Impartición divina de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6710-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Efesios 5 empieza con estas palabras: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor...” (vs. 1-2). Luego en los siguientes versículos Pablo prosigue diciendo que debemos andar como hijos de luz (vs. 2-14) que entienden cuál es la voluntad del Señor (vs. 15-17). En el capítulo 4 vimos dos asuntos muy sobresalientes: la gracia y la realidad. En el capítulo 5 también encontramos dos asuntos sobresalientes: el amor y la luz. El versículo 2 dice que debemos andar en amor, y el versículo 8 dice que debemos andar como hijos de luz. En la realidad divina, la gracia y la realidad forman un par, y el amor y la luz forman otro par.
El apóstol Juan en su Evangelio recalca la gracia y la realidad. Él dice que el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad (Jn. 1:14). Pero en su primera Epístola, en vez de recalcar la gracia y la realidad, Juan recalca el amor y la luz. En 4:8 él dice que Dios es amor y en 1:5 dice que Dios es luz. No dice que Dios tiene amor o luz, sino que Dios mismo es amor y luz. El amor y la luz son en realidad Dios mismo; son el ser de Dios, Su esencia.
Aunque la Biblia nos dice que Dios es amor y luz, no hay ningún versículo que diga que Dios es gracia. En vez de ello, se nos dice que la gracia y la realidad vinieron (Jn. 1:17). La palabra “vinieron” es muy significativa, pues indica que la gracia tiene una fuente, es decir, que la gracia vino de determinado lugar. Cuando Cristo se encarnó, vino con gracia y realidad. Nosotros, por supuesto, sabemos que la fuente del Señor Jesús era Dios, puesto que vino de Dios el Padre. No hay duda alguna de que la gracia y la realidad también vinieron de Dios el Padre. Por lo tanto, Dios es la fuente de la gracia y la realidad. Dios el Padre es amor y luz. El amor es la fuente de la gracia, y la luz es la fuente de la realidad.
Este entendimiento lo confirma 2 Corintios 13:14, que dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En este versículo el amor de Dios es la fuente, la gracia de Cristo es lo que procede de esta fuente, y la comunión del Espíritu Santo es la transmisión de esta gracia a nosotros. De manera semejante, el amor es una fuente, y la gracia es el resultado; la luz es una fuente, y la realidad es el resultado. La gracia y la verdad vinieron de Dios el Padre, pero el amor y la luz son Dios el Padre. Una vez que recibimos la gracia y la realidad, podemos volver a Dios para contactarlo y tener comunión con Él. Cuando regresamos a Dios de esta manera, llegamos al amor y la luz. Esto significa que contactamos la fuente de la gracia y la realidad. En primer lugar, nosotros creímos en el Señor Jesús y recibimos la gracia y la realidad. Luego, mediante el disfrute de la gracia y la realidad somos traídos de regreso a la fuente de la gracia y la realidad, que es Dios el Padre como amor y luz. Al mantenernos en esta comunión, llegamos a ser un amado hijo de Dios que anda en amor.
Lo que se revela en el capítulo 5 en cuanto al amor y la luz es más profundo que lo que se revela en el capítulo 4 acerca de la gracia y la realidad. En el capítulo 4 nosotros andamos en gracia, pero en el capítulo 5 andamos en amor. Al andar en amor llegamos a ser hijos de luz, no simplemente personas de la verdad. Es de este modo que podemos ser imitadores de Dios, Aquel que es amor y luz. Esto nos muestra un gran avance y progreso, un avance de la gracia al amor y de la verdad a la luz. Los que buscamos a Cristo y amamos a Dios debemos ser hijos de luz que andan en amor. Puesto que la luz y el amor son Dios mismo, esto significa que somos hijos de Dios que andan en Dios. Ser hijos de luz que andan en amor en realidad equivale a ser hijos de Dios que andan en Dios.
¿Cómo podemos ser los hijos de luz que andan en amor? Esto es posible únicamente al impartirse el Padre en nosotros en el Hijo y por medio del Espíritu. Cuando el Dios Triuno se imparte en nosotros, llegamos a ser de un modo práctico los hijos de Dios, quien es luz. Luego, como hijos de luz, no sólo vivimos por la gracia, sino que vivimos directamente en Dios, quien es luz y amor. Por lo tanto, la impartición de la Trinidad Divina nos hace ser hijos de luz que andan en amor, o, dicho de otro modo, hijos de Dios que andan en Dios.
Por medio de la impartición divina de la Trinidad Divina todos debemos ser llenos en nuestro espíritu del Espíritu, quien es el vino divino (v. 18). Si somos llenos en nuestro espíritu de esta manera, entonces hablaremos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales (v. 19a), cantaremos y salmodiaremos al Señor en nuestro corazón (v. 19b) y daremos siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (v. 20). Cuando el Dios Triuno se haya impartido completamente en nosotros para hacernos hijos de luz que andan en amor, podremos declarar: “Ésta es mi historia y mi canción, siempre alabando al Salvador”. Lo alabaremos con salmos, himnos y cánticos espirituales. Los salmos son poemas largos, los himnos son poemas más cortos y los cánticos espirituales son aún más cortos.
Según el versículo 18, no debemos embriagarnos con vino, sino ser llenos en el espíritu. Debemos ser llenos de Dios, e incluso “embriagarnos” con Él, no con vino. El amor de Dios es mejor que el vino. El Cantar de los Cantares 1:2 dice: “Mejores son tus amores que el vino”. No nos interesa beber vino, pero sí deseamos beber del amor de Dios, que es mejor que el vino. Queremos empaparnos de Su amor, o sea, sumergirnos en dicho amor. Deseamos ser personas que están impregnadas y saturadas del amor de Dios e incluso embriagadas con Su amor.
Alguien que es un hijo de luz, que anda en amor, estará enloquecido con Dios. Esto significa que un hijo de luz debe estar embriagado con Dios. Un cristiano apropiado es alguien que está enloquecido con el disfrute del Señor. Si usted siempre permanece callado, entonces no es un cristiano típico. Un cristiano típico debe estar embriagado con el amor del Señor. Todos necesitamos estar embriagados con Dios como nuestro amor y luz. Entonces seremos verdaderamente hijos de luz que andan en amor.
Si estamos embriagados con Dios y andamos en Él como amor y luz, tendremos la verdadera santidad. La verdadera santidad no consiste en seguir ciertas normas. La verdadera santidad es el propio Dios, de quien nosotros somos hijos y en quien andamos. ¡Aleluya, nosotros hemos nacido de Dios, y somos hijos de luz que andan en amor! Debemos continuar siendo llenos de Dios, saturados e impregnados de Él, y debemos empaparnos de Él. Ésta es la impartición del Dios Triuno en nuestro ser.
Un verdadero cristiano es alguien que experimenta esta impartición, y el conjunto total de este tipo de cristianos es la iglesia. La iglesia debe estar compuesta de aquellos que están embriagados con Dios, compuesta de aquellos que son hijos de luz que diariamente, a cada hora y a cada momento andan en amor. Ésta es la vida de iglesia apropiada. La vida de iglesia apropiada no se compone de personas que son sobrias de una manera natural; en vez de ello, la iglesia es un grupo de personas que están embriagadas con Dios. Sin embargo, aunque estos creyentes están embriagados con el Señor, no son insensatos; más bien, son sabios.
Si estamos embriagados con Dios mediante Su impartición, estaremos contentos y nos regocijaremos y exultaremos. De este modo, en nuestra vida diaria tendremos el verdadero disfrute del Dios procesado en Su Trinidad Divina.
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