Conocimiento de la vida, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-917-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Ahora que hemos visto todos los aspectos del conocimiento interior, debemos ver la manera de practicar o de obtener el conocimiento interior. Para obtener el conocimiento interior, debemos ejercitar nuestro espíritu, renovar el entendimiento y mantener el corazón puro.
Puesto que el conocimiento interior está en la intuición de nuestro espíritu, si queremos obtenerlo, debemos ejercitar y usar nuestro espíritu con frecuencia para que sea viviente y fuerte. Sólo al estar vivo y fuerte el espíritu, puede la intuición del espíritu estar consciente y alerta, lo cual nos capacita para conocer a Dios interiormente.
Si nuestro objetivo es ejercitar el espíritu, primero tenemos que aprender a volvernos al espíritu. Si vivimos constantemente en el hombre exterior, nos es imposible conocer a Dios en la intuición del espíritu. Debemos aprender a poner a un lado las actividades y compromisos bulliciosos y exteriores. No sólo debemos abstenernos de estar muy ocupados exteriormente, sino que tampoco debemos dejarnos pensar de modo desenfrenado. En lugar de eso, debemos prestar atención al movimiento en el espíritu, al sentir que tenemos en lo más profundo de nuestro ser. El niño Samuel, al ministrar al Señor, pudo oír Su voz. María, sentada tranquilamente a los pies del Señor, pudo entender Sus palabras. Si podemos volvernos así al espíritu para estar muy cerca del Señor, podemos verdaderamente tocar el sentir de Dios en el espíritu y así conocer a Dios.
Además, necesitamos ejercitar y usar el espíritu en nuestro vivir diario. En nuestro trato con la gente, en el manejo de los asuntos, al enfrentar varias cosas o al servir al Señor en las reuniones y ministrar la palabra de Dios; al platicar con otros o hasta en los negocios; en todo debemos negar el alma y dejar que el espíritu nos dirija. No debemos permitir que nuestra mente, nuestras emociones ni nuestra voluntad tome la delantera, sino que en todo primeramente debemos intentar tocar el sentir que tenemos en lo profundo de nuestro espíritu. Esto quiere decir que primero debemos preguntarnos qué quiere decirnos el Señor que mora en nuestro espíritu. Si seguimos ejercitándonos de esta manera, la sensibilidad del espíritu sin duda estará alerta, y entonces resultará fácil que el conocimiento interior crezca y que se haga más profundo.
Al ejercitar el espíritu, la mejor práctica es la oración, porque la oración requiere que ejercitemos el espíritu más que en cualquier otra actividad. Muchas veces nos gustan las pláticas vanas, pero no queremos orar ni alabar; por lo tanto, frecuentemente nuestro espíritu se seca. Si cada día pudiéramos dedicar una hora o más para orar, no en peticiones sino en adoración, comunión y alabanza, en poco tiempo nuestro espíritu ciertamente crecería y se fortalecía. El salmista dijo que alabó al Señor siete veces al día (Sal. 119:164). Si los aficionados del boxeo practican una hora todos los días, después de cierto período de tiempo sus puños serán muy fuertes. De la misma manera, si ejercitamos nuestro espíritu día tras día para orar, nuestro espíritu ciertamente se fortalecerá. Cuando el espíritu es fuerte, la intuición ciertamente está alerta. Entonces podemos, con una intuición alerta, obtener más conocimiento de Dios.
Ya hemos mencionado que el conocimiento interior no sólo requiere que conozcamos en el espíritu, sino que también entendamos con la mente. Por lo tanto, si queremos obtener este conocimiento interior, necesitamos ejercitar nuestro espíritu y renovar el entendimiento de nuestra mente. La mente es el órgano con el cual entendemos las cosas; entender constituye su aptitud principal.
Romanos 12:2 nos muestra que sólo cuando la mente, la cual contiene el entendimiento, haya sido renovada y transformada, podremos comprobar “cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. Colosenses 1:9 también nos muestra que al tener “inteligencia espiritual” podemos ser “llenos del pleno conocimiento de Su voluntad”. Por lo tanto, la renovación del entendimiento de la mente es una necesidad en el asunto de conocer a Dios.
Antes de ser salvos, todo nuestro ser, incluyendo nuestra mente, se encontraba en una condición caída. Todo designio de los pensamientos de nuestro corazón era el mal (Gn. 6:5), y nuestros pensamientos y percepciones también estaban llenos del sabor del mundo. Puesto que nuestra mente estaba en tal condición, nuestro entendimiento vino a ser entenebrecido. Así que, éramos totalmente incapaces de comprender las cosas espirituales. Mucho menos podíamos entender la voluntad de Dios. Cuando fuimos salvos, fuimos renovados por el Espíritu Santo (Tit. 3:5). Esta obra de renovación que el Espíritu Santo lleva a cabo comienza en nuestro espíritu y luego se extiende a nuestra alma para renovar el entendimiento de nuestra mente a fin de que conozcamos las cosas del espíritu. Cuanto más el entendimiento de nuestra mente es renovado por el Espíritu Santo, tanto más podemos comprender las cosas espirituales y entender la voluntad de Dios.
Aunque el Espíritu Santo realiza la renovación del entendimiento de la mente, nosotros debemos encargarnos de dos responsabilidades:
Primero, debemos consagrarnos. En Romanos 12, antes de que la mente sea renovada y transformada, se nos pide que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo. Esto muestra que la renovación del entendimiento de la mente se basa en nuestra consagración. Si en realidad estamos dispuestos a consagrarnos y a entregarnos a Dios, entonces el Espíritu Santo de Dios podrá extender Su obra de renovación a nuestra alma y renovar así el entendimiento de nuestra mente.
En segundo lugar, debemos aceptar la obra de la cruz y permitir que ponga fin a nuestra vieja manera de vivir. Efesios 4:22-23 nos muestra que sólo cuando nos despojemos del viejo hombre de la pasada manera de vivir, será posible que nuestra mente, la cual contiene nuestro entendimiento, sea renovada. Antes de ser salvos, nuestra vieja manera de vivir ya había entenebrecido el entendimiento de nuestra mente. Después de ser salvos, por la muerte del Señor en la cruz, nos despojamos de la vieja manera de vivir. Esto permite que el poder aniquilador de la cruz del Señor ponga fin, uno por uno, a todos los aspectos de nuestra vieja manera de vivir. Sólo entonces puede ser renovado el entendimiento de nuestra mente. Así que, debemos aceptar la obra de la cruz a fin de que el entendimiento de nuestra mente sea renovado. El entendimiento de nuestra mente se renueva proporcionalmente al grado en que permitimos que la cruz ponga fin a nuestra vieja manera de vivir.
Efesios 4:23 dice: “Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Sabemos que la mente es la parte principal del alma. Al principio, no estaba relacionada con el espíritu, pero ahora el espíritu ha llegado a ser “el espíritu de la mente”; por tanto, está conectado a la mente. Esto se debe a que el espíritu se ha extendido y ha llegado a la mente de nuestra alma para que seamos renovados en este espíritu, es decir, para que nuestra mente sea renovada al ser unida con el espíritu. De esta manera la renovación se extiende del espíritu a la mente.
La obra interior del Espíritu se extiende desde el centro hasta la circunferencia, es decir, del espíritu interior al alma exterior. Primero, el Espíritu renueva nuestro espíritu, el cual es el centro de nuestro ser interior. Luego, si nos consagramos a El y aceptamos la obra de la cruz, El se extenderá del espíritu al alma, la cual es la circunferencia exterior, lo cual renovará cada parte de nuestra alma. Esto significa que cuando nuestra alma se somete al dominio del Espíritu y se une con nuestro espíritu, es renovada. Por lo tanto, el entendimiento de la mente también es renovado.
Después de que recibimos la regeneración del Espíritu Santo en nuestro espíritu, si nos consagramos a Dios y aceptamos lo que el Espíritu Santo, por medio de la cruz, quiere hacer en nosotros para despojarnos de toda nuestra vieja manera de vivir, entonces el Espíritu Santo podrá llevar a cabo continuamente Su obra de extenderse dentro de nosotros, renovando así el entendimiento de nuestra mente en el alma. Sólo tal entendimiento renovado puede complementar la intuición del espíritu. Cuando Dios nos hace saber algo en la intuición de nuestro espíritu, el entendimiento de la mente puede entenderlo inmediatamente. Cuando tenemos un espíritu fuerte y alerta, más un entendimiento renovado y claro, entonces podemos tener un pleno conocimiento interior de la naturaleza de Dios y de toda Su guía y revelación.
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