello ciertamente irá a nuestra cuenta de “débitos”. Así es la contabilidad divina. No debemos decir que Dios no es justo. Romanos 9:20 dice: “Oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el objeto moldeado al que lo moldeó: ¿Por qué me has hecho así?”. De manera que no podemos altercar con Dios. Si nuestros hijos se portan bien y finalmente son salvos y viven delante del Señor, debemos adorarlo, diciendo: “Señor, no soy nada. Incluso mi mejor comportamiento es como polvo; no significa nada. Lo único que puedo hacer es agradecerte por Tu misericordia”. No debemos atribuir nada a nuestra bondad. Debemos reconocer la predestinación de Dios, Su misericordia y Su gracia. Si nuestros hijos empiezan a llevar una vida pecaminosa, debemos humillarnos y orar diciendo: “Señor, perdóname. Reconozco que es mi culpa no haber cuidado apropiadamente de ellos en algún aspecto”. Ésta debe ser nuestra actitud.
El concepto de Pablo en 1 Timoteo 3:1-7 tiene que ver con el vivir de los que vigilan. Si nuestros hijos se portan bien, eso es algo secundario; lo más importante es si nuestro vivir es apropiado. Debemos tomar la delantera y gobernar bien nuestra familia llevando una vida que les presenta a cada uno de ellos un modelo positivo. Esto depende de lo que nosotros somos; es decir, es un asunto de vida.
El versículo 5 dice: “El que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?”. Esto indica que la manera en que un anciano cuida de la iglesia debe ser también sirviendo de ejemplo. Este principio concuerda con la enseñanza de Pedro. En 1 Pedro 5:3 él escribió a los ancianos: “No como teniendo señorío sobre lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño”. Si no podemos ser un buen ejemplo para nuestros hijos, no podremos ser un buen ejemplo en la iglesia. El concepto básico de Pablo es que los ancianos no deben ser líderes en el sentido de regir con autoridad, sino ser un ejemplo viviente que los demás miembros de la iglesia puedan seguir. A fin de cuidar de la iglesia, debemos dejar nuestros conceptos naturales. Cuidar de la iglesia no es principalmente un asunto de administración. El Nuevo Testamento revela que el ancianato no tiene que ver con el hecho de regir con autoridad, sino con ser un ejemplo. Según el Nuevo Testamento, ser anciano no es una cuestión de posición o autoridad, sino que es enteramente un asunto de vida. Nuestro vivir debe establecer un buen modelo. A fin de ser un buen modelo, debemos amar al Señor y Su Palabra, tomar medidas con respecto a nuestros pecados, aborrecer el yo y aprender las lecciones de la cruz. Cuidar de la iglesia principalmente no tiene que ver con atender los asuntos prácticos de la iglesia, sino que es un asunto de vida. Si estamos carentes de vida, nuestro servicio en los asuntos prácticos de la iglesia no tendrá sentido. Todo lo que hagamos relacionado con la iglesia debe estar basado en la vida.
Si los ancianos llevan una vida que tenga una norma elevada, esto será un ejemplo para los demás santos. Cuando los hermanos que son infantiles o carnales reprenden a los ancianos, éstos en lugar de defenderse a sí mismos, deben seguir mostrando amor por dichos hermanos. Esto establecerá un buen ejemplo a toda la iglesia de cómo negar el yo y no ofendernos con los miembros más débiles, sino más bien amarlos. Toda la iglesia aprenderá de esto. Por otro lado, si un anciano va al cine, los demás miembros empezarán a hacer lo mismo, y quienes no vayan, no sentirán respeto por ese hermano como anciano. Por lo tanto, la manera en que un anciano cuida de la iglesia es muy semejante a la manera en que un padre cuida de su familia. Un padre no puede tener una buena familia simplemente gobernándola con su autoridad basada en su posición. En lugar de ello, debe llevar una vida que sea un estándar para sus hijos y que redarguya sus conciencias. Según este mismo principio, los que vigilan deben cuidar de la iglesia no gobernándola con autoridad basada en la posición que tienen, sino llevando una vida que sirva de norma, de ejemplo, la cual los santos espontáneamente puedan seguir, así como un rebaño siempre sigue a las primeras ovejas que van delante. Debemos rechazar el concepto de que los ancianos “manejan” la iglesia. Incluso el Señor Jesús tomó el camino de establecer un ejemplo para que nosotros lo pudiéramos seguir (Jn. 13:15; Mt. 11:29; 1 Co. 11:1; 1 P. 2:21). Por lo tanto, a fin de cuidar de la iglesia como los que vigilan, debemos ser como padres que cuidan de sus familias, no rigiéndolas con autoridad, sino al vivir como ejemplos. Pablo escribe que un hermano debe ser capaz de hacer esto con su familia antes de poder hacerlo con la iglesia.
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